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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Nuestra medicina 'secreta': la experiencia y la resiliencia de las personas mayores

La soledad de los mayores es otro de los problemas del confinamiento. | ARCHIVO

Paco Gómez Nadal

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La crisis sanitaria del COVID-19 afecta a todas y todos pero señala a algunos grupos como especialmente vulnerables. Si hay uno que sale en todas las listas es el de las personas mayores, aunque faltaría anotar que se trataría de aquellas personas bastante mayores o que tienen enfermedades crónicas o respiratorias agudas. Sin embargo, poco se habla de las personas mayores como eje de apoyo para aguantar los momentos críticos y de impulso para salir de la situación de economía de postguerra en la que nos situará la resaca de la crisis del coronavirus.

Vamos por partes. Hay dos tipos de vulnerabilidades a tener en cuenta. La primera es la médica, y ahí nos toca proteger a las personas mayores vulnerables (porque no todas lo son), evitando el contacto con personas que puedan ser portadoras del virus y priorizando en el sistema público sanitario su atención médica de calidad. La segunda es la vulnerabilidad en la vida cotidiana. Es evidente que aquellas personas más frágiles o con enfermedades crónicas o respiratorias que deben permanecer en casa necesitan apoyo y no todas tienen una red familiar o comunitaria que pueda proveerles de alimentación, de medicamentos o de conversación.

Entendiendo las medidas de protección que están tomando los gobiernos, creemos que no se puede abandonar a estas personas mayores. No podemos depender de voluntariados –por importante que sea fomentarlo–, ni esperar a momentos críticos. Conforme pasen los días, personas mayores que viven solas o acompañadas de otras personas mayores pueden sufrir más ansiedad y más temor a la hora de seguir ejerciendo su autonomía y necesitarán de todo nuestro apoyo. El sistema público de apoyo a estas personas debe funcionar y debe recibir una inyección de recursos económicos, pero también deberá nutrirse de creatividad y de osadía para responder al reto.

La atención física y emocional de las personas mayores vulnerables es un asunto de derechos humanos pero también entra en la órbita del deber moral de devolver con respeto y comprensión todo aquello que nos han legado las generaciones que han llegado a mayores superando mil situaciones complejas y que son las que nos han sostenido hasta el día de hoy.

Pero hay otro ángulo del momento que a UNATE, La Universidad Permanente, le interesa destacar: las personas mayores son parte de la solución sistémica de esta crisis. Y lo son por varias razones. La primera tienen que ver con la experiencia. Este país, en el que algo más del 20% de las personas tiene más de 65 años de edad, no puede permitirse el lujo de rechazar el acumulado de experiencia profesional y personal que este colectivo atesora. Más allá de honrar el “patrimonio inmaterial” con el que pasean por la vida, se trata de ponerlo en valor, determinar sus capacidades y movilizarlas en pro del bien común.

Profesionales de la salud, de la educación, expertos y expertas en atención comunitaria, activistas, maravillosas cocineras y cocineros, agricultores, ganaderas… En el colectivo de personas mayores hay experiencia y sabiduría como para diseñar un plan de salida de esta crisis. La tecnología del siglo XXI es de gran ayuda en este momento, pero el saber acumulado a través de décadas de experiencia no se puede medir en gigabytes.

La segunda nos remite a la resiliencia, esa capacidad de las personas para sobreponerse a situaciones traumáticas. Más allá de la resiliencia ante lo individual (la muerte de un ser querido, la enfermedad o la pérdida de capacidades), nos interesa la resiliencia de las personas mayores ante los traumas colectivos. Muchas de nuestras personas más mayores vivieron la posguerra o supieron navegar entre limitaciones económicas, alimenticias y de infraestructura inimaginables para nosotros. Otras, aprendieron a librar batallas para conquistar la libertad o los derechos laborales y sociales ante enemigos que, a menudo, respondían con violencia. Algunas, como las personas mayores que residen en España pero que llegaron de otros países, saben lo que es sobrevivir a guerras recientes, terremotos, sequías inenarrables o éxodos provocados por hechos diversos. Su capacidad emocional es ejemplar y sus estrategias para sobrellevar hechos de esta envergadura son de especial necesidad en este momento en que, aunque no sabemos hasta dónde llegará la crisis, sí podemos afirmar que sus consecuencias en el futuro inmediato serán brutales.

Desde UNATE animamos a aprovechar ese conocimiento y a ponerlo en juego en nuestra sociedad. La experiencia y la resiliencia de las personas mayores pueden ayudarnos a salir del atolladero. Seamos inteligentes.

*Paco Gómez Nadal es coordinador general de UNATE, la Universidad Permanente de Cantabria.

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