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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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El gran misterio de las latas voladoras o los tontos del bote

Botellas y latas abandonadas en la vía pública

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Debe de haber una especie en extinción que todavía no conocemos: el 'Homo Latares Volador', ese sujeto que, incapaz de terminarse una cerveza sin sentirse preso de su propio envase, se siente liberado al abrir la ventanilla del coche y lanzar la lata como si fuera una paloma mensajera en busca de libertad. 

Y ahí se quedan, las pobres latas, huérfanas, solitarias, brillando al sol en la cuneta, acompañando a los arcenes de España como si fueran decoración navideña de saldo. Brillan en tonos plateados, dorados, verdes o rojos, componiendo un peculiar mosaico de basura patria que tiene poco de arte y mucho de pereza. 

Lo curioso, y hasta poético si no fuera trágico, es que todas esas latas ya tenían un destino noble reservado: un humilde contenedor amarillo, un punto limpio, un viaje circular hacia otra vida. Sin embargo, para muchos carreteros modernos resulta más atractivo el lanzamiento olímpico. Y no hablamos de despiste, sino de auténtico campeonato clandestino: quien más lejos haga volar la M..., el R... B... o la C...C , gana la medalla de la indiferencia. 

La paradoja es que al volante se llenan la boca hablando de “amor por la naturaleza”, compartiendo fotos de atardeceres en Instagram con la etiqueta #PuroCampo, mientras su campo real, el que pisan las vacas y recorren los ciervos, va coleccionando el aluminio que ellos descartan. 

Todo esto, además de ser penoso para la vista y letal para el medio ambiente, demuestra que seguimos confundiendo comodidad con irresponsabilidad. Porque, seamos claros, tirar una lata por la ventanilla no salva vidas, no ahorra tiempo, no da prestigio social… solo retrata al conductor que la lanza como lo que es: un vago con complejo de catapulta.

Quizá vaya siendo hora de plantearlo diferente: ¿les cobramos entrada a los turistas para visitar estas exposiciones de 'arte urbano asilvestrado' en las cunetas? ¿O les pedimos a los mismos lanzadores que recojan su propia obra en una instalación-performance de reciclaje en directo? 

Hasta que llegue el día de esas utopías, no estaría mal que cada cual se guardara la lata en el coche cinco minutos más, que tampoco ocupa tanto, y la depositara donde corresponde. No es ciencia nuclear, no es política internacional… es tan simple como no ensuciar lo que nos queda de limpio. 

Porque una carretera sin aluminio huérfano no solo es un paisaje más amable: también es un retrato menos vergonzoso de la sociedad que decimos ser y que, a veces, por culpa de cuatro lanzadores con vena olímpica, parece empeñada en posar de espaldas a la responsabilidad.

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