Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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No voy a defender a Maduro que me parece un presidente fallido y autoritario que ha llevado a Venezuela a la ruptura social y económica, pero ni es el único responsable del destrozo ni el único país con graves problemas ni eso justifica un golpe de Estado que puede convertir el enfrentamiento civil en guerra. Lo que necesitan los venezolanos es una mediación que intente resolver la división, no un derrocamiento urdido con Estados Unidos, potencia con un largo historial de intervención en catastróficos golpes militares que han desangrado a Latinoamérica.
Es innegable la injerencia de Trump. Hace meses avisó de que estaba dispuesto a todo en Venezuela y al minuto de la autoproclamación de Juan Guaidó, la Casa Blanca sacó un comunicado preparado. Cómo no entender la desesperación de millones de venezolanos con la insostenible situación de su país, pero no puedo defender que se lo entreguen a una potencia imperialista. A Trump no le importa la libertad de los venezolanos, sólo su petróleo y su economía.
Qué decir de Bolsonaro, un ultra que llama terroristas a los movimientos sociales y apoya a grupos paramilitares. O del colombiano Iván Duque, delfín del ex narcopresidente Álvaro Uribe. Si estos son los que van a traer la democracia, apaga y vámonos. También han apoyado a Guaidó, presidentes más moderados, como el canadiense Trudeau, pero es paradójico que la comunidad internacional capitalista no tenga la misma contundencia para condenar dictaduras brutales como la de Arabia Saudí o economías más deprimidas como las africanas. ¿Por qué no le da Pedro Sánchez 8 días al dictador Obiang para que deje Guinea Ecuatorial?
Está claro que interesa meter mano a Venezuela por su riqueza y su resistencia al bloque neoliberal. Por eso los medios juzgan con mucho más dureza lo que ocurre allí que en otros países. Se habla del “éxodo masivo” de Venezuela a Colombia, pero nadie habla de intervenir Honduras, Salvador o Guatemala de donde miles de personas están huyendo por la pobreza y la violencia extremas. Tampoco se recuerda que 1 millón de españoles se fueron de España durante la crisis. Se condena la dureza de Maduro pero no hay una crítica a los 5.500 detenidos, 1.500 heridos y 10 muertos en la represión de los chalecos amarillos en Francia. El amigo es un demócrata, el enemigo, un dictador.
Otro tópico matizable. Se llama dictadura al gobierno de Maduro y es cierto que ha acumulado de manera muy discutible poder legislativo y judicial, pero ganó una elecciones avaladas por 16 partidos, 6 candidatos de la oposición y observadores internacionales como el ex presidente Zapatero. La participación fue baja y sin embargo porcentualmente por encima de la que dio la victoria a Trump. Es el presidente electo, así que la Constitución no permite otro, por mucho que la oposición lo repita o que los liberales del mundo aplaudan el golpismo.
No pretendo ocultar los defectos de Maduro sino desvelar los efectos de la propaganda. Pero eso no exime al presidente venezolano de sus culpas: creo que el madurismo está dilapidando los logros del chavismo, que está de corrupción hasta las cejas y se le ha ido el país de las manos, que no puede culpar de todos los males al sabotaje de la oposición y el imperialismo, que hay graves retrocesos en las libertades, que su gestión es un fracaso. Si quiere evitar una guerra o que se consume el golpe, debe aceptar una negociación que intente restaurar un país roto y le dé una oportunidad a otros líderes de izquierdas.
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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.