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La CUP, de “hackers de lo imposible” a llave del gobierno

La CUP en el cierre de un acto de campaña en la ciudad de Vic / SANDRA LÁZARO

Jordi Molina

Barcelona —

Según todos los sondeos, la CUP será necesaria para garantizar una mayoría independentista en el Parlament. O lo que es lo mismo, en muy pocas encuestas Junts pel Sí logra 68 o más escaños para agarrar su deseada mayoría absoluta. Esto sitúa a la izquierda independentista, que hasta 2012 no había pisado la sede parlamentaria, ante el reto más determinante de su historia reciente. No solo tendrán la llave para investir a un presidente u otro, sino que además serán decisivos para dar el primer paso hacia la creación de una República Catalana.

La CUP insiste estos días de final de campaña que para ellos el debate sobre el presidente no es prioritario. Sí lo es, en cambio, el contenido del gobierno saliente de las urnas. Sin embargo, a nadie se le escapa la incomodidad que genera que se reedite la presidencia de Artur Mas. Una posibilidad que han negado categóricamente, pero sin cerrar del todo la puerta siempre y cuando se asuman algunos de sus postulados: “No seremos los palmeros de Mas, pero tampoco hemos venido a obstaculizar un proyecto popular y colectivo”, dijo el cabeza de lista Antonio Baños en una entrevista en este medio.

¿Pero cómo ha llegado un partido desconocido para muchos a tener hoy la llave del gobierno de Catalunya? “Vamos despacio porque vamos lejos”, suelen decir entre sus militantes. La historia de la CUP viene de lejos y de cerca a la vez. De lejos porque sus fundamentos beben del Partit Socialista d'Alliberament Nacional (PSAN), que nació en 1968 con la independencia y el socialismo como objetivos irrenunciables. Pero también de cerca. No ha sido desde su entrada en el Parlament cuando su presencia ha roto las costuras del municipalismo para presentarse al gran electorado.

El bautizo de la CUP “en Matrix”

El bautizo de la CUP “en Matrix”A más de un diputado se le pusieron los ojos como platos cuando David Fernàndez intervino en el debate de investidura el 21 de diciembre de 2012. “Somos hackers de lo imposible”, anunció el ahora exdiputado, que selló una intervención muy recordada, elogiada, incluso, por Duran i Lleida, y que situaba en la agenda conceptos hasta entonces poco abordados en sede parlamentaria. “Desobediencia, anticapitalismo o cooperativismo” resonaron en el Parlament en un día que marcaría un antes y un después en la historia reciente de la izquierda independentista.

Antes de ese fecha, la CUP partía de un proyecto municipalista que, hasta el momento, le había permitido utilizar las instituciones como altavoz de las luchas populares. Para la CUP, el reto parlamentario sólo tenía sentido y estaba justificado si no era a costa de perder su esencia. “No representamos a nadie, en todo caso hay luchas que nos representan”, contaba Fernàndez en una entrevista. Una alternativa rupturista y sin renuncias aparecía para quedarse tras años de absentismo en el Parlament, pero no sin debate previo.

En marzo de 2012, la asamblea de Reus reflejaba un empate técnico entre los militantes que querían dar el salto al Parlament y los que no. Un debate que siempre estuvo latente y que solo la exclusividad del momento político, social y económico cambiaría meses más tarde. El 13 de octubre posterior, en Molins de Rei, el salto de la izquierda independentista a la máxima institución catalana contó con el 80% de su militancia a favor.

Un capítulo paradigmático tuvo lugar a las puertas del 9N, cuando la CUP fue el único partido en apoyar a Mas en su cambio de planes para la consulta sobre la independencia de Catalunya. Un apoyo contra pronóstico que quedó plasmado, unos días después, en la polémica foto del abrazo entre David Fernàndez y el líder de CDC. Fue un escenario con algunos puntos en común con el que se puede dar tras las elecciones del domingo. “Como dicen en la América Latina, para ver el sol hay que pisar el barro, la política es caníbal y esto es Matrix”, decía Fernández en una entrevista en Salvados, para justificar las posibles contradicciones que suponía el apoyo de la izquierda independentista al nacionalismo convervador. “Gracias al Estado español pueblos tan distintos, como que representa la CUP o el de CiU, no hemos puesto de acuerdo”.

La CUP alcanza la madurez en las municipales

La CUP alcanza la madurez en las municipalesDesde entonces la presencia de la CUP ha crecido exponencialmente. De los tres diputados que entraron en 2012, el próximo 27-S podría haber hasta nueve, según los sondeos. Si la izquierda independentista logró en las anteriores autonómicas 126.435 votos (3,47%), su posterior consolidación llegó en las municipales de mayo –con 221.577 votos (7,14%). Las cifras hablan por sí solas: 372 regidores —cuatro veces los que tenían— y alzándose con alcaldías como Badalona, donde hoy cierran la campaña. “Ya no solo nos vota la Catalunya catalana”, subraya Baños, en alusión a las 70.000 personas del área metropolitana que apoyaron a la CUP.

Imágenes de Fernàndez enseñado un zapato al “gángster” Rodrigo Rato, los interrogatorios a los exdirectivos de Caixa Penedès –“¿conocen la mafia? Pues mírense al espejo”— o la comparecencia de Jordi Pujol –“¡Usted es un ladrón!”—; son ya parte de la memoria colectiva. Actuaciones puntuales que han ido acompañadas de una acción parlamentaria –en palabras de la CUP, “en Matrix”— en constante contacto con las bases y los movimientos sociales de raíz alternativa.

Pasados tres años, prácticamente todas las fuerzas políticas reconocen, en público o en privado, que la irrupción de la CUP ha movido hacia la izquierda el Parlament. Una Cámara donde el extremo izquierdo estaba flanqueado por ICV-EUiA, que tras su paso por el Govern del Tripartit se diluyó como la opción que expresaba mayor radicalidad democrática. Ese desgaste lo sufrieron también PSC y ERC. Hoy, ese paso penalizador por el gobierno sirve de espejo a la CUP. Tras años de papeles secundarios en las instituciones, la izquierda independentista afronta su mayor reto con el riesgo de caer en contradicciones.

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