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La “otra” generación perdida

Foto: Europa Press

Ana María Ruiz, periodista

El Ministerio de Empleo y Seguridad Social hacía públicas esta semana las cifras del paro registrado en España a diciembre de 2014, que traían unos reyes anticipados a Guadalajara en forma de descenso en el número de parados, con la “asombrosa” cifra de 73 personas menos sin empleo. A finales del pasado año -vamos, hace una semana- había un total de 21.286 desempleados en la provincia, de los cuales un 54% eran mujeres y un 46% hombres. Aunque los datos no sean para tirar cohetes, lo cierto es que se ha notado una mejoría respecto al mismo mes del año anterior en que se contabilizaron 23.635 personas apuntadas en las oficinas de empleo de Guadalajara, lo que significa que 2.349 han desaparecido de las listas oficiales, bien porque han encontrado trabajo, bien porque han decidido borrarse de dichas listas o bien porque las han hecho desaparecer con esas triquiñuelas que suelen realizar nuestros gobernantes para que los datos les sean más favorables cara a la opinión pública, sobre todo en época preelectoral.

Que no se froten las manos nuestros políticos porque no son tan buenos los datos si nos fijamos en las contrataciones, de las cuales 410 fueron indefinidas y 8.049 de carácter temporal. Es decir, que la temporalidad es veinte veces mayor que el trabajo de carácter estable, lo que está convirtiendo nuestro mercado laboral en una jungla donde los empresarios son los reyes del mambo y los curritos unos pobrecillos que igual trabajan dos horas al día que un mes al año por un sueldo ridículo. ¿Recuerdan que no hace muchos años hablábamos de los “mileuristas” como si fueran los últimos en el escalafón salarial? Pues hoy en día los que consiguen un contrato con una nómina de poco más de 1.000 euros son considerados como unos “privilegiados”. Si me lo cuentan hace cuatro años me hubiese llevado las manos a la cabeza. Hoy, sin embargo, hasta pagaría por firmar un contrato en tan lamentables condiciones.

La distribución del paro por edades también pone de relieve una dramática realidad. Se habla del paro juvenil como uno de los peores males que afectan a nuestro mercado de trabajo. Es cierto. Del total de parados registrados en Guadalajara, un 27% se encuentran en el abanico de 20 a 34 años. Una cifra realmente espeluznante ya que hablamos de toda una generación perdida, la mejor formada desde hace años en este país, que se ve obligada a continuar viviendo con sus padres al no disponer de recursos, a posponer sus proyectos de futuro ante la falta de expectativas o a emigrar a otros países en busca de una oportunidad que el suyo les niega.

Pero no es menos cierto que existe otro tramo de edad que está sufriendo de manera especial los efectos de la crisis. Son los “otros” parados, los de 35 años en adelante, que en la provincia suman un total de 15.572, un 73% del total. Y es que si los más jóvenes tienen dificultades para insertarse en el mercado laboral, los considerados “mayores” no es que lo tengan difícil, es que muchos ni siquiera volverán a trabajar. Nunca. Por lo menos a través de los cauces legales, lo que genera todo un entramado de economía sumergida como consecuencia de las pocas expectativas laborales de este sector de la población.

Somos –porque yo soy una de ellas- personas que hemos tenido la suerte de desarrollarnos profesionalmente en la época de bonanza económica, que hemos disfrutado de sueldos medianamente potables y de unas condiciones laborales dignas en las que teníamos reconocidos y asegurados nuestros derechos como trabajadores.

Con la llegada de la crisis muchos nos vimos de repente en la calle, en plena madurez profesional y personal. Currículum en mano nos pateamos los polígonos industriales, recorrimos empresas y agencias de colocación temporal, inundamos internet respondiendo a todas las ofertas de empleo habidas y por haber, nos hicimos perfiles en Linkedin y otras muchas páginas web de trabajo cualificado. Pero nos hemos dado cuenta de que a la mayoría de las empresas les da igual que lleves años trabajando en este o aquel sector, que seas un profesional como la copa de un pino o que tengas más o menos formación acreditada. Antes o después nos topamos con el temido límite de edad en las ofertas de empleo. 35 años. Esa es la edad a partir de la cual se nos considera viejos para trabajar en este país. Son muchísimas las empresas que, al comprobar la fecha de nacimiento, descartan nuestro currículum sin haberlo leído. Ni siquiera nos dan la oportunidad de hacer una entrevista a pesar de que en muchas ocasiones cumplimos sobradamente los perfiles que se solicitan.

Te replanteas que tienes que reciclarte si quieres insertarte en el mercado laboral. Y comienza la etapa de la formación. Nos apuntamos a cursos, mejoramos nuestro conocimiento de idiomas, asistimos a acciones formativas de todo tipo y poco a poco vamos sumando hojas al currículum con el objetivo de que los empresarios lean más allá de la línea en la que ponemos nuestra edad. Y, de nuevo, nos damos de bruces con la realidad. No, no y no. Que no les valemos oiga. Yo, a mis 46 añitos, con más de 20 años de experiencia en medios de comunicación, no he hecho ni una sola entrevista de trabajo en los tres años largos que llevo apuntada al Sepecam. Y como yo muchos compañeros, amigos y familiares de mi quinta.

Es entonces cuando te desesperas. Porque pasan los años y nadie te da una oportunidad. Y llegas a pensar que eres un “despojo laboral” con una trayectoria profesional magnífica y con muy pocas expectativas de volver a desarrollar un trabajo medianamente digno. Y piensas en emprender pero, ¿quién aporta el capital?, ¿quién se arriesga a poner en riesgo la delicada economía familiar que se mantiene con un solo sueldo o con ninguno?, ¿quién te apoya si fracasas?, ¿unas instituciones que se llenan la boca con el emprendimiento pero sólo para unos pocos y si son jóvenes mejor?

Somos otra generación perdida, no lo duden. Una generación que todavía tiene hipotecas que pagar, hijos y padres que atender y mantener y mucho, muchísimo que ofrecer a las empresas, especialmente profesionalidad, experiencia y estabilidad. Es una pena que los empresarios sólo vean canas, problemas y una fecha “maldita” en el DNI.

Artículo publicado originalmente por Ana María Ruiz en la publicacion El Hexágono (http://elhexagono.wordpress.com/) que nos ha cedido la propia autora. Agradecemos públicamente tanto a Ana María Ruiz como al equipo de El Hexágono su colaboración.http://elhexagono.wordpress.com/

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