Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Justicia poética
Esperanza Aguirre lo tiene claro: si Manuela Carmena llega a ser alcaldesa de Madrid convertirá la ciudad en un paraíso leninista-etarra-bolivariano. A lo mejor vosotros no os lo créeis, pero Aguirre ha visto el futuro, ha visto soviets en el Barrio de Salamanca, obreros vestidos de Zara en el Teatro Real, naves en llamas más allá de la Puerta de Toledo. Todo eso lo ha visto ella, que ha decidido remangarse y tirarse al fango para salvar Occidente. Occidente, por si alguien anda despistado, es ella misma. Occidente, la democracia, la civilización, todas esas cosas y más son Esperanza Aguirre, último reducto contra los bárbaros, condesa, patriota, exministra y exprófuga de la policía municipal.
Esperanza quiere nuestra salvación, a pesar de nuestra indiferencia y de nuestras burlas. No lo hace por seguir aferrada al poder, qué cosa, sino por puro y simple patriotismo altruista. Los liberales, en su concepción paternalista de la sociedad, son conscientes de que el pueblo a veces se desvía de la ruta que conduce a su felicidad programada. Cuando eso ocurre hay que salvar al buen pueblo de sí mismo.
Por eso Aguirre se permite insultar a medio millón de votantes de la ciudad que pretende gobernar que, en un ataque de vaya usted a saber qué tipo de posesión demoníaca, eligieron a un partido al que ella tacha de antidemocrático y cosas peores. Puede que el suyo esté plagado de ovejas descarriadas que se han dedicado a saquear Madrid durante dos décadas -ovejas negras que Aguirre pastoreaba pero a las que solo conocía de oídas, reuniones y algún que otro bautizo- pero la corrupción, eso es de primero de liberalismo, no hace que la democracia se tambalee.
En cambio, andar enredando con los bancos y las compañías eléctricas para evitar desahucios y cosas tan peregrinas como que nadie se muera de frío en invierno por no poder pagar los recibos pone en peligro los cimientos de la sociedad y atenta contra el principio básico del capitalismo, que se puede resumir en cuatro palabras: si eres pobre, jódete.
Aguirre, en este punto de su carrera política, se sitúa por encima del bien y del mal. Decide quién es demócrata y quién viene a volar la civilización por los aires. Proclama qué votos son válidos y qué votos no lo son. No tiene vergüenza, ni la necesita. Por eso puede llamar proetarra a Carmena, una jueza que en su día estuvo amenazada por ETA. Como esos creyentes que viajan por primera vez a Jerusalén, Esperanza se ha convencido de que es el nuevo Mesías. Nosotros miramos a Aguirre y vemos a una sexagenaria que pronuncia frases inconexas, Aguirre se mira a sí misma y se ve caminando sobre las aguas.
En realidad hay cierta justicia poética en su lamentable espectáculo de estos últimos días. Esta señora, que ha convertido la política en una práctica mafiosa y su comunidad en un estercolero de corrupción y que simboliza mejor que nadie la falta de escrúpulos y la España de vamos a meter toda la mierda debajo de la alfombra que aquí no ha pasado nada, se revuelca ahora de reunión en reunión dispuesta a pactar contra su propia propaganda en un último intento desesperado de seguir instalada en un despacho oficial para seguir vigilando de cerca la alfombra que oculta la mierda.
Que cosa tan maravillosa es Madrid, esa ciudad imposible de matar que está a punto de convertirse en la tumba política de semejante charlatana oportunista.
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