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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

De por qué las jirafas no se desmayan al beber agua

Jirafa bebiendo agua.

Javier Fernández Rubio

La jirafa es un asombro de la naturaleza. Tal vez sea el animal más peculiar que existe, un prodigio de la evolución y un bicho muy simpático. A mí, al menos, me lo parece. Hay otros animales espectaculares, como el elefante, la ballena o el colibrí, pero la jirafa es un animal terrestre que parece concebido para otro medio, lo cual me parece una contradicción ambulante.

Pero solo en apariencia. Con sus tres metros de cuello y sus patas más largas que las piernas de Cyd Charisse es, sin embargo, una máquina evolutiva muy bien desarrollada. En el fondo es un prodigio de hidráulica a la hora de bombear sangre a lo alto y lo que sorprende es algo muy sencillo pero que a ella le podría suponer un quebradero de cabeza, nunca mejor dicho: beber agua sin desmayarse.

Dentro del cuerpo de la jirafa hay una bomba, el corazón, de gran tamaño. Pesa 12 kilos y sus paredes tienen un grosor de siete centímetros. Sus pulmones son también de tamaño respetable, pero no vienen al caso. Lo que importa, como con el conde Drácula, es la sangre. Bombear sangre hasta un segundo piso requiere una gran presión arterial. Y la tiene. Tal vez sea el animal más hipertenso que existe. Pero vencer a la ley de la gravedad puede tener efectos colaterales: evitar que lo que permite masticar jugosas hojas en las ramas altas no juegue a la contra cuando la gravedad está a favor. Con una torrentera sanguínea de tal potencia, agachar la cabeza supondría anegarla literalmente de sangre y sufrir un desmayo, lo cual es un serio inconveniente si anda un depredador cerca. Pero no beber supone la muerte por deshidratación... Menudo dilema.

¿Cómo consigue la jirafa no desmayarse sin tener un frasco de sales y un pañuelo de batista a mano? Con válvulas. Nuestra amiga tiene un músculo en la vena yugular que acelera la sangre de retorno al corazón (con tan largo camino tardaría en llegar más que el MetroTUS si no tuviera una ayudita) y su piel y su constitución previenen la formación de edemas en las extremidades. Pero lo fantástico de la jirafa son las válvulas de los vasos del cuello, que regulan el flujo de la sangre: impiden que ésta llegue con más presión de la debida cuando agacha la cabeza. De este modo puede tener la cabeza a ras de agua y a cinco metros de altura con apenas un par de segundos de diferencia sin problema.

Tienen que pasar muchos millones de años para desarrollar un sistema tan sencillo y sofisticado de válvulas reguladoras. Nuestra democracia, por el contrario, apenas tiene medio siglo y se le ponen muy cuesta arriba ejercicios sencillos como el beber. Piensen por ejemplo en Cataluña, una comunidad de millones de habitantes dividida en dos y con dos ideas-fuerza en liza: la representatividad en democracia y el imperio de la ley. ¿Cómo resuelve el Estado, a modo de gran jirafa imperfecta, con su gran bomba, sus grandes pulmones y su carencia absoluta de válvulas esta ecuación? Sencillamente, no la resuelve, desiste de beber y le pasa la papeleta a otro: el poder judicial... cuyo papel no es resolver problemas políticos.

¿Y qué decir del poder municipal de las nuevas formaciones? En un tiempo récord han desarrollado una potente bomba capaz de impulsar masivas cantidades de sangre, pero bajan a la calle y se les viene todo el caudal a la cabeza. Ahí está Ciudadanos intentando montar un puzle local a marchas forzadas porque necesita válvulas reguladoras en los municipios. O Podemos, con su renuncia a beber en las municipales, y su aceptación yogui de la sed hasta el punto de poner en el congelador los círculos locales que tenía montados. Todo por mantener una torrentera de votos en Cortes.

Pero la selección natural es muy cabezona y da cancha, no a los más fuertes como se cree, sino a los que mejor se adaptan tanto a las altas tareas como a las más humildes. Por eso las jirafas sobreviven y algunos políticos no.

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