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El título de esta columna no puede ser más ilustrativo.
Hoy es 31 de diciembre, la tierra está a punto de completar una vuelta alrededor del sol, desde el ya lejano 1 de enero pasado. Se trata de una evidencia científica, que conocemos fruto de la sabiduría de seres humanos que nos precedieron.
A pesar de las circunstancias siempre difíciles de la historia de la humanidad, el conocimiento de las sociedades más avanzadas ha permitido el progreso, a trompicones, pero progreso, al fin y al cabo. Mentes prodigiosas, muchas veces no escuchadas en vida, han conseguido que nuestra historia común alcance, dentro de enormes dificultades y penurias, su mejor momento.
Continuar avanzando depende, en gran medida, de seguir confiando en la ciencia y el conocimiento, y en hacer que este sirva para el progreso de todos, también -y sobre todo- de los más necesitados. Alcanzar este objetivo pasa por no tolerar los planteamientos que ponen en cuestión la evidencia científica, y convencer, con la fuerza de la humanidad, y de nuestra capacidad de pensar, a los que, todavía hoy, no creen en que todos los hombres y mujeres somos iguales y tenemos derecho a los mismos derechos, independientemente de nuestra raza, sexo, religión o capacidad económica.
Debemos defender con uñas y dientes un progreso social que, anclado en esta vieja Europa desde hace décadas, debe servir para construir un mundo mejor. Y más humano. Apoyar nuestras reflexiones, y nuestros legítimos planteamientos ideológicos, en la razón, alejándonos de informaciones falsas y llamamientos al odio al diferente, es mi deseo para el año próximo. Creo que sería nuestra mejor contribución para dignificar la vida de todos los seres humanos, sea cual sea su condición y el lugar del planeta en el que vivan. Y creo que, si reflexionamos, podemos conseguirlo.
En apenas unas horas, mañana ya, sin apenas darnos cuenta, será 2026 y volverá a ponerse en marcha el reloj del tiempo con el que nos entendemos los seres humanos. Y, al mismo tiempo, muchos de nuestros deseos comenzarán a hacerse realidad. O no. Dependerá de nuestra ilusión y de nuestra perseverancia.
Decía hace unos días Salvador Illa, president de la Generalitat de Cataluña, en su mensaje navideño que “un país no se construye sin humanidad”. No se me ocurre una reflexión mejor, y más adecuada a nuestro tiempo, para concluir este 2025 y felicitarles el año nuevo.
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