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Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia

¿Es posible adelantar las consecuencias de una dana a través de los satélites de observación?

Satélite PAZ

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Un satélite orbita alrededor de nuestro planeta, se mueve a altas velocidades, observa, capta imágenes de la superficie terrestre y aporta información valiosa. Es una tecnología compleja que no todo el mundo conoce, pero que puede ayudar para la prevención y labores de apoyo en situaciones de emergencias como la devastadora dana de hace un año. Pero ¿cómo es esto posible? ¿España cuenta con el despliegue satelital suficiente para ello?

Nos lo desvela Francisco Javier Escribano, ingeniero de Telecomunicación y profesor de la Universidad de Alcalá (UAH). Según indica, los satélites de observación terrestre proporcionan una “información muy valiosa”, tanto “para prevención como para labores de apoyo en emergencias y evaluación” del impacto de fenómenos meteorológicos.

Esto es así porque, por un lado, facilitan la disponibilidad prácticamente inmediata de información meteorológica a partir de observaciones basadas en imágenes y otras técnicas: por ejemplo, lo que se conoce como “radar de precipitaciones”.

Deja claro que este mecanismo no sustituye a la observación sobre el terreno, ya que la resolución que se alcanza desde los satélites tiene sus limitaciones debido a la distancia desde la que operan, junto con el hecho de que se encuentran en movimiento relativo respecto de la superficie terrestre.

Su órbita alrededor de la Tierra se realiza a altas velocidades, y debe pasar un cierto tiempo antes de que puedan enviar nuevamente imágenes de un mismo lugar. Es decir, ofrece una visión de conjunto en momentos concretos “que nos permite hacernos una idea global sobre un área relativamente grande, que hay que interpretar en conjunción con los datos que se puedan recabar in situ”.

Pueden detectar tendencias que permitan poner en marcha, con conocimiento de causa, políticas de prevención a más largo plazo

Por otra parte, está la recolección e interpretación de los datos que se van registrando desde esos satélites de observación. “Pueden ayudar no solo en los momentos en los que se prevé una emergencia, sino también para detectar tendencias que permitan poner en marcha, con conocimiento de causa, políticas de prevención a más largo plazo”.

En este caso, un ejemplo podría ser el registro del grado de humedad del terreno en una determinada área geográfica que pueda ser susceptible de sufrir incendios forestales: “Si se observa una tendencia de año en año hacia una mayor sequedad, se estaría en mejor disposición para planificar y programar acciones preventivas adecuadas, así­ como realizar las inversiones requeridas para ello con la necesaria anticipación”.

Pese a la importancia que este experto da a la observación sobre el terreno, no deja resaltar la necesidad de una imagen “de conjunto”, o lo que es lo mismo, los datos más generales sobre un área considerable. “Los desafíos que nos plantea el cambio climático son de una magnitud inimaginable, y son de tipo global en todos los sentidos, por lo que es imprescindible contar con el apoyo de la observación desde el espacio”.

Satélite PAZ

La cuestión fundamental es si España cuenta con medios suficientes para el despliegue de esta tecnología. El ingeniero y profesor detalla que actualmente en nuestro país disponemos de algunos satélites operativos que pueden dar el apoyo necesario en estas cuestiones.

Al margen de los satélites dedicados a comunicaciones y defensa, es el caso del satélite de observación PAZ con el que cuenta el país desde 2018. Para 2030 se prevé que pueda operar su reemplazo, el PAZ II, con capacidades mejoradas.

El desarrollo de esta tecnología de observación fue impulsado por el llamado Programa Nacional de Observación de la Tierra por Satélite (PNOTS), lanzado en 2007 por los Ministerios de Defensa e Industria.

Pero esta no es la única fuente española de información satelital. El programa europeo COPERNICUS coordina la información proveniente de satélites propios (los llamados Sentinel) y de los paí­ses asociados (por ejemplo, PAZ está incorporado a este programa), de tal forma que los gobiernos, entidades públicas e incluso la sociedad civil pueden acceder a información más variada y frecuente de la que puede proporcionar un solo satélite.

Web de COPERNICUS con datos de los satélites Sentinel

Recientemente, el Gobierno español ha aprobado la inversión en tres satélites de observación dentro del programa 'Constelación Atlántica ESCA+', que se desarrolla en cooperación con Portugal.

Escribano cree que es una buena oportunidad. “Contar con más satélites servirá para que las observaciones puedan ser más detalladas y frecuentes. Además, disponer de una red más numerosa desarrollada básicamente en la Península Ibérica provee de una cierta autonomía que resulta conveniente en un contexto de creciente tensión internacional, incluso entre aliados tradicionales”. El objetivo: no estar “supeditados” a la transferencia de tecnología de empresas y gobiernos foráneos.

En el caso de Europa, la red de observación global está en el mencionado programa COPERNICUS. Aunque no está vinculada en exclusiva a la prevención y gestión de las consecuencias del cambio climático, es una de sus aplicaciones directas más importantes.

Teniendo en cuenta la relevancia de esta tecnología, también es importante tener en cuenta cómo se regula. Francisco Javier Escribano apunta que hay algún tratado internacional “muy básico” que intenta regular algunos aspectos de la utilización del espacio extraterrestre, pero “no hay mucha legislación” al respecto.

La ONU recomienda más regulación

La Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de la Secretarí­a de las Naciones Unidas emite recomendaciones para que los gobiernos nacionales desarrollen esta regulación, y para que registren “de forma pública, armonizada y eficaz” los objetos que lanzan al espacio.

Existe para ello el 'Convenio sobre el registro de objetos lanzados al espacio ultraterrestre', pero no están adheridos todos los paí­ses que operan sistemas satelitales. “Esto dificulta tener una gestión coherente de estos sistemas, desde su concepción y diseño hasta su puesta en órbita”.

La ONU prevé un millón de satélites en órbita para 2030. Con estas cifras, destaca el ingeniero, pudiera suceder que un recurso tan valioso como es el espacio alrededor de la Tierra, que puede servir para “afrontar los desafíos del cambio climático y ”dar apoyo frente a todo tipo de desastres naturales“, quede ”inservible“ debido a la magnitud de las interferencias, y el bloqueo visual por la cantidad de objetos orbitales y por los efectos de la basura espacial.

Por eso, concluye, será imprescindible que todos los paí­ses, en el seno de la ONU u otros organismos multilaterales, comenzaran a ponerse de acuerdo sobre algunos principios mínimos, “si no queremos que la situación explote en un momento dado y ya sea tarde para revertir algunos de los efectos negativos de la sobreexplotación de las órbitas alrededor de la Tierra”.

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