Los alimentos de la Navidad

Se acerca la Navidad y es momento de disfrutar de la compañía de familiares y amigos, y de hacerlo con alimentos de calidad que, realzan, en la mesa, la relevancia de estos días. Tenemos en nuestro país más de 400 productos reconocidos con figuras de calidad como Denominaciones de Origen Protegidas, Indicaciones Geográficas o Especialidades Tradicionales Garantizadas, que avalan el respeto de agricultores y ganaderos, y de la industria agroalimentaria, por variedades o razas autóctonas y formas de elaboración tradicionales, en territorios rurales, a lo largo y ancho de España.

En Castilla-La Mancha existen más de 40, con vinos y aceites de diferentes zonas, y productos tan representativos como el queso y el cordero manchegos, la berenjena de Almagro, el mazapán de Toledo, la miel de La Alcarria o el ajo morado de las Pedroñeras, por citar algunos.

Desde hace unos años, existe una marca de garantía regional, que agrupa a todas estas figuras de calidad: Campo y Alma. Nada puede representar mejor a nuestra tierra que esta marca, que resume la identidad y el sentimiento de pertenencia de una región muy rural, en la que la agricultura, la ganadería y la industria agroalimentaria son el verdadero motor que impulsa su desarrollo.

En estas fechas es bueno promocionar el consumo de los productos de nuestro campo, que llevan el alma de nuestros agricultores y ganaderos, y reivindicar la importancia de seguir impulsando la marca colectiva, con el apoyo de la administración y el compromiso de las empresas agroalimentarias castellanomanchegas.

Y conviene también recordar que los alimentos han subido mucho en los últimos meses, haciendo que, cada vez más, los salarios “no den” como decía recientemente un portavoz parlamentario en el Congreso de los Diputados. Es cierto que la economía española crece por encima de la media europea, haciendo de nuestro país la locomotora de la UE, y que se han mejorado en gran medida el salario mínimo interprofesional y las pensiones. Pero no es menos cierto que los ciudadanos tienen dificultades para llegar a fin de mes y el riesgo de pobreza crece.

El acceso a los alimentos -o a la vivienda, de la que se habla más- debe estar garantizado para todos los ciudadanos, con especial atención a los más vulnerables. Los precios altos, además de perjudicar a los consumidores, en la mayor parte de las ocasiones, no repercuten positivamente en el primer eslabón de la cadena agroalimentaria, los agricultores y ganaderos. Son los intermediarios que se suceden en la misma, los que asumen una parte importante del diferencial de precios.

Hace tiempo se puso encima de la mesa, por parte de las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPA), la propuesta del doble etiquetado en los puntos de venta, para que los ciudadanos pudieran saber el precio que los agricultores y ganaderos cobran por aquellos alimentos que están comprando. Puede ser buen momento para retomar la idea.