Programar conciertos en salas de pequeño aforo será absolutamente legal. Es la primera medida de un paquete que apunta en una misma dirección: convertir la música en vivo en un activo cultural para la ciudad en lugar de criminalizar-la. El caso Heliogàbal podría haber acelerado la acción de gobierno, si bien lo contemplaba su agenda, para acabar dando forma a la circular que desbloquea la situación. La apuesta por la música en vivo exigía un gasto desorbitado para cumplir la ley.
La nueva normativa respetará la ordenanza de civismo exigiendo el aislamiento acústico de los locales para asegurar que el dormitorio de cualquier vecino no se superen los 30 decibelios antes de las once de la noche y los 25 a partir de las once. En el caso de que no haya vecinos en el edificio contiguo, los máximos serán 45 decibelios antes de las once y 40 después. La excepción serán las zonas de alta saturación de locales como Ciutat Vella, Sants, Gràcia y el Eixample. En estos barrios, los conciertos tendrán que acabar a las once.
Una mesa de mediación velará por el buen funcionamiento y buenas prácticas de estas nuevas medidas. En la mesa, participarán miembros de los ámbitos de Cultura, Urbanismo y Ecología Urbana, distritos, Guardia Urbana, entidades y asociaciones del sector musical, y representantes de los espacios vecinales de la ciudad, entre otros. Otra de las medidas será la creación de la categoría Espacio de música viva, para mostrar que el locales cumplen la normativa. Para los locales que no puedan garantizar la insonorización, el Institut de Cultura de Barcelona abre en paralelo una línea de subvenciones de hasta 400.000 euros. Las pequeñas salas las podrán solicitar para aislar acústicamente el local, para instalar limitadores de sonido y para adecuarse a las normativas de seguridad.
El sector musical ha aplaudido la decisión del consistorio que ayudará a fomentar el valor cultural y social de todos estos locales que, a menudo, han vivido bajo la sombra de la marginalidad. No sólo de darles cobertura legal, sino de apoyarlos económicamente y visibilizar su tarea. Se trata, incluso, de marcar un punto de no retorno en el que el ayuntamiento se convierta en aliado de estos pequeños locales de música en directo y no en enemigo.
De un tiempo a esta parte, promotores y artistas se han unido para pedir la modificación de la ordenanza municipal para permitir que los bares puedan programar música en vivo sin un permiso expreso. La dureza de la actual ordenanza exigía una licencia específica -además de la licencia de bar o de restaurante- y tener el local completamente insonorizado, una inversión monstruosa para muchos locales. La voluntad política y un debate riguroso, entre todas las partes afectadas, ha permitido desbloquear la situación y reforzar la proliferación de la cultura de pequeño formato.