Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Inmunidad homicida
Dos impulsos correlativos, dobles invertidos, sirven para describir la dinámica que impulsa nuestras relaciones, también nuestra vida en sociedad: el de comunidad y el de inmunidad.
La lógica de la comunidad es la del común munus, la obligación con la alteridad, el contagio, la relación, la exposición que nos constituye: “existir es ser en común”, en palabras del pensador francés Jean-Luc Nancy. Por el contrario, su doble invertido, la inmunitas, es el impulso de protección generado en buena parte por el miedo. Una lógica necesaria en su dosis justa, explica el italiano Roberto Espósito, pues no hay duda que en la relación nos exponemos también a la violencia, pero letal en exceso, como ponen de manifiesto de un modo gráfico las enfermedades autoinmunes.
Hoy la inmunidad, la lógica inmunitaria, la lógica de autoprotección, de autodefensa, campa a sus anchas, tan desatada que deglute todo lo que encuentra ante sí, incluida la comunidad, a punto de provocar el colapso por una enfermedad social autoinmune… No deja de producir violencia: temerosa de lo común, lo asesina. Así, nos hace individualidades autónomas, independientes, absolutas… y vacías. Porque no somos nada sin el otro, sin la otra, sin la alteridad. Se pueden comprar muchas cosas, pero no la humanidad que nos constituye, que necesita de la relación para ser.
Parece fuera de toda duda que una sociedad únicamente inmunitaria que pretende protegerse permitiendo que se apilen cuerpos de seres humanos a sus orillas es una sociedad sin escrúpulos, cruel, inhabitable. Es la culminación de muchos despropósitos pasados por alto, y da lugar a una sociedad que no merece ser llamada tal. Y así son las sociedades europeas del siglo XXI: el mar Mediterráneo, esa fosa común que es hoy -o debiera serlo- la vergüenza de Europa, se ha tragado, en el exceso inmunitario de los últimos 17 años, a unas 35.000 personas, casi 7.000 desde 2016… y se calcula que un tercio sean niños y niñas.
Una sociedad que invierte capitales ingentes e indecentes en fronteras, que desvía fondos de cooperación para ello, que permite que grandes tiburones del negocio militar y de la seguridad -a ese combo del terror no se le debería llamar “empresa”- como Finmeccanica, Airbus o Thales se forren a costa del sufrimiento y la muerte de personas que huyen para proteger su vida, parece fuera de toda duda, es una sociedad que agoniza, es más una aglomeración informe al servicio exclusivo del capital que forma de vida comunitaria alguna.
Y esta sociedad en la que la obligación recíproca ha desaparecido, en la que el migrante es un invasor y el vecino un extraño, tiene como corolario unos representantes -con un buen porcentaje de corruptos- que desoyen las exigencias de sus representados e incumplen los compromisos, con una falta de ética que se ampara en la manipulación de la legalidad. Esto sería incluso para Locke, padre del liberalismo, un estado de naturaleza, indigno de ser considerado siquiera sociedad civil. Esa sociedad que precariza, que desahucia, invivible, en la que se derrochan bienes y servicios y se produce pobreza y miseria es puro barbarismo.
Y justo ese modelo de sociedad europea, la del barbarismo con corbata, la del exceso inmunitario, la de los repliegues nacionalistas, la del auge de los fascismos y del neoliberalismo salvaje y descontrolado que los da alas, esa, la inmunitaria por no decir parasitaria, a algunas nos avergüenza y casi diría que nos aterra. Siembra, por cierto, vientos desde hace demasiado, y ya recoge tempestades que asolan a la población en los antes seguros París, Londres, Bruselas, Munich… Pregúntenle al gran capital, tan responsable del desequilibrio que genera violencia, qué respuestas tiene para esto: ninguna.
Cada día que pasa estamos más inmunizadas respecto al exceso inmunitario -inmunidad al cuadrado-, sin darnos cuentas de que el tiempo corre, los muertos se apilan y, al paso que vamos, la historia no nos absolverá: pasaremos por ser como aquellos alemanes que miraron para otro lado mientras los nazis trataban a seres humanos como cosas, eliminándolos.
El 17 de junio -a las 12.00, desde el Ayuntamiento- volvemos a salir a las calles -no dejamos de hacerlo, no dejamos de insistir-. Que cada cual decida si quiere ser colaboracionista o unirse a la resistencia que advierte: no puede haber ni habrá impunidad para esta asesina inmunidad y todo silencio es cómplice.
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