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CIUDAD REAL

La madre refugiada de Adyan, primer bebé hispano-afgano: “Cuando huimos estaba embarazada de tres meses”

Sohaila Omaryar junto a su bebé en su casa de Ciudad Real

Bárbara D. Alarcón / Francisca Bravo Miranda

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Escapar, salir del país, huir de los talibanes. Este fue el primer pensamiento de Sohaila Omaryar y su marido Sabiallha Yusufi, cuando la formación dio el golpe de estado con el que recuperaban el poder en Afganistán el pasado mes de agosto. 

Seis meses después pueden sonreír porque lo consiguieron, están a salvo, al igual que sus hijos Amir, de siete años, y Adyan, de dos meses, quien sin todavía saberlo se ha convertido en el primer bebé hispano-afgano de la Operación Antígona, por la que el Gobierno español pudo rescatar a cerca de dos mil personas.

Casi una treintena de los rescatados han sido acogidos en Castilla-La Mancha por Cruz Roja, entre ellos la familia de Omaryar y Yusufi, quienes nos abren las puertas de su casa en Ciudad Real, donde viven “tranquilos” desde hace seis meses. 

“Todo el mundo entiende lo que supone la vuelta de los talibanes: el cierre de los colegios y de los estudios en general, o la prohibición de que las mujeres trabajen, las mujeres quedan relegadas a estar siempre cocinando, no se les permite hacer nada más”, recalca Yusufi quien insiste en que bajo estas condiciones no es posible tener una vida. “Además los talibanes buscaban, y buscan, a quienes han trabajado con los gobiernos occidentales”, como él mismo que trabajó durante los últimos tres años con el ejército español como técnico de información y traductor. 

“Yo era profesora en un colegio de educación primaria de niñas. Pero a los talibanes no les gustan las mujeres y mucho menos su educación”, comparte Omaryar que estaba embarazada de tres meses cuando huyeron del país. “Cuando logramos escapar de Afganistán el aeropuerto de Kabul ya estaba lleno de talibanes”, recuerda su marido. “Yo, mi mujer y mi hijo, estuvimos una semana sin dormir, viviendo en la calle, mientras esperábamos a que nos llamaran y de repente miré mi teléfono y tenía un mensaje de las autoridades españolas: 'Mañana a las 6 de la mañana el ejército de España estará esperándoos'”. 

La esperanza se agolpó entonces con los cientos de personas que se encontraban en el aeropuerto de Kabul “Fue muy difícil llegar hasta ellos, atravesando a la gente, a los militares y a los propios talibanes”, todo ello con el pequeño Amir. 

Omaryar y Yusufi son un ejemplo de las muchas personas protagonistas de las imágenes que llegaban de Afganistán hace tan solo medio año.

“Son los más fuertes, los que han tenido la posibilidad de salir del país, porque el resto, o no puede salir o se queda en el límite”, explica Jesús Esteban, presidente de Cruz Roja Castilla-La Mancha, quien recuerda el trauma psicológico que una huida como esta supone. “En el caso de las personas afganas, la maleta que traen es tremenda. Y, por eso, la atención psicológica es fundamental. Raro es quien no ha perdido a nadie porque han dejado allí a su familia. Es difícil vivir con tranquilidad en esta situación”.

“Mi padre y mi madre siguen allí aunque mi hermano ha conseguido escapar a Irán”, explica la profesora afgana que, al igual que su marido, ha dejado bajo el Gobierno talibán a familiares y amigos. Sin embargo, la situación de la familia de Yusufi es más preocupante ya que tiene tres hermanas. “Consiguieron salir de la ciudad pero no abandonar el país porque no tienen pasaporte. Ahora están en peligro porque los talibanes fueron a por mí y ellas tuvieron que esconderse, llevan escondidas los últimos seis meses”, relata entre lágrimas. 

Yusufi está preocupado por ellas porque, aunque cree que están a salvo, las comunicaciones e Internet no funcionan siempre y lleva días sin noticias. “Es una situación muy difícil porque aunque no las encuentren no van a poder tener una vida, no pueden salir, ni trabajar, ni estudiar, ni ir a comprar”. Se trata de una carga muy importante, tal y como reconoce el presidente de Cruz Roja, por la cual las personas refugiadas han recibido y reciben atención psicológica y residen actualmente en viviendas gestionadas por la ONG. “Era muy importante llegar a un hogar de alguna manera” por lo que “todos están en pisos, no en centros”. 

Desde Cruz Roja se les ofrece tutela en los primeros seis a nueve meses, según las circunstancias de cada familia. Al acabar este itinerario, cuya duración se establece según las circunstancias de cada familia, son los mismos beneficiarios los que deben hacerse cargo de su contrato de alquiler y lo pagan ellos mismos. “Aunque sea con nuestras ayudas”, recalca Esteban. “Pero en el caso de los refugiados, no se les regala nada. Tienen derecho a ello por los acuerdos internacionales”, subraya el presidente de la organización. “Europa queda fatal. No está cumpliendo sus propias leyes y normas, ni los tratados internacionales”, acuerdos que vuelven a ponerse en duda con la llegada de los primeros refugiados ucranianos. “Si no se quieren recibir refugiados, pues sálgase de la Unión Europea, porque la acogida es uno de los fundamentos en los que se ha asentado este espacio”.

“Cuando llegan a un sitio en el que creen que los van a ayudar, y los reciben con gases y porrazos... Ojo”, lamenta.

Ciudad Real es una ciudad muy amable, igual que la gente

Amir está matriculado en el colegio y, según nos cuenta su padre, ya domina el español mejor que ellos. “Lo entiende mejor que lo habla sobre todo por ver dibujos en la televisión”. Por su parte, con apenas dos meses, el pequeño Adyan ya se ha convertido en ejemplo de una generación de afganos y afganas cuya esperanza no está puesta en Afganistán. “No sé qué pasó pero no queremos volver, creo que nunca habrá paz ”, lamenta entre lágrimas Yusufi, con quien coincide Saboor Mashall, refugiado afgano en Toledo: “Cuando llegaron los talibanes se acabaron todas mis esperanzas”. 

Con la mirada puesta en sus familiares, en sus amistades y en las acciones del Gobierno talibán, estas dos familias de refugiados también coinciden al afirmar que su futuro está en España. “Aquí podemos tener una vida tranquila… Ciudad Real es una ciudad muy amable, igual que la gente”, afirma Yusufi quien junto a su mujer y su hijo mayor están aprendiendo español en las clases que ofrece Cruz Roja a las personas refugiadas. 

“Nosotros trabajamos su integración para que ellos lleguen a quedarse. Puede ser que se vayan, pero nuestro objetivo es que ellos se integren dentro de la sociedad española”, explica el director de la ONG. Por ello, lo principal es el idioma, pero también establecer relaciones con la población local tal y como ha hecho Omaryar asistiendo a cursos sobre embarazo y lactancia. 

Además, Cruz Roja cuenta con planes de empleo y prácticas con empresas colaboradoras para facilitarles la inserción laboral. “Me gustaría volver a trabajar como profesora o volver a estudiar para convalidar mi título y poder ser profesora aquí”, cuenta Omaryar, quién utiliza más el español que el inglés durante esta entrevista para practicarlo. Por su parte, su marido, ya ha solicitado formación en español sobre telecomunicación para poder volver a ejercer su profesión en España. 

“La realidad es que las personas beneficiarias de protección internacional quieren venir a vivir de su trabajo. El discurso de que quieren vivir con las ayudas es totalmente falso, está totalmente desmontado”, añade el presidente de Cruz Roja. 

“Quiero lanzar un mensaje al Gobierno de España: mi familia está en peligro”

“Gracias al Gobierno español hemos podido escapar pero mi familia sigue en problemas y también necesita ayuda”, asegura Yusufi. “Quiero lanzar un mensaje al Gobierno de España: mi familia está en peligro, tienen que rescatarla y traerla a España por favor”. 

Las lágrimas, la tristeza y la desesperación pueden verse en el rostro de Yusufi cuando habla de sus hermanas. Desde la seguridad que les ha dado Ciudad Real, tanto él como su mujer hablan diariamente con sus familiares y amigos y chequen los medios de comunicación para conocer las acciones de los talibanes. Por ello, saben que el Gobierno talibán no está persiguiendo a la gente mayor. “No estoy preocupado por mis padres porque mi padre tiene 90 años y mi madre 75... Quizá a ellos no les hagan nada pero mis hermanas son mujeres jóvenes, son las víctimas y son a quienes están buscando y persiguiendo”. 

“No podemos hablar con ellos todos los días…. Ayer por ejemplo, me dijeron que los talibanes han empezado a obligar a todo el mundo a ir a las mezquitas y rezar cinco veces al día. Menos las mujeres claro, porque ellas no pueden salir de casa”, cuenta. 

El día a día de Mashall es similar: “Todos los días recibo centenares de mensajes, nos piden que contactemos con los medios de comunicación para que se pueda oír su voz. Se les prometió que nadie quedaría atrás si habían colaborado con el Gobierno español. Pero la evacuación se detuvo tras el ataque al aeropuerto de Kabul”.

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