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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Dispersión

'El pensador' de Auguste Rodin.

Marcos Díez

Las personas dispersas tenemos un problema y una virtud. Todo a la vez. La dispersión dificulta estar en una sola tarea y está asociada a ese dejar para mañana las cosas que podemos hacer hoy. Pero, al tiempo, permite el vuelo del pensamiento y las conexiones improbables, tan fructíferas tantas veces. La dispersión es algo así como una tendencia natural de la mente a vagar sin rumbo, a distraerse, a ir de acá para allá. Las mentes dispersas no lo pasan bien atadas a una cadena de estudio o trabajo que exija hacer una sola cosa durante mucho tiempo.

Las personas dispersas sufrimos y gozamos a la vez. Gozamos porque la mente encuentra siempre una presa que agarrar, una veta en la que picar, un misterio en el que zambullirse. Es muy difícil que se aburra una persona con la mente dispersa porque el pensamiento siempre acaba encontrando cosas con las que curiosear. Cuando el pensamiento es en sí mismo una vasta geografía uno siempre tiene el recurso de caminar por dentro, de dar largos paseos como el que anda sin pretender llegar a ningún sitio, ese placer.

Pero los dispersos también sufrimos porque a veces la culpa nos castiga. Que la mente se escape es, en un mundo de objetivos y resultados que hay que medir y cuantificar, algo que nos resta, una especie de incapacidad o deficiencia, un lastre en el currículum. Hay que adaptarse así que los dispersos nos obligamos, no queda otro remedio, a poner al pensamiento una correa, a atarlo a la pata de la mesa para que saque adelante las obligaciones y los compromisos. Ay, pero quien no tiene una mente dispersa no sabe lo escurridiza que puede llegar a ser. No importa el grosor de las cadenas, cuando menos lo esperamos de pronto, como por arte de magia, la mente se nos ha ido a otro sitio. Y nosotros con ella.

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