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Castrillo Mota de Judíos, el pueblo burgalés que lucha por recuperar su memoria sefardí

Castrillo Mota de Judíos, en Burgos, con el Centro de la Memoria Sefardí al fondo

Javier Ayuso Santamaría

Castrillo Mota de Judíos —

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En un tiempo en el que la sociedad española busca recuperar su memoria histórica para dignificar a las víctimas, hay un pueblo en Burgos que mira siglos atrás para recobrar su pasado sefardí. Castrillo Mota de Judíos suele tener presencia en las noticias por los ataques antisemitas que lleva sufriendo desde hace años por su empeño por tender puentes con la comunidad judía y ahondar en sus raíces.

Pero no siempre fue así, Castrillo tenía otros 'apellidos' hasta 2015, año que la Junta de Castilla y León validó el cambio que el medio centenar de vecinos aprobó en las elecciones europeas de 2014, aún así la votación se decidió por 29 a favor y 19 en contra. Esta modificación suponía pasar de denominarse Matajudíos a Mota de Judíos. Y aquí es donde radica el origen del odio de los neonazis españoles.

Esta forma de soliviantar su pasado no solo tenía que ver con un nombre anacrónico, desfasado y ofensivo -así se hizo entender con las quejas que se recibieron-, la pequeña localidad burgalesa tiene su origen y debe buena parte de su historia a los judíos. El cambio de denominación abrió una nueva vía hacia conocer su pasado y erigirse como uno de los referentes internacionales en concordia con el pueblo judío y en concreto con la comunidad sefardí.

Cerca de la linde con la provincia de Palencia y en pleno Camino de Santiago Francés, lejos de autovías y ciudades, se encuentra Castrillo Mota de Judíos. El pequeño pueblo respira calma, la mañana es fría y el viento ha barrido las nubes que durante la noche han regado los infinitos campos que rodean al municipio. Los pocos vecinos que se dejan ver están con sus quehaceres: una pareja sube con una carretilla cargada, la encargada del teleclub -que hace las veces de bar- entra y sale de su negocio dirección a su casa. El único que perturba el silencio es el panadero que con el claxon de su furgoneta llama a los vecinos para que salgan de sus casas. La estampa es la típica de un noviembre en un pueblo castellano, apenas hay gente y lo único que muestra que hay algo de vidilla es el humo de las chimeneas y algún gato que se acerca a curiosear.

En medio de la plaza Antonio de Cabezón, músico ilustre nacido en el municipio en el siglo XVI, que es el ágora de Castrillo, aparece Montse con un balde azul para hacer las labores en la cercana casa rural que atiende. La vecina relata que está “orgullosa” de su pueblo y comenta entre risas “que no puede contar nada malo” de Castrillo. Se pone más seria cuando se le pregunta por los ataques sufridos por neonazis, el último este verano. “Que nos dejen vivir tranquilos, que no nos hemos metido con nadie”, apunta. Algo que no entiende es que recorran tantos kilómetros -hay un grupo de nazis que venía de Madrid para hacer pintadas y quemar contenedores-: “¿Qué pasa que no tienen vida? Pues si no tienen que se la busquen, como diría la Pantoja”, esgrime mientras vuelve una sonrisa a su rostro.

“Desde que esto empieza a funcionar, desde febrero, no ha faltado gente. Además ha venido gente nueva a vivir, así que muy contentos, ya te he dicho que si te piensas que te voy a hablar mal, te equivocas”, afirma Montse para acabar despidiéndose.

A lo que la vecina se refiere a que comienza a funcionar es el reconocimiento de Castrillo, tanto como dentro de nuestro país como fuera, como nexo de unión con el pueblo judío. Esto hace atraer gente y futuro. Desde 2014 el impulso para recuperar la memoria sefardí ha desembocado en la creación del Centro de la Memoria Sefardí, a que se excave en una colina del municipio, 'La mota', donde residían originalmente los pobladores y se haya encontrado restos arqueológicos. También ha significado estrechar relaciones con la comunidad judía, con hitos importantes como el hermanamiento con la localidad israelí de Kfar Vradim, la visita de autoridades israelíes y de personalidades, como el escritor francés Pierre Assoulin.

Algo que también resaltan es la vocación internacional de este proyecto. El pueblo de medio centenar de habitantes ha sido puesto de ejemplo por el Rey Felipe VI como “ejemplo de la lucha contra el antisemitismo” cuando el monarca recibió el premio Lord Jakobovits Prize of European Jewryen en 2016, esta distinción, concedida por la Conferencia de Rabinos Europeos, reconoce el apoyo a los judíos europeos y la defensa de sus derechos religiosos. También su caso ha sido contado en la prensa israelí, en el New York Times o en Le Mondé y, como asegura el alcalde, Lorenzo Rodríguez (Ciudadanos), atienden peticiones desde varias partes del mundo, como de todo el continente americano, Europa o Israel para conocer la historia de Castrillo.

Para el visitante que desconoce el trabajo que se está haciendo para recuperar el patrimonio hispanojudío, que lleva también a estrechar vínculos con las comunidades sefardíes de Latinoamérica, Castrillo puede pasar por un pueblo más, nada parece revelar a simple vista su pasado aunque el presente y, quizás el futuro se ve al contemplar la fachada del Centro de la Memoria Sefardí. Y es que la conjunción del paso del tiempo se ve en el contraste entre la grafía en hebreo de este edificio y la cruz y símbolo de la Inquisición del edificio de enfrente, vestigio de la presencia del Santo Oficio y el control y represión sobre la población conversa y judía del municipio de eras pasadas.

De Mota de Judíos a Matajudíos y viceversa

Para entender el origen de Castrillo hay que remontarse hasta la Edad Media, en 1035, aunque, como resume el alcalde del pueblo, Lorenzo Rodríguez (Ciudadanos): “La historia no es de cómo pasamos de llamarnos Castrillo de Matajudíos a Castrillo de los Judíos, si no de cómo pasamos de llamarnos Castrillo de Judíos a Castrillo de Matajudíos en el año 1640. Y desde ese año hasta 2015 que recuperamos el nombre”.

Es el año 1035, acaba de morir Sancho III el Mayor de Navarra dejando un vacío de poder, con la llegada del rey Fernando I de Castilla, tras la muerte de su padre, los vecinos de la localidad de Castrojeriz se alzaron en armas contra los agentes del monarca y aprovecharon para con un pogromo echaron a los judíos, obligándolos a trasladarse al cerro La Mota. Hasta entonces, la comunidad judía era importante dentro de la villa de Castrojeriz, algo que queda latente a a través de una serie de fuentes documentales, como es el caso del fuero realizado por el conde Castilla García Fernández en el año 974, que iguala la situación legal de cristianos y sefardíes. Con el paso de los años y la presión para convertirse al cristianismo, así como su expulsión definitiva en 1492, hacen entrar en decadencia a Castrillo de Judíos -como así se llamaba-.

La polémica de marras con su denominación procede del siglo XVI. Hasta entonces, desde su fundación se había llamado Castrello, Castriello o Castrillo de Judíos. El primer cambio llega con el despunte de Antonio Cabezón como músico de Carlos I y de Felipe II, es entonces cuando, según apuntan las teorías, se cambia el Mota de Judíos por Matajudíos para salvar las apariencias en unos años en los que al fanatismo religioso en Europa entre protestantes y católicos se le sumaba el antisemitismo. Aunque también hay una posibilidad que todo fuese un error de un escriba al confundir 'mota-' con 'mata-'. Lo cierto es, historias cien por cien verídicas o no, que el nombre, ya en el siglo XXI, había recibido críticas.

Vista al futuro

Y con el 'rerrenombramiento' del pueblo llegaron los proyectos para recuperar esa memoria borrada sobre la cultura judía en España. El último acto, ha tenido que ver con el recién estrenado Centro de la Memoria Sefardí. Este miércoles se ha inaugurado la sala dedicada a la Fundación Hispano Judía, patronos de entidad. Hasta Castrillo Mota de Judíos acudió una delegación encabezada por el presidente de la organización, David Hatchwell.

El empresario mostró su “satisfacción personal por ”hacer realidad“ la construcción y puesta en marcha de ”un espacio que sirve para unir culturas“ en un localidad pequeña como Castrillo que apuesta por ”recuperar su pasado“. ”Este es un primer paso para realizar más actuaciones en el centro“, ha destacado.

Hatchwell ha puesto el ejemplo del pueblo como forma de cicatrizar heridas de la comunidad judía y ha reseñado “el respeto, tolerancia y cordialidad” con el que han realizado este tránsito, siempre siendo rigurosos con “el pasado, con la historia y la diversidad”, ha concluido.

El centro abre una nueva fase para Castrillo, como asegura el alcalde. Hace poco se ha instalado una familia judía en el pueblo y, como apunta el alcalde y algún vecino, han recibido varias consultas más para establecerse más personas. “El problema es que no tenemos sitio para todos”, apunta Antonio, también habitante de Castrillo.

Este municipio burgalés parece haber encontrado su receta a la despoblación, ya que esas peticiones para mudarse ascienden a las diez familias, como precisa el regidor. Acompasando a este interés por conocer Castrillo, también hay solicitudes de centros educativos de Israel y es que se aspira a atraer a comunidades de estudiantes a conocer la herencia hispanojudía gracias a una gran biblioteca que está en ciernes.

Además, como explica Rodríguez, se han establecido acuerdos para que se acojan exposiciones itinerantes - actualmente acoge la exposición 'Conversos y Comuneros, sobre la presencia de judíos en la Guerra de las Comunidades- y eventos como conciertos. Todo ello también ha despertado interés en la provincia y en Castilla y León, ya que desde la inauguración oficial el pasado 7 de noviembre, se han acercado varios grupos aunque todavía no está abierto. “Aún así y sin el contador de la luz, se lo hemos enseñado”, explica el alcalde.

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