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Francisca Bravo Miranda

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Se puede decir que todo empezó con Ascensión Mendieta y su lucha inalcanzable por saber dónde estaba su padre, Timoteo Mendieta. Al abrir la fosa 2 de Guadalajara, las familias se fueron acercando, de a poco, para poder ver qué pasaba también con la fosa 3, de la que se han exhumado ya 21 cuerpos. “Para nosotros, lo más importante tras tener localizada la fosa es buscar a las familias. Y encontrarlas”, explica Malena García, voluntaria de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. Para poder realizar una exhumación, tiene que haber la petición de un familiar, es todo lo que hace falta. “A partir de ahí, si en la fosa hay más personas, intentamos identificar por los expedientes y comenzamos así la búsqueda de familiares”, señala.

Sin embargo, el proceso se puede estirar durante años, a pesar de los esfuerzos de los equipos profesionales multidisciplinares que trabajan con la asociación. “Lo primero es encontrar toda la información de la víctima. Si era casado, si tenía descendencia o no, o el nombre de su pareja para poder buscar apellidos y descendientes, también la localidad de la víctima, para conseguir ayuda de los Ayuntamientos”, explica. En el caso de la fosa 2, el caso de Timoteo Mendieta, tenían los nombres de más de veinte personas, 14 identificados pero sin encontrar.

En el caso de Guadalajara, sin embargo, existe la peculariedad de que están todos los nombres en el listado de fusilados. En el caso de la fosa 3, había 21 nombres y, entre ellos, unas 6 o 7 familias que reclamaban los cuerpos. “Buscamos por nombre, llamando a los Ayuntamientos, haciendo escritos para que hiciesen un bando, como por ejemplo con el de Alcocer, que hizo un bando diciendo tenemos a cinco vecinos del pueblo en las fosas de Guadalajara, por favor, si conocéis los apellidos, ayúdennos”. De este modo, se pudo localizar a dos o tres familias, pero la realidad es que muchas veces desde la Asociación comienzan de manera tan básica como buscando las páginas blancas.

“De la base de las páginas blancas”

“Cuando tenemos los apellidos o el nombre de la mujer, podemos empezar a buscar hijos o nietos, pero siempre de la base de las páginas blancas. En el caso de la localidad de Sacedón, por ejemplo, es una búsqueda de la nada, porque muchas familias no saben que tienen familiares represaliados en la fosa”, explica. En el caso de Guadalajara, reconoce que el cambio de Gobierno del Ayuntamiento fue clave para poder seguir adelante, ya que recuerda que en el caso de Ascensión Mendieta fue necesario que interviniese la justicia argentina. “En cuanto cambia el Gobierno, nos dicen, adelante, y en lo que podamos echar una mano”.

En el cementerio de Guadalajara hay actualmente un panteón que acoge a las personas que fueron exhumadas de las fosas comunes y cuyos familiares no pudieron ser encontrados. Sin embargo, de este modo, están enterrados de manera individualizada, descansando “con dignidad y respeto, con nombre y apellido y los honores que merece cualquier persona al ser enterrada, más en las circunstancias en las que murieron ellos”.

Trabajar con la memoria de niños de 12 o 13 años

Las dificultades son variadas. “La situación es complicada, porque los testimonios con los que trabajamos son personas muy mayores, que entonces tenían como mucho 12 o 13 años, y es en base a estos testimonios que tenemos que ir reconstruyendo la historia, aunque sea de niños en una persona muy mayor”. Malena García reconoce que la Asociación tiene toda la fuerza y energía para seguir adelante, pero también tienen miedo, porque las historias van fallando y se van “yendo con los años”. “Las investigaciones son lentas, pero van saliendo familias”, recalca.

Así, han conseguido el ADN del hijo de un represaliado en la fosa número tres, gracias al testimonio de una persona que siempre iba a llevar flores a la fosa. Estaba enterrado el primer marido de su madre, y ella conocía a uno de los hijos de ese primer matrimonio. “Su madre le había hecho prometer que nunca olvidaría donde estaba enterrado su primer marido, pero ella estaba en la duda”, explica Malena. “Es una investigación muy sensible, hay que tener mucho tacto, práctica y aguantar el nudo en la garganta”.

“Y es que una fosa llama a otra fosa”, recalca, porque en cuanto se abre una, “la situación empieza a ser la comidilla”, especialmente en días cercanos al de Todos los Santos cuando empieza a haber muchas visitas al camposanto. “La exhumación no es solo sacar los cuerpos, sino también la historia de la gente que se siente escuchada. Es muy necesario que nos cuenten, que tengamos testimonios y podamos reconstruir las historias”. Desde la Asociación sacan comunicados con nombres de víctimas que necesitan seguir localizando, y siguen todavía buscando también de la fosa uno y de la dos.

“Nosotros nos mantenemos de las aportaciones de los socios, a las familias no les cobramos un duro, porque entendemos que si no lo hace el Estado, lo hacemos nosotros. Pero nuestros recursos son limitados, todos somos voluntarios, y el tiempo para ir a exhumar muchas veces viene de las vacaciones, y pasa lo mismo en las investigaciones. Nosotros seguimos buscando, no paramos, pero los recursos son los que son”, concluye.

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