Siete años y más de 1.600 beneficiarios del comedor social en Guadalajara

En 2010, Cáritas y Accem iniciaron un proyecto de comedor o 'restaurante' social en Guadalajara, con el objetivo de aliviar la situación de las personas y familias que no podían hacer frente al gasto básico de la comida. Cuenta también con un supermercado solidario, en el que se ofrecen productos básicos de manera más económica, todo un esfuerzo conjunto para hacer frente a las consecuencias que la crisis, el desempleo y el paulatino agotamiento de los recursos públicos de protección, así como de aquellos que pueden ofrecer las familias.

Desde que se abrió el comedor han pasado por él ya más de 1.600 familias, a las que va dirigida el primer turno, que va desde las 11:30 hasta las 12:30 de la mañana. Así lo explica una de las encargadas del proyecto, Natalia Tallada. Quienes tienen una casa y pueden calentarla, se llevan el menú (dos platos, pan y postre) a su casa en tarteras. “Normalmente, se trata de familias a cargo de personas dependientes o con algún tipo de problema de salud”, señala la profesional. Para quienes no tienen casa o no pueden calentar la comida, se abre el segundo turno, desde la 1:15 de la tarde, donde se puede comer en el mismo restaurante.

El perfil habitual, describe Tallada, es de personas en riesgo de exclusión social y que no son capaces de cubrir las necesidades básicas de alimentación. Bien porque etán en paro, o bien porque tienen trabajos sumergidos que no ofrecen los suficientes medios. Las familias suelen tener también más de dos hijos, por lo que los ingresos no logran cubrir todos los gastos. “Lo que hacemos es aliviar un poco ese gasto mensual a través de la elaboración de los menús. Nuestro objetivo es ese, que el que no tiene para comer pueda hacerlo, porque es un derecho universal”, señala Natalia.

La comida que se ofrece se basa en productos de temporada, siempre enfocando la elaboración del menú a que sea “de calidad y variado, nutritivo y suficiente” para cubrir las necesidades de la comida del mediodía. Este pasado viernes, por ejemplo, el primero consistió de alubias con marisco y el segundo de empanada de atún. El postre suele consistir de fruta, pero también depende de las distintas donaciones que reciba la entidad.

Una empresa de seguridad alimentaria se encarga de supervisar las propuestas de menú, que se elaboran de forma mensual. “Dan el visto bueno a que contenga todas las semanas la cantidad suficiente de verdura, legumbre o pescado”, explica Natalia Tallada. Esto implica, por ejemplo, que mínimo una o dos veces a la semana se debe ofrecer legumbre y que haya alternancia entre carne y pescado en los segundos platos. “Intentamos también que haya variedad”, puntualiza. Los proveedores, carnicería, frutería o pescadería, son también del ámbito local.

El comedor se mantiene gracias a las subvenciones públicas que vienen de la Junta de Comunidades, y que también incluyen otros patrocinadores. “Este año todavía no salen, debido al tema de los presupuestos, y no sabemos muy bien cómo se va a financiar”, lamenta Tallada. Por otra parte, reciben también donaciones particulares y también donaciones en especias, así como campañas de recogidas de productos para el comedor.

Dos trabajadoras sociales están encargadas de las entrevistas para poder acceder a los servicios que se ofrece, a las que se debe entregar documentación “bastante exhaustiva”. “Se pretende conseguir un sistema justo, para que lleguen a quienes realmente lo necesitan”, afirma Tallada. El equipo lleva a cabo una colaboración, tras la cual se firman las normas y pautas para conservar la comida y poder así acceder a los menús de lunes a viernes.