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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Edimburgo, la hija intelectual de Escocia

Gaitero escocés a las puertas del Castillo de Edimburgo.

Alicia Fàbregas

Cómo abre el apetito esa primera escena de Trainspotting, con Renton –Ewan McGregor- a la carrera por las calles de Edimburgo al ritmo de Lust for life de Iggy Pop y una espiral de afirmaciones de la voz en off con la adrenalina de la velocidad –brillante crítica social, concisa y directa, un buen puñetazo de apertura- que culminan con un “Escoge la vida. Pero, ¿por qué debería yo querer hacer algo así? Escojo no escoger la vida: escojo otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?”. Y abre el apetito porque te entran unas ganas enormes de visitar Edimburgo y vivirlo en plenitud.

Esa decadencia que transpira la novela de Irvine Welsh llevada a la gran pantalla por Danny Boyle está muy alejada del Edimburgo actual y todavía más del Edimburgo que conoce el visitante que sólo está de paso. De hecho, el moribundo barrio de Leith, lleno de drogadictos, que retrata la película es ahora el lugar con la mayor concentración de restaurantes con estrellas Michelin en Escocia.

Para el viajero, la capital escocesa es bonita y amable, asequible a pie, histórica, con el carácter particular que tiene esa parte del Reino Unido que ha estado al borde de independizarse. Tal vez es eso lo que la hace tan acogedora y atractiva. O porque se asienta sobre colinas de magma solidificado, de volcanes que dejaron de estar activos hace unos 300 millones de años, o porque en ella nacieron, entre otros personajes históricos, David Hume o Adam Smith. 

El cañón One O’Clock

One O’ClockEn Castle Rock, una de las colinas volcánicas de la ciudad, se alza el castillo de Edimburgo, coronando la Royal Mile (Milla Real), la calle más famosa de la capital escocesa, la arteria de la parte antigua de la ciudad. Según las estadísticas, es la atracción turística más visitada de Escocia. Sus muros han sido testigos de historias de espionajes, traición, venganza, y han hospedado tanto a reyes como a prisioneros, pues durante un tiempo el castillo fue también cárcel. En sus explanadas han tenido lugar desde celebraciones hasta hogueras ardiendo con los cuerpos de herejes acusados de brujería.

Cada día –excepto los domingos- a la una en punto desde el castillo se dispara el cañón. Una tradición que se remonta a mediados del s.XIX y que servía para que los marineros de las aguas del fiordo de Forth, a orillas de la ciudad, tuvieran una referencia horaria.

La colina de los monumentos

Justo al final de Princess Street, la calle por donde corre Renton en la escena inicial de Trainspotting, está Calton Hill. Es uno de los miradores más privilegiados de la ciudad, salpicado de edificaciones icónicas. Allí se encuentra el Monumento Nacional, en homenaje a los caídos en las Guerras Napoleónicas y que no llegó a terminarse por falta de fondos, por eso se ha quedado en sólo la fachada de una Acrópolis; el Monumento a Nelson, en honor a este vicealmirante que murió en la Batalla de Trafalgar; y el Observatorio de la Ciudad. Es habitual ver en esta colina a mucha gente paseando, disfrutando de las vistas, jugando al frisbee o esperando a que caiga el sol y vaya tiñendo de dorado las piedras de los monumentos y pinte de colores la ciudad entera.

Enric Miralles

Edimburgo también es famoso por su arquitectura. Hasta aquí vino el gran arquitecto catalán Enric Miralles para diseñar el Parlamento Escocés, aunque murió y no lo pudo ver terminado. Situado al final –o al principio- de la Royal Mile, recibió críticas por todas partes por los sucesivos incrementos de presupuesto que acabaron concluyendo en un coste de más de 600 millones de euros. Polémicas a parte, esta obra maestra del modernismo abstracto es digna de ser visitada.

Festivales de Edimburgo

Durante el mes de agosto, la población de la capital de Escocia llega casi a triplicarse. ¿El motivo? El Fringe Festival, que nació en 1947 con las actuaciones de 8 grupos de teatro y ha llegado a convertirse en uno de los festivales artísticos alternativos que más gente mueve a nivel mundial, y Edinburgh International Festival, que se celebran en paralelo. Se alargan durante tres semanas y sus contenidos cubren casi todos los registros artísticos, desde literatura u opera hasta circo, danza o teatro, trayendo a los artistas más reputados a nivel internacional y a las disciplinas más experimentales y novedosas. Durante esos días la ciudad se convierte en la capital de la cultura, lugar de peregrinaje para gente de todos los rincones del mundo, muchos de los cuales planean el viaje hasta con meses de antelación.

Así, con todas estas cadencias, paseando por la ciudad es fácil pensar en aquella frase de David Hume, filósofo del empirismo, que dice que “la belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”. Si el conocimiento, como él creía, surge a partir de la experiencia, visitar Edimburgo es avanzar un paso más en el conocimiento de la belleza.

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