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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Albert Rivera, el cuarto mosquetero

Albert Rivera posa en Twitter con la imagen de Naranjito después de que Rafael Hernando le bautizara así.

Alejandro Sanz Láriz

Basta con recorrer las primeras páginas de Los tres mosqueteros, la novela de Alejandro Dumas, para encontrar al joven D’Artagnan arrivando a la posada de una pequeña aldea, Meung, donde no tarda en meterse en problemas. En realidad es a causa de su caballo, un viejo penco que su padre le acaba de regalar junto a un ungüento para curar las heridas y una carta de recomendación para el Capitán de Treville.

Era una jaca del Bearn, de doce a catorce años, de pelaje amarillo, sin crines en la cola, mas no sin gabarros en las patas y que, caminando con la cabeza más debajo de las rodillas, hacía, pese a todo, sus ocho leguas diarias.

El caballo despierta las burlas y las risas de una grupo de personajes encabezados por el Conde de Rochefort, lo cual enfurece al impulsivo D’Artagnan que pretende batirse en duelo con el sicario de Richelieu porque “¡así se ríe del caballo quien no osaría reírse del amo!”.

De igual modo se burló Rafael Hernando, portavoz del Partido Popular de Albert Rivera, líder de Ciudadanos, refiriéndose a los seguidores de este partido como “naranjitos”, en alusión al color corporativo del grupo. Pero al contrario que el futuro mosquetero gascón, Rivera reaccionó con sentido del humor, desvió la estocada del popular y, en lugar de entrar en un intercambio de mandobles, transformó el ataque en una magnífica oportunidad para obtener difusión.

No sé si fue el propio Rivera o quizá cuenta con un equipo de comunicación hábil y experto, pero supo -en todo caso- convertir el insulto en una broma bien acogida en las redes sociales, alcanzando el trending topic en Twitter. Y no es poca cosa ese logro, ya que internet es el lenguaje de la juventud, el medio en el que los jóvenes se mueven como pez en el agua y posiblemente el voto de muchos recién llegados -por edad- a participar en las urnas resulte decisivo como ya pronostican las turbulentas aguas de las encuestas.

D’Artagnan no consiguió batirse con Rochefort en Meung, ya que el conde cumplía órdenes del Cardenal y no tenía tiempo que perder con un mozalbete valiente pero desconocido. Sin embargo, ese primer encuentro propició la posterior historia que continuó con D’Artagnan retando a duelo a los tres mosqueteros más famosos de París en una sola mañana.

Tal empuje parece también el de Rivera que, en apenas unos meses, ha conseguido situar a su partido con solidez en la intención de voto de los ciudadanos, nunca mejor empleado el término. Igual que D’Artagnan, Rivera ha desafiado “en apenas una mañana” a los tres principales mosqueteros de la política española: el triste Athos (Mariano Rajoy), el apuesto Porthos (Pedro Sánchez) y el religioso Aramis (Pablo Iglesias, aunque religioso no por credo sino por apellido). Mientras el gascón transformó sus primeras rencillas con los mosqueteros en una inquebrantable amistad, paradigma de camaradería; en las urnas y en los pactos posteriores se verá cómo nuestros líderes políticos canalizan el apoyo de sus militantes y seguidores.

Aunque D’Artagnan persiguió a Rochefort hasta París y llegó a batirse con él en tres ocasiones, nunco hubo vencedor ni vencido de esos duelos ya que por una o por otra razón, la sangre no termina de llegar al río. Y curiosamente, Dumas alude a esta rivalidad en otra novela posterior titulada Veinte años después, en la que insinúa que el conde y el mosquetero acaban siendo amigos. De hecho, Rochefort muere en los brazos de un ya muy avejentado D’Artagnan tras un incidente junto a la carroza real.

Tampoco sería un desenlace descabellado para esta historia que nuestros personajes terminasen acercándose; primero porque previsiblemente, tanto Rafael Hernando como Albert Rivera tienen ante sí un considerable recorrido político, pero segundo (y más importante) porque la política siempre hace extraños compañeros de cama.

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