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Jordi Pujol publica su testamento político y declara que no es ni corrupto ni independentista

El expresident tan solo ha aparecido por plasma en la presentación de su libro–entrevista

Oriol Solé Altimira

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Jordi Pujol no sabe si la historia lo absolverá. Su obsesión es que, al menos, no lo olvide. Esta es la principal conclusión de Entre el dolor i l’esperança (Proa-Enciclopèdia) el libro-entrevista que el expresident publica a modo de testamento político. Dolor y esperanza son los sentimientos que se entremezclan a lo largo de la obra, en la que Pujol pide perdón por haber mantenido durante décadas dinero sin declarar en Andorra, niega ser un corrupto y se declara nacionalista catalán, que no independentista.

El libro-entrevista, de 350 páginas, se ha presentado este miércoles en Barcelona, con Pujol como gran ausente. “Tiene la edad y la condición que tiene y no le parecía oportuno exponerse”, ha indicado Josep Ramoneda, presidente de Edicions 62. Si alguien esperaba que Pujol se pusiera a cortar las ramas corruptas del árbol de la España democrática, tal y como él mismo insinuó en su comparecencia parlamentaria del año 2014, se llevará una decepción. “No es mi estilo”, justifica Pujol a preguntas del Vicenç Villatoro, exdirector del diario Avui y uno de los intelectuales históricos de Convergència (fue diputado en el Parlament entre 1999 y 2002).

Aunque no aporta grandes novedades, sí es la primera vez que el expresident se explaya para disculparse con su familia, amigos y la ciudadanía. E incluso con Catalunya como país, un tema muy sensible para él. “Pido perdón, sobre todo a mi país y a la gente de mi país. Esto es lo que cuenta”, dice. El perdón, agrega Pujol, “es la expresión de un dolor” que vive “con rabia y vergüenza”, a modo de “autoacusación”.

Pujol reitera en el libro lo que viene repitiendo en sede judicial y parlamentaria desde que un día del apóstol Santiago del año 2014 confesó. Esto es, que el “borrón”, el dinero oculto en Andorra procede de un legado de su padre Florenci Pujol a sus nietos, y no de la corrupción. Pujol se declara “seguro” de cara al juicio en la Audiencia Nacional, en el que la Fiscalía le pide nueve años de cárcel. Lo que le atormenta son las repercusiones de su “fallo” en su legado político y que “los valores y las actitudes para la generación de un proyecto colectivo” queden “heridas”.

El sufrimiento y desamparo que transmite Pujol en el libro no parece impostado. Todo un católico como él describe sin ambages una crisis de fe. “Vivo una fe resignada, también en esto he pasado de una vivencia fuerte y del entusiasmo a un estado de ánimo modesto. Continúa estando, pero modestamente, resignadamente, y por lo tanto podríamos decir que de una manera no lo suficiente sólida. Una vivencia cristiana auténtica puede ser exigente, pero no resignada. La resignación lleva no a la pérdida de la fe, pero sí al estancamiento. Y esto hace perder la alegría, debilita la voluntad y repercute poco o mucho en todo”.

El predicador expía sus pecados

De las numerosas metáforas y términos religiosos –culpa, penitencia, arrepentimiento...– que despliega el expresident en la entrevista, quizá la más reveladora es su comparación con un predicador. No esconde Pujol que durante su etapa de 23 años en la Generalitat se encumbró como faro moral de Catalunya, en especial tras el archivo de la querella de Banca Catalana. “A partir de ahora de ética y moral hablaremos nosotros”, dijo en 1984. “El hecho que yo haya sido un predicador sobre la manera de hacer política, sobre la actitud ejemplar en la acción pública hace que mi caso sea más grave, y por lo tanto más doloroso”, reflexiona el expresident más de tres décadas después.

Pujol alega que fue una “desidia” mantener el dinero oculto en Andorra, pero alega que tenía más dinero antes de entrar en política que después. Recalca una y otra vez que la importancia de “reconocer el error” del fraude fiscal radica no solo en su vertiente cristiana de la expiación del pecado, sino para que su legado como president, el autogobierno catalán y sus instituciones no queden manchados por su silencio. “Lo que se hizo por Catalunya durante los 23 años de mi presidencia fue muy importante”, asevera. Una cuadratura del círculo casi imposible, incluso para los filósofos que Pujol cita con profusión –porque los ha leído, algo que no todo el mundo puede decir. Con 90 años el conocimiento e interés por el mundo que el expresident demuestra en el libro sigue siendo apabullante.

No obstante, la expiación del expresident y su intento para salvar su legado se tuercen cuando el propio Pujol se reivindica en reiteradas ocasiones como víctima de la “policía patriótica” y de la banda del comisario Villarejo. Pujol termina formando una mezcla que contrasta con la claridad de otros pasajes del libro. Cabe recordar en este sentido que Pujol y su familia han sido procesados sin trampa alguna, gracias a la información bancaria proporcionada por las autoridades andorranas y de otros países extranjeros, y que fue el propio juez de la Audiencia Nacional José de la Mata quien dejó fuera del caso el 'pendrive' con el que intentó adulterar el caso el exdirector operativo de la Policía Eugenio Pino.

Tampoco resulta muy creíble su desvinculación con los casos de corrupción de Convergència y su intento para mostrarla como un partido limpio, habida cuenta de que la Justicia ya ha sentenciado que la formación recibió 6,6 millones de euros en comisiones ilegales de Ferrovial a través del Palau de la Música. El esfuerzo de Pujol llega hasta el punto de citar a un condenado por el caso Filesa, el socialista Josep Maria Sala, quien según el expresident le reconoció que el PSC había “buscado” pero no había encontrado nada de corrupción en Convergència. “Ni intenté ni di vía libre a actuaciones corruptas ni me beneficié, buscaron en un agujero vacío”, resalta Pujol.

La familia y Catalunya

Otro elemento interesante de la obra es el abordaje de la relación con sus hijos. Si bien no se adentra en hablar de su primogénito, promotor de todo tipo de tejemanejes financieros en varias jurisdicciones, el expresident pone negro sobre blanco lo que durante años ha sido un secreto a voces en Barcelona. “No cumplí suficientemente bien como padre de familia, y esto es culpa mía, no porque no quisiera a mis hijos, sino porque he estado demasiado ocupado, sobre todo con Catalunya”.

Además de reivindicar sus 23 años al frente de la Generalitat y el despliegue del autogobierno, Pujol dedica varios pasajes del libro a analizar el procés y su propio pensamiento político. Aunque reconoce que el término tiene connotaciones negativas, se describe como nacionalista catalán, pero se aleja del independentismo. Recuerda que durante su etapa de mando en Convergència tenía “prohibido” a las juventudes del partido usar la 'estelada' y desmiente a su exsocio Josep Antoni Duran i Lleida, quien en sus memorias consideró que Pujol siempre había sido independentista.

“Mi primera fidelidad ha sido y es Catalunya, pero siempre la he querido ejercer en dos marcos más amplios, España y Europa”, abunda Pujol, que ensalza los “ejemplos de éxito de unidad en estados que incorporan unidades nacionales diversas”, por ejemplo el País Vasco en España o el Québec en Canadá. Ello no le impide ser crítico con el Estado, a quien afea “no darse cuenta de la naturaleza del conflicto que hay en Catalunya”, que no solo es de índole económica sino también de identidad. Y en lo que parece un aviso a navegantes, Pujol saca a colación al respecto de la independencia unas palabras suyas de cuando abandonó la Generalitat en 2003, cuando advirtió de “las propuestas que parecen reflejos, pero que para nosotros resultarían ser espejismos”.

“Catalunya no tiene fuerza suficiente para obtener la independencia”, constata Pujol, que pide “estar abiertos a fórmulas no independentistas que –seriamente y con garantías– aseguren la identidad, la capacidad de construir una sociedad justa y de facilitar la convivencia”. Pero para ello cree necesario que antes haya autocrítica en el seno del nacionalismo. “La casa no está ordenada”, sentencia.

“Me considero preparado para la prisión, para la ruina y también para la muerte, pero no para el deshonor o la vergüenza pública. Tengo el derecho a decir que ha habido algo positivo en mi historia, asumiendo errores y fallas, pero no desde la desesperación que lleva a la autodestrucción”, concluye Pujol. Por mucho que el expresident intente dejar a buen recaudo su lugar en la historia, el último capítulo está todavía por escribir: será la sentencia que la Justicia emita sobre él y sus hijos.

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