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Hemos comenzado ya 2021. Empezamos a dejar atrás los efectos del temporal de nieve que ha cubierto de blanco nuestras ciudades, pero también nuestros pueblos y el campo de una parte muy importante de España. No conviene olvidarlo. En ocasiones parece que solo existen las ciudades...
La nieve, en general es buena para el campo, y augura un buen año en cuanto a rendimientos en cultivos herbáceos y en la mayor parte de los leñosos. Ayudará a recargar nuestros acuíferos y a llenar los embalses y balsas, que garantizarán también él alimento del ganado, durante todo el año.
Pero seguimos viviendo una muy difícil situación sanitaria que ha marcado todo el año 2020, en el que nos hemos acostumbrado, tristemente, a la pérdida de vidas humanas y al sufrimiento de una sociedad, cercada por la COVID-19. Hemos aprendido también a reconocer el trabajo de agricultores y ganaderos, algo impensable en otras circunstancias. Nos hemos dado cuenta de que la seguridad alimentaria, la calidad de nuestros productos y el funcionamiento de un sector que es motor de nuestra economía, son privilegios cotidianos de los que disfrutamos siempre, cuando vienen bien dadas… y cuando, como ahora, se tuerce la situación.
La pandemia ha parado muchas cosas, también las negociaciones de la PAC que, todavía hoy, siguen encalladas por algunas cuestiones, en la negociación final entre la Comisión Europea, el Consejo y el Parlamento. Así, 2021 y 2022 serán años de transición, con las reglas de la PAC actual, lo que representará pocos cambios para los actuales perceptores.
En este año, en el que debería haber entrado en vigor la reforma, tendremos que rematarla a nivel europeo, pero también en cada Estado Miembro. Y debemos hacerlo muy bien, para no fallar a los que tanto nos han ayudado en estos meses, casi ya un año, de crisis sanitaria. Esta vez, va muy en serio. La sociedad reconoce la labor de los agricultores y ganaderos, de una manera que no se recuerda, y apoya con comprensión su reivindicación de precios justos en origen y equilibrio, de verdad, entre los eslabones de la cadena agroalimentaria. Hay muchos motivos para que la nueva PAC sea, esta vez sí, una herramienta útil para toda la sociedad, donde todos los consumidores nos sintamos concernidos y orgullosos de nuestros agricultores y ganaderos. No valen trampas. Es el momento de apoyar a la agricultura familiar, la creación de empleo de calidad, el compromiso con el medio rural y una verdadera política de desarrollo territorial en nuestros pueblos.
Desde 2012, he reivindicado este modelo de agricultura, en definitiva de PAC, que se refleja de manera práctica en el documento de posición de Castilla-La Mancha para esta reforma, cerrado en marzo de 2018, hace ya casi tres años, en los que hemos pedido e impulsado, siempre, un debate transparente y solidario entre todas las comunidades autónomas, debate que, ahora sí, ya se está produciendo. Las regiones del norte, plantean que se reconozca su singularidad. Andalucía marca territorio y así, otras regiones perfilan sus prioridades.
De forma resumida, la reforma de la PAC debe partir de la premisa de apoyar un modelo de agricultura y ganadería basado en la explotación familiar, elemento vertebrador de nuestro sector, en todas las comunidades autónomas. Una PAC que apueste por los agricultores y ganaderos profesionales de todo el país.
Expongo a continuación, desde mi punto de vista, y de manera muy concreta los diez elementos imprescindibles que debería recoger la futura PAC en España a partir de 2023.
En definitiva, un decálogo para una PAC que priorice a los profesionales, apueste por la agricultura familiar y que no deje atrás a ningún pequeño agricultor o ganadero, como ocurrió en España en la anterior reforma.
Ojalá esta PAC responda a lo que necesita nuestro sector. En años como este se lo debemos más que nunca a los agricultores y ganaderos de todos los pueblos de España. No les podemos fallar.
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