Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
Accede aquí a nuestra portada.
El presidente ha pasado de querer reeditar la coalición con Yolanda Díaz a querer comerle el pedazo de pastel y reeditar el bipartidismo. Es el último ejemplo de su manual del volantazo. Pedro Sánchez es un oportunista, literalmente un político que sabe encontrar sus oportunidades para resistir en el poder y cambia de parecer según le convenga. Nada que no pueda decirse de muchos políticos en la cúspide. Resistir en el poder es parte del trabajo. Con el poder se cambian las cosas. Y hay pocos políticos que no mezclen su interés particular o partidista con el general. Los hay que tienen una vocación genuina y generosa de servicio público, pero son muchos más los que lo hacen bien porque les viene bien. Por egoísmo. Pedro Sánchez no es una anomalía, su anomalía es su proverbial don del oportunismo.
Sin embargo, la derecha ha convertido la normalidad de cualquier político ambicioso en una monstruosidad, haciendo de Sánchez un perverso Maquiavelo, adorador del mal, que ha sumido a España en el caos y la destrucción. Su gobierno es Frankenstein y él es Drácula, príncipe de las tinieblas. “Es un gran impostor, un simulador, un embustero. Su personaje nace de un complejo profundo y un resentimiento. El sanchismo es una forma de entender la política en la que todo vale, es el poder a cualquier precio”. Comparen estas líneas con mi crítica anterior. Así presentaba EL MUNDO al personaje este fin de semana en un perfil que ofrece una visión tan desfigurada como la imagen de Sánchez que acompañaba al reportaje, confeccionado con una mayoría de voces hostiles. Si pones un espejo deformante, te sale un esperpento.
La caricatura grotesca es un básico de la propaganda del que el nazismo fue maestro y todos los ultraísmos posteriores, sus alumnos aventajados. Consiste en hacer del rival político un enemigo público hasta hacerlo detestable. La derecha mediática y política se ha especializado en esta técnica de manipulación masiva para eliminar las molestias. Animalizan o deforman a la víctima para convertirla en una bestia o un monstruo repulsivo. Quien más lo ha sufrido ha sido Pablo Iglesias al que llegaron a caracterizar como “Coletas Rata” o “El Chepas” y a retratar en un artículo con una pistola en la boca. La consecuencia es que le enviaron balas en un sobre y esta persecución en los medios se trasladó a la puerta de su propia casa. Acabó dejando la política institucional por el odio irracional que despierta.
También lo ha sufrido Irene Montero a la que han atacado por ser mujer, joven, pareja de Iglesias y ministra de Podemos que ha sacado adelante algunas de las leyes igualitarias más importantes del Gobierno. En mi opinión, no siempre ha gestionado bien las controversias y crisis que han provocado sus leyes, pero eso no justifica la oleada de odio contra ella. La derecha no parará hasta conseguir que se retire. La izquierda se enfrenta estos días al dilema de reconocer su valor y convivir con su devaluación. Creo que se ha ganado el derecho a decidir si dar la cara en primera fila o un paso al lado como Garzón para apoyar desde otra posición.
A Sánchez también lo han crujido. El propio término “sanchismo” como definición de una especie de régimen autoritario, de Gran Hermano absurdo e irreal, es un ejemplo de esta demonización. A Sánchez hay mucha gente que le odia porque cree que ha metido a ETA en el Gobierno y a los okupas en sus casas. Lo odian porque creen que tiene un plan secreto para romper y hundir España aunque las cifras económicas y del paro dicen lo contrario y ha conseguido rebajar el conflicto con Cataluña. Son mentiras que no resisten el menor análisis serio. Pero qué más da. La intoxicación funciona. El odio funciona. La trituradora tritura. Tritura personas, tritura vidas, tritura carreras.
Vivimos en tiempos de trituración del pensamiento, del debate y del otro. Se trituran las ideas hasta reducirlas a eslóganes vacíos. Se tritura al que piensa diferente hasta reducirlo a enemigo o traidor. Se tritura el diálogo hasta reducirlo a pelea. La política, los medios, las redes son trituradoras. La derecha las utiliza para despedazar al contrario. Lo peor es que la izquierda se ha sumado a la trituración para despedazar al aliado. Se pide la unidad, pero los intransigentes trituran toda posibilidad de lograrla. Trituran todos los puentes. Cuando todo el mundo quiere llevar razón todo el tiempo, no hay razones, hay pasiones. Hay posiciones, trincheras, cañones. Cuando nos trituramos entre nosotros, entramos a formar parte de la trituradora y la hacemos avanzar. Avanza la trituradora, retrocede la democracia. Para ganar a la derecha extrema hay que empezar por no parecerse a ella. Si la izquierda tritura igual, ya han ganado ellos.
** Nos necesitamos más que nunca, os necesitamos más que nunca. Para tener una radio propia, una casa propia, un refugio. Ayúdanos a proclamar la república independiente de la radio en goteo.cc/vamosaproclamarlarepública **
Sobre este blog
Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
39