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Entrevista Virginia Carracedo, profesora e investigadora de la Universidad de Cantabria

“Una parte de la sociedad tiene una visión idílica del medio natural y rechaza el fuego por el impacto mediático que generan los incendios”

Virginia Carracedo, docente e investigadora de la Universidad de Cantabria.

Blanca Sáinz

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Virginia Carracedo es docente e investigadora del departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria, además de integrante de la conocida como Mesa del Fuego de Cantabria. Al margen de eso, recientemente se ha convertido en una ávida tuitera que, cada vez que se producen incendios en la comunidad, aporta un punto de vista que poco suele aparecer en los medios de comunicación: el científico. Un par de meses atrás, el Gobierno de Cantabria aprobaba la Orden por la que se comenzaban a regular las quemas controladas y prescritas, y hablamos con ella sobre esa idea utópica para unos, y necesaria para otros, de utilizar el fuego como herramienta de gestión del territorio: “Hay que tener en cuenta que el desbroce, que podría ser la solución más deseable, no es factible ni económicamente viable realizarlo en gran parte de la autonomía por las características orográficas del territorio”, explica.

¿Los incendios están aumentando con los años, o solo es una sensación?

Los datos estadísticos de los que disponemos nos dicen que, al contrario de lo que ocurre en el resto del país, la incidencia de los incendios no disminuye en Cantabria. Tanto el número de incendios como la superficie quemada se han duplicado a partir del año 2008 y en la actualidad nos encontramos con medias de casi 700 incendios y 9.000 hectáreas anuales. Parte de este incremento puede deberse a que ahora se recoge información de todos los incendios por pequeños que sean, y antes parece que no se registraban en su totalidad. Sin embargo, hay algunos indicadores que deben ponernos en alerta: durante el último decenio se concentran cuatro de los cinco años en los que más superficie se ha quemado a lo largo de toda la serie disponible, que se remonta a finales de los 60, y a ello hay que sumar que la incidencia de los incendios de gran tamaño, los de más de 100 hectáreas, se han ido incrementando de forma constante. Si tenemos en cuenta los cambios de escenarios y de tipologías de incendios que se están produciendo a escala global y en entornos próximos como el mediterráneo, contamos con un incremento de incendios que quedan fuera de la capacidad de extinción, y que son más grandes, más dañinos, más peligrosos y muy vinculados a los cambios ambientales y climáticos en los que estamos inmersos. Creo que deberíamos empezar a plantearnos un nuevo modelo de gestión.

¿Ya hay una estimación de cuántas hectáreas llevamos quemadas en Cantabria en 2021?

Uno de los problemas de trabajar con las estadísticas oficiales que elaboran en el Centro de Coordinación de la Información Nacional de Incendios Forestales (CCINIF) a partir de los datos que proporcionan las comunidades autónomas es que tardan en estar disponibles más de un año, porque requieren pasar por una serie de filtros antes de darse por definitivos. Para que te hagas una idea, ahora mismo para Cantabria solo hay datos disponibles hasta 2018, aunque en la Mesa del Fuego nos han adelantado los datos generales de 2019 y 2020. En todo caso, los datos estimados hasta la fecha para este año 2021 superan los 675 incendios y las 6.000 hectáreas.

Cantabria es una de las comunidades españolas y europeas con mayor incidencia de incendios, y no tenemos ninguna Brigada de Investigación de Incendios Forestales

¿Está siendo un año especial?

Si tenemos en cuenta que después de un año de gran incidencia, como fue 2019, suele haber un año de mínimos y que generalmente entre el 80% de los incendios y el 90% de la superficie quemada se concentran entre enero y abril, este año podría no ser uno de los peores años. Lo que sí se observa es que los años de menor incidencia están incrementando sus valores mínimos. Con todo, es cierto que este año se han quemado zonas que habitualmente no se queman, se han quemado de una vez áreas que suelen quemarse en varios episodios, en fuegos más pequeños, y no se puede descartar que el conflicto latente en torno al lobo haya estado relacionado con algunos de los incendios ocurridos.

 ¿Qué tipo de perfil tiene el incendiario en Cantabria?

La idea general es que son los ganaderos los que queman el monte en Cantabria cada año, algo que está relacionado con el uso del fuego como herramienta por parte de este colectivo desde hace miles de años y también con una de las motivaciones que hasta el año 2016 constaban en los partes que se rellenan cuando hay un incendio. Ahí se indicaba que las motivaciones eran provocadas por pastores y ganaderos para regenerar el pasto y eliminar matorral. No obstante, hay que señalar que en estos partes la gran mayoría de las motivaciones son supuestas, y la realidad es que no llegan al 2% los incendios que se investigan en Cantabria, lo que implica que el perfil del incendiario también es supuesto. En España, las primeras Brigadas de Investigación de Incendios Forestales (BIIF) comenzaron a funcionar en 1994 pero en Cantabria, a pesar de ser una de las comunidades españolas y europeas con mayor incidencia de incendios, no tenemos ninguna.

¿Esa es la única razón por la que se culpa a los ganaderos?

Ganadero no es el que tiene animales, es el que tiene en la ganadería su principal fuente de riqueza, así que hay muchas personas que tienen ganado pero no son ganaderos a título principal. En Cantabria hay unos 4.000 ganaderos a título principal, y 3.000 de extensivo, lo que significa que, aún asumiendo que todos los incendios los produjeran ganaderos, que ya adelanto que no es así, la mayor parte del colectivo no provoca incendios. Si observamos los niveles de agresividad contra el colectivo que se dan en las redes sociales tras cada episodio de incendios, es algo injusto e incluso contraproducente. Hay que tener en cuenta que se machaca sistemáticamente a todo un sector que es básico desde muchos puntos de vista. También se suele hacer referencia a que queman para recibir las ayudas de la PAC, pero no se considera que los derechos que declararon en 2015, y por los que cobran, son los que tienen hasta la siguiente PAC (2023), no varían. Y que si se quema un monte se descuentan los derechos proporcionalmente a todos los ganaderos del monte, hayan quemado o no. Además, si no justifican todos los derechos durante dos años los pierden.

Utilizamos mal los términos porque el pirómano es el que sufre un trastorno mental, lo correcto para referirse a las personas que provocan incendios es incendiario

¿Y por qué Cantabria no dispone de un equipo especializado en investigar incendios?

La verdad es que no lo sé. Yo creo que se tiene tan interiorizado que los incendiarios son los ganaderos que no lo ven necesario. Pero hay ejemplos como el de Asturias, muy similar a Cantabria, en el que el trabajo de las BIIF ha puesto sobre la mesa una mayor diversidad de motivaciones que no se corresponden tanto con la regeneración de pastos como con una insuficiente gestión forestal en un territorio que sufre los problemas de la despoblación. Y, sobre la cuestión en sí, yo creo que hay dos grandes grupos de motivaciones: las que están vinculadas a conflictos diversos, porque lo cierto es que en el medio rural cualquier conflicto se puede traducir en un incendio (lobo, propiedades en los montes...) y, las de mayor peso, las que están vinculadas a la necesidad de gestión forestal, que son muy diversas y que incluyen la regeneración de pastos pero también la pérdida del paisaje vivido, entre otras. También es bastante habitual que se meta a todos los incendios en el mismo saco, pero no es lo mismo un incendio que deriva de una quema que se ha escapado, aún sin haber cumplido con la normativa, que un incendio provocado con malas intenciones y esto, que se puede determinar mediante la investigación de causas, le da a la investigación un carácter preventivo que puede ayudar a establecer medidas para evitar estas quemas mal realizadas, al mismo tiempo que los incendios a mala fe pueden derivar en las condenas correspondientes.

 ¿Qué diferencia a un incendiario de un pirómano?

Utilizamos mal los términos, y un pirómano es una persona que sufre un trastorno mental, porque se considera un trastorno psiquiátrico. Dentro de ahí hay que determinar que ese trastorno es piromanía o si son personas que tienen un comportamiento piromaniático que se puede dar en personas con trastornos antisociales. El término correcto para referirse en genérico a las personas que provocan incendios es incendiario.

 Si son incendiarios y no pirómanos, ¿por qué aprovechan el viento sur para quemar?

El sur se ha utilizado tradicionalmente para quemar porque es un viento cálido y seco, frecuente en la región desde el otoño hasta la primavera, que es capaz de secar rápidamente una vegetación habitualmente muy cargada de humedad debido al clima oceánico. Aunque esto está cambiando, y en la actualidad observamos que se quema cada vez más durante situaciones anticiclónicas prolongadas.

El problema con el fuego surge cuando se comienza a prohibir y no se da una alternativa a la gestión de las miles de hectáreas utilizadas por la ganadería

 ¿Por qué es necesaria la quema?

Cantabria es una comunidad con un marcado carácter rural, montañoso y de fuertes pendientes, lo que ha supuesto, ya desde muy temprano, que gran parte del territorio se orientara hacia la actividad ganadera, siendo la ganadería en régimen extensivo la que acabó adquiriendo un mayor protagonismo en las áreas rurales. Las quemas se han realizado tradicionalmente con el objetivo de preparar los pastos antes de la subida del ganado a los montes a finales de primavera, frecuentemente con el suelo aún helado y aprovechando situaciones atmosféricas capaces de secar rápidamente una vegetación habitualmente muy cargada de humedad, como he explicado antes. Incluso, no hace tantos años, se seguían haciendo en concejo en algunas zonas. Hay que tener en cuenta que el desbroce, que podría ser la solución más deseable, no es factible ni económicamente viable realizarlo en gran parte de la autonomía por las características orográficas del territorio, lo que convierte a las quemas en la mejor opción.

¿Cuándo surge el problema?

Cuando se prohíbe o limita el uso del fuego y no se da una alternativa a la gestión de las miles de hectáreas de superficie utilizadas por la ganadería. Y se complica en la actualidad aún más cuando los procesos de abandono del campo acaban con la diversificación de la cabaña ganadera y se concentran en muchos menos rebaños y más grandes, pero con una utilización del monte y un aprovechamiento de la vegetación mucho más limitado. Lo anterior ha supuesto un incremento importante tanto de la superficie forestal arbolada como del matorral, que cada vez se aproxima más a los núcleos, cierran caminos y accesos, aísla a los vecinos en las zonas con poblamiento disperso... Por lo que se acaban modificando unos paisajes que, además de contar con una gran valoración por parte de la sociedad, hace desaparecer los paisajes en mosaico característicos de la comunidad, y muy valiosos desde el punto de vista de la biodiversidad.

¿Cuál sería la forma correcta de quemar?

Sin duda mediante quemas controladas o prescritas. No obstante, su implantación no es sencilla... En primer lugar, por la falta de confianza en la Administración de una población a la que se lleva dejando de lado de la gestión de sus montes de forma recurrente desde hace décadas, y la inercia que ello ha adquirido. Cabe recordar que dos terceras partes de la comunidad son montes de utilidad pública. Además, hay desconfianza, falta de apoyo e incluso presión de una parte de la sociedad cántabra con una visión idílica, estática y romántica del medio natural y del mundo rural, y con un rechazo absoluto del fuego como herramienta, que está más vinculado al impacto mediático que generan los incendios que a los efectos, limitados y científicamente demostrados, de las quemas controladas y prescritas. Y por último, tenemos una Administración y un Gobierno lastrados por la lentitud, la falta de experiencia y de medios, la reticencia a trabajar desde el territorio, en vez de sobre el territorio, y, en definitiva, con falta de valentía como para llevar a la práctica el necesario cambio de enfoque y una la visión a largo plazo.

¿Se encontrará el equilibrio entre las zonas rurales y la Administración?

El fuego siempre ha estado presente en la comunidad, y avanza leyendo el paisaje, así que si nosotros no gestionamos el monte, el fuego lo va a gestionar solo. Hace falta más gestión forestal, pero una gestión forestal vinculada y consensuada con la población que vive en y de los espacios forestales, al tiempo que considera las demandas de conservación y de uso de la sociedad actual.

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