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Depeche Mode, directo sin fecha de caducidad

Depeche Mode triunfó en Barcelona cuatro años después.

Sergio Collado

Cuando se habla de un grupo clásico nos referimos a aquel cuyas canciones nutren cualquier discoteca personal, está presente en toda reunión de amigos o suena en sesiones musicales; y si hablamos de bandas transgeneracionales, son aquellas que pasan casi de mano en mano de una edad a la siguiente o siguientes... Pues bien, Depeche Mode son clásicos y transgeneracionales en toda su magna expresión. Como otros “grandes artistas” son historia viva de la música... Ya tienen un hueco por sus aportaciones en el pasado reciente pero siguen ahí en la brecha creando, cocinando en los fogones nuevos discos.

Desde el nacimiento de esta banda de la localidad inglesa de Basildon en 1980 no son pocas las generaciones que se han ido sumando entre sus fans. David Grahan, Martin Gore y Andrew Fletcher, ahora han traído de gira por España Delta Machine. Este nuevo disco no es para tirar cohetes si se buscan temas que igualen otros realizados en días pasados, sin embargo contiene algunas canciones nada desdeñables. Depeche Mode, surgió en la era del post punk y se los considera padres del rock electrónico con la inclusión sistemática de sampleados y sintetizadores; aleteando por el Synthpop, el New Wave o la Música Industrial llegan aún frescos a nuestros días.

Ahora tras su ultima actuación en España hace 4 años, han vuelto a Barcelona y Madrid con su directo. Comenzaron en la ciudad mediterránea el día 15 de enero, fue en un Palau Sant Jordi lleno de la pista a la última gradería y, sí, era gente de 25 años para arriba. El concierto fue un enorme tributo a sus 33 años de haber en el oficio y a sus fans antiguos o neófitos. Mientras que se pensaba que la actual The Delta Machine Tour sería básicamente una presentación de su último álbum –homónimo a la gira– la banda regaló una antología bien equilibrada, con los temas sabiamente intercalados y que consiguió un deslizamiento hacia el clímax final nada traumático y muy efectivo. El espectáculo, que empezó muy bien, fue a más.

Con una parca estética, cantante y banda sólo se veían apoyados por unas enormes pantallas en las que se proyectaban imágenes muy videocliperas según el tema que sonaba. El resto fue buena voz, buenos arreglos y buena actitud que contagiaron al enorme pabellón.

Abrieron con la oscura y potente canción Welcome to My World de Delta Machine, disco del que también tocaron Should Be Higher con hipnótico ritmo, Heaven y la balada Slow cantada por Martin Gore.

Intercalando temas antiguos como Walking in My Shoes (Songs of Faith and Devotion, 1993) que llamaba al “subidón”; The Things You said y Behind the Wheel (Music for the Masses, 1987) con despliegue brutal de batería y bajos; Black Celebration, But Not Tonight y Question of Time (Black Celebration, 1986) alcanzanron un ritmo de after que eclosionó en una dilatada claca final del público; y también, A Pain That I'm Used To (Playing the Angel, 2005) con sus toques a melodía de The Doctor Who.

Del súper trabajo Violator (1990), uno de los más difundidos y populares del grupo, interpretaron las perlas A Policy of Truth, Enjoy the Silence y Personal Jesus haciendo que los congregados estuvieran centímetros por encima del pavimento.

Tras hora y media, acabó el concierto oficial. La gente, obviamente pidió más y lo pedía con ganas. Y claro, obviamente, salieron los ingleses a por los bises. Tocaron Shake the Disease (The Singles 81-85, 1985) con Gore de voz y de nuevo con David Grahan Halo (Violator, 1990), una brutal y celebrada Just Can't Get Enough (Speak & Spell, 1981), I Feel You (Songs of Faith and Devotion, 1993) y Never Let Me Down Again (Music For The Masses. 1987) que cerró una velada que quedará recordada de forma más que justificada.

20 temas en dos horas. Y, en resumidas cuentas, un show en el que supieron ir mezclando temas del nuevo disco –al que tienen que mimar como a su nuevo niño recién nacido– pero sin renunciar a seguir interpretando los grandes éxitos que los han situado privilegiadamente en el mapa de la industria y en los cuerpos rítmicos de la gente. El directo contó con un púbico devoto y una banda que supo interactuar con él, sin aspavientos, tirando del glamour que desprende sobre todo la figura de David Grahan. El cantante pertenece a un club de difícil entrada. Posee el vigor y atracción que ejercen Nick Cave, Tom Waits, Bruce Springsteen... Ellos son todo el espectáculo: una presencia a la que todo audiovisual, foco, pantalla de leds y humo son un añadido. Se bastan solitos con su estar ahí mostrando su arte para captar hasta al último de los congregados. David Grahan está entre la flor y nata: tiene las tablas y posee el carisma. Además, las canciones. Es ese tipo de hortera con clase y de encanto irresistible a la manera del Sexy Beast interpretado por Ben Kingsley, con su tupé y pelo engominado no extrañaría nada verlo aparecer en una película de Guy Ritchie.

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