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A finales de los años 70, el entonces Gobierno de España firmaba cuatro acuerdos con la Santa Sede, renovando así lo acordado en el año 1953 bajo la dictadura franquista. Volvía a otorgarse a la Iglesia Católica el permiso para continuar con su adoctrinamiento y los privilegios de los que había gozado hasta el momento. Esto se traducía en dar potestad absoluta a la iglesia para que formulara el currículo del área de Religión, que propusiese los libros de texto y materiales didácticos, y que además impusiese a su propio profesorado.
Tras todos estos años, la situación, lejos de ir mejorando, se empeora aún más a través de la LOMCE del Partido Popular. Esta ley da más peso a esta asignatura, llegando a computar como cualquier otra materia en Bachillerato. En Educación Primaria, por su parte, se continúa estableciendo la Religión en el currículo.
Resulta curioso ver cómo administraciones educativas como Canarias, Andalucía o Asturias establecen un periodo semanal de 45 o 60 minutos para esta materia; mientras que en nuestra comunidad se le otorgan dos periodos, siendo por tanto una hora y 30 minutos el mínimo establecido y llegando incluso a las dos horas por el tema de cuadrar horarios.
Nos encontramos así con que nuestros alumnos cursan dos sesiones de Religión Católica frente a una sesión de Música, por ejemplo; muestra clara de la visión y del tipo de apuesta por una educación laica que se hace desde las administraciones públicas, más concretamente desde la nuestra.
Para CCOO, la laicidad del Estado y de la educación por extensión, es una cuestión de libertad democrática y de derecho común. No se trata de ser creyente o no serlo, cuestión que nada tiene que ver con el hecho que nos ocupa. En la misma Constitución Española se establece que los poderes públicos garantizarán el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones. Pero esto no implica que esa formación deba llevarse a cabo dentro del ámbito escolar. No nos oponemos a la libertad de credo, sino a que cualquier creencia religiosa sea inculcada desde la escuela. Esta institución debe ser objetiva y empírica respecto de las enseñanzas y conocimientos que se impartan y no debe inclinarse por ningún tipo de dogma; los cuales, de tenerse, deben relegarse a otro tipo de contexto y ámbito.
Por su parte, las administraciones educativas deben favorecer la inclusión de temas relacionados con el civismo, la paz, la igualdad entre géneros, la libertad sexual… en definitiva una educación en valores, que la propia Unión Europea considera imprescindible y necesaria para la educación del siglo XXI. Temas y contenidos que, aun siendo tratados de forma transversal en todas las áreas de conocimiento, son tan importantes y cuentan con un peso específico tan necesario para el correcto desarrollo y desenvolvimiento del ser humano en la sociedad que nos toca vivir, que obligan a que sean asumidos, de una vez por todas, por un área de conocimiento propia, llámese “Educación en Valores” o como quiera que sea, pero que contenga esos mínimos necesarios para el desarrollo holístico de la persona.
Los casos diarios de violencia doméstica, de violencia de género, de maltrato, de falta de respeto humano, de abandono, de individualismo enfermizo, de desapego social, de acoso, de inestabilidad… son muestras claras de que el área de Religión Católica, por mucho que ha intentado hacerse adalid de la bondad social que salvaría el mundo, no ha funcionado, no ha servido. Probablemente porque pensamientos como el miedo a lo diferente, la no aceptación de la realidad humana, o la sumisión, son elementos que siempre ha transmitido ese credo y que nada tienen que ver con lo que de verdad debe buscar la escuela.
Por todo ello, CCOO se posiciona favorable ante la idea de la Consejería de Educación de introducir una asignatura de 'Educación en Valores', pero considera que no debe hacerse como una experiencia piloto, sino que tiene que hacerse extensible a todos los centros educativos de la región. Los valores sociales que como comunidad debemos transmitir a nuestros jóvenes no pueden esperar, no deben ser elementos de pruebas y pilotajes, simplemente hay que transmitirlos cuanto antes.
Insistimos, pues, en que el área de Religión salga de la escuela; y hasta que esto se pueda hacer efectivo legalmente a través de una ley Orgánica que sustituya a la LOMCE, instamos al Consejero de Educación a que modifique la distribución horaria y que, al igual que ya han hecho otras comunidades, rebaje el tiempo semanal de la asignatura de Religión a un solo período.
Rompamos de una vez por todas una lanza a favor de una escuela laica en la que todos y todas tengamos cabida.