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No proliferan las palabras dedicadas a la cultura en los gobernantes y, en general, en los políticos. Por ello me han alegrado mucho las referencias que al gasto en cultura ha realizado el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en la apertura de la magnífica exposición “A tempora” que se ha inaugurado en Sigüenza. Ha lamentado nuestro presidente regional que España, “que es el segundo museo más grande del mundo”, solo invierta un 4% en cultura y ha explicado que países con “enorme tradición cultural” están en el 12 % de su PIB y por ello, el desarrollo de importantes eventos culturales como ‘A tempora’ “no son un derroche, sino una inversión”, ha asegurado.
Estoy de acuerdo. Ojalá que estas referencias sirvan para concienciar que nuestra región precisa de una política cultural que se desarrolle en coalición con la sociedad, con ciudadanos y colectivos de todo tipo. Pero estas ideas deben expresarse y recogerse mediante los presupuestos, como he tenido la oportunidad de insistir al nuevo consejero de Educación, Cultura y Deporte, mi buen y respetado amigo Angel Felpeto. Pero para que las políticas culturales sean una prioridad del Gobierno Regional no basta con repartir las migajas que actualmente contienen los presupuestos del área de Cultura: se precisa una acción de conjunto en los presupuestos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para conseguir que museos, bibliotecas, archivos, teatro y otras actividades artísticas, patrimonio cultural y arqueológico… puedan disponer de unos recursos que se están negando.
Sin duda el ámbito que mejor conozco son las bibliotecas públicas. Castilla-La Mancha ha sido una comunidad autónoma que ha destacado a nivel nacional por su afán de universalizar los servicios bibliotecarios a toda la población. El Gobierno Regional promovió no sólo la modernización de las sedes de las cinco bibliotecas que gestiona, el incremento de sus plantillas, la dotación de un presupuesto para incrementar las colecciones y realizar un programa de actividades… Pero más importante aún fue su apuesta para desarrollar nuevas bibliotecas públicas municipales en la región, contar con un plan de bibliotecas móviles para atender los pequeños municipios, conseguir la profesionalización del personal bibliotecario, ampliar y diversificar las colecciones y promover programas de animación a la lectura, implantar el catálogo colectivo de la Red de Bibliotecas Públicas…. Lamentablemente, Castilla-La Mancha ha perdido en los últimos cinco años muchos de los programas y de los aires esperanzadores que se fueron abriendo y si se siguen prestando servicios de calidad a los ciudadanos es a menudo por la profesionalidad del verdadero ejército de bibliotecarios con que cuenta nuestra región.
Creo que para corregir malas políticas la primera condición es ser consciente de los problemas que existen. Por ello, esa referencia del presidente Page al presupuesto en cultura, que como muy bien dice no es gasto sino que es inversión, hay que concretarla en nuestro territorio. Por ejemplo, la Biblioteca de Castilla-La Mancha dispone este año de un presupuesto para adquisiciones de 50.000 €, que significa apenas el 25% del presupuesto de que disponía en 2010; el descenso en adquisiciones ha llegado hasta un 80% en esta biblioteca. Y esa es la tendencia, aunque no con esos porcentajes, en la región. En 2010, el gasto corriente total en bibliotecas públicas en Castilla-La Mancha, teniendo en cuenta el presupuesto del conjunto de Administraciones, fue de 34 millones de euros y en 2014 ha pasado a 26,5 millones de euros, es decir un descenso del 22,2%. Se ve también en el indicador “gasto corriente por habitante”: en 2010 Castilla-La Mancha estaba a la cabeza de España, junto con el País Vasco, con 16,1 euros/habitante; mientras que en 2014 Castilla-La Mancha ha caído a 12,87 euros/habitante, ocupando la tercera posición a nivel nacional. Sin duda estos indicadores de gasto en bibliotecas por habitante se alejan una enormidad de otros servicios públicos esenciales.
En los inicios del siglo XXI Castilla-La Mancha fue calificada como una región motor de las políticas bibliotecarias en España. Afortunadamente la Red de Bibliotecas Públicas de nuestra región se ha consolidado, y las bibliotecas están sobreviviendo a la crisis, pero ¿a qué precio? La llegada de Angel Felpeto a la Consejería nos llenó de esperanza a todos los profesionales, pero se precisan medidas urgentes ya en este año para revertir el grave deterioro que se está produciendo en las bibliotecas de nuestra región. Seis millones de visitas en nuestras bibliotecas, con 630.999 socios, que suponen el 30,6% de la población regional; y una colección entre libros y audiovisuales de 6,3 millones de documentos que sitúa a nuestra región a la cabeza de documentos por habitante (3,02) son indicadores que expresan que tenemos una Red de Bibliotecas potencialmente muy importante y que está a la espera de la recuperación de programas para el conjunto de bibliotecas públicas de la Comunidad Autónoma.
He reiterado que no comparto políticas culturales que se basen sólo en grandes eventos, porque consumen mucho presupuesto. Sé que tienen que convivir programas de grandes exposiciones y otros eventos con la existencia de una política cultural que genere encuentro, debate, creatividad, solidaridad, educación permanente y participación de la propia sociedad. El Gobierno de Castilla-La Mancha tiene que volver a impulsar, como hizo en las décadas de los ochenta, noventa y primeros años del siglo XXI, unas políticas culturales progresistas y planificadas que propicien estas ideas, que desde luego se desarrollan en las bibliotecas como centros que democratizan el acceso a la sociedad de la información y el conocimiento. Espero y deseo que paulatinamente vayamos conociendo noticias de actuaciones que regeneren la esperanza en un sector de la cultura que ha estado marginado en los últimos años.