Hoy, 1 de julio de 2013, Croacia se convierte en el 28º Estado miembro de la Unión Europea a la que probablemente será la última ampliación de la década. La UE confirma su expansión hacia la zona de los Balcanes Occidentales, si bien Montenegro, Serbia, Macedonia o incluso Turquía, también candidatos a la región y algunos de los cuales iniciaron sus procesos antes que Croacia, deberán esperar al menos hasta 2020.
Son interesantes las razones que avanza Croacia para la adhesión que se remontan a la idea fundacional de paz y estabilidad para una Europa posbélica. Mario Nobilo, embajador de Croacia por Bruselas y Luxemburgo, durante una entrevista en Euronews comentaba que: 'Históricamente, pertenecemos a Europa. Croacia es también un país post conflicto y el proyecto europeo es un proyecto de cooperación pacífica y este es también un mensaje que va más allá de esta adhesión: la estabilidad de la región'.
Determinar qué constituye una buena candidatura no es sencillo. Las negociaciones entre Croacia y la Unión no han sido fáciles, especialmente cuando Europa se ha mostrado de nuevo exigente en cuanto a los criterios de adhesión. Las transformaciones y adaptaciones que ha implementado Croacia para llegar a los objetivos marcados han sido de orden mayor, y difícilmente concebibles en países que ya forman parte de la UE. Entre otros, se ha modificado la Constitución, con el fin de adaptarla a las exigencias de la Comisión. Asimismo, se ha reformado el poder judicial y se han facilitado los mecanismos de cooperación con el Tribunal Penal Internacional. Esto ha permitido, por ejemplo, el trabajo conjunto para la búsqueda y captura del general fugitivo Ante Gotovina, condición necesaria para la ratificación del Acuerdo de Estabilización y Asociación de la UE. Las relaciones bilaterales con Eslovenia también se han empezado a enderezar favorablemente, el primer ministro, Jozef Horvat, desbloqueo el proceso de adhesión a cambio de la condonación de 172 millones de euros que se debían a causa de la quiebra de la Ljublijanska Banka y la disolución de Yugoslavia. Estos puntos, entre otros, han mostrado la determinación de Zagreb para sumarse al proceso de integración europea.
Pero si hay un punto que preocupa, y mucho, es la corrupción. Según Transparencia Internacional, en 2012 Croacia ocupaba el lugar 62 de 176 con una valoración de 46 sobre 100 (Dinamarca, con la primera posición, tiene 90 puntos, mientras que Grecia, el socio europeo con menos puntuación, ocupa el lugar 94 con una puntuación de 30 puntos; España se sitúa en el puesto 30 con 65 puntos). No en vano la corrupción ha sido el principal campo de batalla de Zagreb hasta el punto de que es el único país europeo que ha visto caer a su primer ministro. El ex mandatario Ivo Sanader, que dirigió el país entre 2003 y 2009, fue condenado en noviembre pasado a diez años de prisión por aceptar un soborno de 10 millones de euros del consorcio húngaro de hidrocarburos MOL y para recibir un banco austríaco medio millón de euros a mediados de los 90, cuando era viceministro de Exteriores. Resulta irónico, pues su gobierno fue el que comenzó el proceso de adhesión.
Los procesos de adhesión no son solamente bilaterales, entre el candidato y la una UE unificada, sino que juegan otros elementos geoestratégicos y dinámicas que pueden explicar el éxito o el fallo de determinados procesos. En este caso, la entrada de Bulgaria y Rumanía a la UE ralentizó enormemente la integración croata, tras verse que estos dos nuevos estados detuvieron completamente sus reformas y dejaran de cumplir los compromisos previos. Como la UE no dispone de mecanismos sancionadores, la entrada al club europeo puede significa un cheque en blanco. Desde este punto de vista se entiende la preocupación de Bruselas sobre los ritmos y las condiciones de las ampliaciones y la sospecha sobre el futuro comportamiento de Croacia.
Para complicar un poco más el panorama, podemos analizar las dinámicas internas de Croacia. El euroescepticismo del pueblo croata es alarmante. El 22 de enero de 2012 Croacia votó en referéndum entrar en la Unión con un 67% de votos a favor. Este dato debería verse positiva si no fuera por el hecho de que la participación fue de un 47%: menos de la mitad de los croatas acudió a las urnas.
El pasado 14 de abril tuvieron lugar las elecciones para escoger a los candidatos cruzados que irán al Parlamento Europeo. Los resultados son aterradores tan sólo el 21% de los votantes acudió a las urnas. Prácticamente, la mitad de los que lo habían hecho en enero de 2012 en el referéndum de adhesión. Se trata de la participación más baja en unas elecciones para la selección de eurodiputados sólo superada por Eslovaquia en 2009 con un 19,63%. Si en Croacia impera el escepticismo y la mayoría no ve beneficiosa la adhesión, ¿de qué estamos hablando? ¿Qué consecuencias podría tener tanto para la estructuración institucional como para el imaginario europeo?
La Unión Europea ha sido, es y debe seguir siendo el eje vertebrador sobre el que confluyan las políticas europeas. Hoy por hoy, la fatiga integradora es patente y más adhesiones desgaste aún más a una Bruselas que hay que rehacer. La UE debe plantearse cuál debe ser el próximo movimiento: seguir con los procesos de adhesión o continuar profundizando en sus estructuras. Sea cual sea la opción tomada en ningún caso se debe dejar de lado los procesos de adhesión ya iniciados y no cerrar las puertas a escuchar aquellos vecinos europeos que quieran formar parte en la construcción de Europa.
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