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Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Dictadura y democracia conviven en un edificio de Bucarest

Una de las múltiples salas del Palacio del Parlamento, en Bucarest.

Alicia Fàbregas

El sábado 5 de marzo de 1977, el dictador rumano Nicolae Ceauşescu debía volar a Palma de Mallorca para entrevistarse con el rey don Juan Carlos. Pero la noche antes tuvo lugar un terrible suceso que le obligó a cambiar de planes. “Un fortísimo temblor de tierra sacudió anoche Rumanía, causando «grandes daños materiales y numerosas víctimas», según informaciones de Radio Bucarest captadas en Belgrado. El seísmo, de intensidad 7,2 grados en la escala Richter, según el observatorio de Viena, comenzó a las diez y veinte de la noche, hora española, y su epicentro se sitúa cien kilómetros al norte de Bucarest. Los sucesivos temblores se extendieron por toda Europa oriental, desde Moscú, en el Norte, hasta Grecia, por el Sur”, publicaba El País.

Se proclamó el estado de emergencia y las consecuencias fueron devastadoras. Hubo cerca de 1.400 víctimas y enormes daños en Bucarest. La parte vieja de la ciudad fue la que más sufrió. “Fuentes yugoslavas afirman que se han caído veinte grandes edificios en la capital”, informaban en El País, y añadían que “extranjeros residentes en Bucarest estiman que por lo menos un 10% de los edificios de la ciudad se han derrumbado, están en peligro de caerse o han sufrido daños considerables”. 

El vaso medio lleno

Pero entre todo aquel horror, Ceauşescu, el Conducator, vio una oportunidad que daba alas a sus delirios de grandeza. Había que iniciar una reconstrucción y le pareció el mejor momento para llevar a cabo, también, una renovación urbanística –no en la parte más damnificada, sino en la más alta de la ciudad- que daría lugar al nacimiento de un monumental edificio: el Palacio del Parlamento de Bucarest. A prueba de terremotos y ataques nucleares, que demostrara además su enorme poder transformado en algo tangible, en arquitectura.

 

Siguiendo esas premisas se alzó lo que es todavía hoy el edificio administrativo para uso civil más grande del mundo. Con una superficie de 365.000 metros cuadrados, construido principalmente a base de materiales de Rumanía, el Parlamento sobrevuela la ciudad en lo alto de la colina Uranus. Uno puede empezar a recorrer su perímetro cuando todavía luce el sol y acabar la excursión cuando ya se está poniendo.

Para levantar aquella mole se eliminó todo un barrio entero -el equivalente a una quinta parte de lo que era la capital rumana en 1980-, habitado mayoritariamente por gente de clase media. Se destruyeron 20 iglesias, 10.000 casas y cerca de 57.000 familias fueron desahuciadas. Todo para satisfacer los deseos del líder socialista.

Darle un uso

La dictadura de Ceauşescu terminó en 1989, tras una revuelta popular que se saldó con miles de muertos. Él y su mujer Elena fueron condenados a la pena de muerte y fusilados inmediatamente después del juicio. Empezaba una nueva era, pero el legado del dictador seguía muy presente. El Palacio del Parlamento de Bucarest todavía no se había terminado –faltaba un 40%- y la población se preguntaba qué hacer con aquel símbolo de años de terror, hambre y penurias. La guía que nos pasea por las diferentes salas, aunque aparentemente abierta a hablar sin tapujos, se muestra incómoda cuando le pregunto qué piensa acerca del dictador. Así que vuelve al terreno en el que se siente segura: informar sobre el edificio; y nos cuenta que ante el dilema que se les presentó tras la muerte de Ceauşescu, calcularon que derrocar el palacio salía más caro que acabar de construirlo, por lo que decidieron continuar adelante con ello y darle un uso democrático. 

 

En la actualidad es la sede de la Cámara de Diputados, del Senado, del Consejo Legislativo y de la Corte Constitucional. Además, alberga múltiples reuniones internacionales: se han celebrado cumbres de la ONU, económicas, festivales de música…Hasta Michael Jackson protagonizó allí una anécdota que suelen explicar la mayoría de rumanos cuando hacen de huéspedes de extranjeros recién llegados. El cantante estaba en la ciudad de gira, a principios de los 90, salió al balcón del Parlamento y saludó a los fans allí reunidos con un “¡Hola Budapest!”. Lapsus o falta de cultura...

Pero pese a sus múltiples usos, gran parte del enorme edificio permanece cerrado, por lo carísimo que resulta su mantenimiento. Pasear por la parte que está abierta al público es una delicia que acongoja. Porque sus magníficas alfombras, sus lámparas de miles de bombillas y dimensiones galácticas, sus muebles, sus elegantes escalinatas de mármol, los cuadros que el Conducator mandó pintar, recuerdan cómo él y su familia gozaban de la opulencia mientras el pueblo vivía en la miseria, resistiendo a duras penas y muriendo a centenares.

Vueling vuela de Barcelona a Bucarest.

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