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'El bebé verde', de cómo los héroes del pop ayudan al empoderamiento trans

La ilustración que abrió el libro 'El bebé verde', héroes pop e identidad de género

Yeray S. Iborra

Ni hombre ni mujer, nací bebé verde. Así expresa la ilustradora Roberta Marrero (Las Palmas, 1972) en el arranque del libro autobiográfico El bebé verde. Infancia, transexualidad y héroes del Pop (Lunwerg 2016) las presiones de género que recibió desde sus primeros compases de vida. El preludio de la discriminación que supuso ya en la infancia y adolescencia “vivir fuera de lo normal” y que ahora transforma en ilustraciones y collage. Dichas ilustraciones descansan estos días en la Galería Cromo de Barcelona.

La de la galería de la capital catalana es una de las muchas exposiciones y presentaciones capitaneadas por Marrero en los últimos meses. El libro, un intenso trabajo personal de más de dos años cargado de referencias a la cultura popular, no sólo le ha abierto las puertas de las salas de arte de todo el país. También la ha acercado a mucho más público.

“El 2% de personas que me han leído y contactado son trans. Por lo que me ha venido gente de todo tipo: cuando eres pequeño, ya seas gordito, afeminado o negro... ¡Te quitan la libertad! Y en eso, la gente, se reconoce”, destaca Marrero, que para muestra del frenesí que le ha traído su bebé verde, llega corriendo a la universidad Elisava de Barcelona, donde impartirá una conferencia sobre su trayectoria.

Marrero no se considera una artista pop, sino más bien cercana al surrealismo, al dadaísmo o al punk. “Estoy cerca del Warhol de los accidentes de coches”, aclara sobre su trabajo. No es pop, pero sí utiliza héroes de la cultura popular para hacer llegar sus mensajes: mediante la técnica de la apropiación artística descontextualiza iconos para virar sus significados. La ilustradora aplica en sus obras la misma idea de normalidad que se aplica a sí misma: muerte a lo normal. “Odio las normas. Odio la normalización. ¿Me puedes decir tú que es lo normal?”, zanja.

Lo hace sobretodo a base de collage saturados, llenos de mancha y letra. El porqué de hacer uso de iconos como David Bowie o Boy George, está claro: “Cuando eres joven, ¿qué te llega? Lo pop. Lo popular es un rito iniciático para muchos. Que Lady Gaga actúe en la Super Bowl puede ser muy importante para algunas personas”, destaca.

Antes de empezar con el libro, la artista afincada ahora en Madrid se había prodigado en artes tan diferentes como la música (dos discos en su regazo) o el cine (actuó en ¡Descongélate!, dirigida por Félix Sabroso y Dunia Ayuso). Incluso había hecho ilustraciones para camisetas de surf. “Calaveras con olas... Horrible”. Pese a su dilatada carrera, Marrero reconoce que el ejercicio de introspección llevado a cabo en su primera obra publicada resultó un “ejercicio de conciencia sin igual”.

Corría el verano del año 2015 cuando Marrero, casada todavía con un danés, llegó a Madrid en unas vacaciones. Tenía tiempo. Un amigo, el poeta y artista Aitor Saraiba, la invitó a uno de sus talleres autobiográficos. Su primera práctica en dicho taller fue dar forma al bebé verde. A partir de aquí el libro ya no tuvo freno: el trabajo de auto-análisis entró en velocidad crucero.

En dicho ejercicio se exploran miedos y discriminación. Sobretodo discriminación: las burlas y maltrato psicológico fueron en la infancia de Marrero una constante. Su caso no es aislado, el 82% de las personas trans han sufrido algún tipo de agresión en su vida, según el estudio Características Sociodemográficas y Ajuste Psicológico entre transexuales en España (2016), publicado en la revista académica The Archives of Sexual Behavior.

Los azotes tienen un espacio destacado de la obra, que aún así es un grito de empoderamiento. Con una idea, eso sí, sobre lo trans –se apura a definir la autora– como “trans-versal”. “Yo soy muchas cosas: artista, hermana, hija... Y todo ello atravesado por la transexualidad. Este no es un libro sobre la transexualidad, sino sobre la identidad y la otredad”, suma Marrero, que considera este hecho otro de los motivos por los que se ha encontrado puntos de empatía en los lugares más remotos. “Si todas las persona oprimidas por el hombre blanco se levantaran, seríamos más de la mitad del mundo: Donald Trump es un virus para todas”, añade.

Una vez acabada la obra, su lucha también deriva hacia otros campos. Como el de revisar la imagen de la transexualidad en el día a día. “¡Eh aquí la trans que no es ni ignorante ni prostituta!”, ríe. La ilustradora denuncia el prejuicio constante sobre las personas trans, llevado una y otra vez a los referentes culturales. Ante esto: “Hay que reescribir la imagen que se tiene en la cultura de las personas trans, porque esta se escribió desde el heteropatriarcado”.

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