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Bárbara D. Alarcón

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La zona de la Mancha se caracteriza por muchas cosas pero quizá una de las más visibles sean sus llanuras. Levantar la vista en esta parte de la región nos lleva a un mar de agricultura en el que destacan las grandes hectáreas de viñedos, las cooperativas agrícolas y, más recientemente, proyectos de jóvenes que buscan cultivar la tierra recuperando las dinámicas más tradicionales bajo conceptos modernos como la sostenibilidad, la ecología o las nuevas tecnologías. 

En plena frontera entre Ciudad Real, Albacete y Cuenca encontramos, haciendo honor a los rasgos del campo que le da la vida, el ‘Llano manchego’, una iniciativa creada en Socuéllamos que se ha convertido en la forma de vida de Manuel Requena, 30 años, y Aroa Morales, de 31. 

Esta pareja ha decidido vivir del campo desmarcándose de las dinámicas empresariales marcadas por el capitalismo, la búsqueda de beneficios económicos y el consumo. Requena y Morales residen en los mismos terrenos que cultivan, consumen lo que producen y, en el caso de tener algún excedente, lo venden o intercambian con familiares, amistades o en cooperativas de economía social.

“Cuando empezamos a salir juntos nos planteamos qué forma de vida queríamos tener y decidimos ser lo más autosostenibles posible. Hacemos todo para nosotros a pequeña escala”, explican los jóvenes quienes se definen como hortelanos aunque Morales también se dedica al mundo audiovisual.

Requena y Morales viven en el campo que, en definitiva, es su lugar de trabajo donde plantan verduras, hortalizas, viñedos y olivos y además, producen su propio pan, jabón, pasta de dientes o detergente, todo ello ecológico. Su casa tiene un baño seco, cuenta con energía solar y desde hace un año con lavadora. “Creemos que hay que vivir con lo justo. Intentamos ir quitándonos cosas”. 

“Queríamos que el proyecto fuera ecológico desde el primer momento” ya que defienden que esta es “la única alternativa si intentas cultivar de la mejor manera posible”. Además de no usar productos químicos, el Llano Manchego se caracteriza por su consumo responsable. “No tendría sentido defender una cosa y luego ir al Corte Inglés o a grandes superficies”.

Morales ha sido la encargada de difundir su forma de vida bajo el nombre de Llano Manchego. Lo que comenzó siendo una decisión personal se ha convertido en un proyecto ejemplo de que otro estilo de consumo es posible. “Aroa hizo un blog y empezó a darle difusión. Le sale solo estar con la cámara”, cuenta Requena. “Colgamos en las redes sociales lo que hacemos en el día a día y sobre todo aquellas fáciles de hacer para cualquiera”, añade Morales. De esta forma la pareja difunde herramientas para que cualquier persona pueda reducir su consumo. “Hemos explicado recedes para hacer con pámpanas, por ejemplo, porque los viñedos dan muchas y no se hace nada con ellas cosa que sí se hace en Rumanía”. Entre sus últimas publicaciones, destaca una receta para ungüento para las quemaduras. 

Ecología, cuidado del medio ambiente, consumo responsable, autosuficiencia… son conceptos muy modernos que, tal y como defienden desde Llano Manchego, no son más que la vuelta a las raíces, a las tradiciones y a los estilos de vida de nuestros abuelos. 

Las trabas administrativas a pequeña escala

“Empezamos vendiendo nuestra fruta y nuestro pan pero te exigen mucho para hacerlo de una forma legal, de hecho te exigen lo mismo que si fueras una panadería industrial. Al final no nos rentaba”, cuenta Requena.

Las gestiones administrativas, tal y como explican los socuellaminos, son muy complicadas desde las relacionadas con su situación laboral hasta las que regulan la compra-venta pasando por las certificaciones de ecológico. “Yo soy joven agricultor y he solicitado las ayudas pero no llego a las hectáreas necesarias para recibirlas. Para la huerta, si quieres darte de alta como hortelano, tienes que tener más de un cultivo con varias hectáreas y no un poco de todo”. 

Requena afirma que el concepto de “pequeño agricultor” no es literal por lo que una persona como él, dedicado a un negocio basado en el autoconsumo y sin objetivos de ganancias económicas, queda en un limbo. “Los pequeños agricultores no se ven, cada vez son más grandes, son fincas grandes vendidas a fondos buitres”. 

En el terreno de lo ecológico las trabas continúan. Según Morales, “la burocracia no da facilidad a lo ecológico”. “Si yo pongo una huerta ecológica no puedo utilizar las semillas de mi abuelo de hace 20 años, tengo que comprarlas ya ecológicas para que las certifiquen”. 

Por ello el Llano Manchego forma parte de la cooperativa ‘La Entreverá’ situada en la localidad vecina de Villarrobledo. “Los productores son cercanos, nos conocemos y no necesitamos que una certificadora nos diga que son ecológicos. Nos fiamos porque es un comercio cercano”.

“La dificultad está en vivir en un piso en Madrid”

La sostenibilidad y el consumo responsable del Llano Manchego llega hasta la construcción de su propia casa. “Construimos como antes. Primero hacías una habitación para dormir, el salón la cocineta y conforme surgían las necesidades, iban añadiendo estancias a la casa”, explica Morales. 

La cotidianidad en la vida de esta pareja pasa por no tener nevera y detalles como recoger leña para encender la estufa. “Antes no teníamos agua caliente y estábamos más felices que una perdiz”, asegura la joven. “Creo que la dificultad está en vivir en un piso en Madrid” añade Requena poniendo en valor su libertad a la hora de gestionar el tiempo. “Es un ritmo de vida totalmente distinto”. 

Por su parte Morales apunta algunas desventajas como las dificultades que conlleva la vida agrícola entre solo dos personas. “Es complicado hay que trabajar el huerto, la viña, los olivos, las gallinas... ”. Sin embargo, los inconvenientes dependen “de la manera de verlo”. “Hay que creer en ello, si no crees no disfrutas”.

A pesar de romper con las líneas empresariales del capitalismo, el Llano Manchego cuenta con un plan a futuro. Mejorar el baño, instalar la energía solar en el riego, construir un invernadero o un sistema de depuración de aguas, son algunos de los siguientes pasos que dará el proyecto de unos jóvenes que han vuelto al pueblo con una filosofía renovada: recuperar las mejores tradiciones y unirlas a las ventajas del presente. 

“Tenemos Internet. Somos de una generación que ha nacido con al tecnología en la mano. ¿Por qué no aplicar lo bueno de la tecnología a lo bueno del campo sin dañar el ecosistema? No es incompatible siempre que se haga de una manera coherente y sostenible”, comenta Morales mientras que Requena añade una anécdota. “A podar la viña me enseñó mi abuelo, pero a podar el olivo he aprendido con Youtube”. 

“Dependiendo de nuestra economía” evoluciona esta particular llanura manchega que rechaza “el pensamiento de una empresa”. “Queremos que nuestra vida sea cómoda de una manera sostenible pensando también en que cuando seamos viejos lo tengamos todo lo más aviao posible”, explica la agricultora y comunicadora audiovisual. 

“Miramos al futuro sin que vaya muy deprisa, sin pasarnos. Tenemos lo justo para llevarlo nosotros y vivir bien”, añade su compañero de viaje. 

El futuro, ¿marcado por la crisis sanitaria?

“Debería ser una oportunidad, pero no lo se”, reconoce Requena. “Al principio todo el mundo decía que esto nos iba a hacer cambiar pero al final es muy difícil mientras que sigan manejando el cotarro los de siempre. Sale más barato comprar aceite marroquí o vino francés”. 

Un ejemplo de las actuales dinámicas empresariales lo vemos en los pequeños municipios, como el propio Socuéllamos, donde se asienta el Llano Manchego. En esta localidad, de apenas 15 mil habitantes y con una economía basada prácticamente en la agricultura, “es difícil encontrar productos cercanos porque casi todo se va a la exportación Es complicado comprar alimentos buenos y de calidad porque estos se han convertido en algo para la élite que el ciudadano de a pie no se puede permitir”.  

La difusión de proyectos de vida, y al fin y al cabo laborales, como el de Aroa Morales y Manuel Requena, puede incluso convertirse en una solución ante la presente crisis económica provocada por la pandemia. Y es que, frente a la búsqueda exacerbada de beneficios económicos, base del capitalismo, surgen otras formas de existencia basadas en una economía social que aboga por vivir con lo justo, un rasgo perfectamente compatible con la calidad, el bienestar y el confort. 

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