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Nace un sindicato de personas sin hogar en Barcelona: “No puede haber gente que duerma en la calle con 13.000 pisos vacíos”

Albert, Fran, Nico y Lluís (de izquierda a derecha y de arriba a abajo) son cuatro de los fundadores de la nueva organización

Germán Aranda Millán

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Las personas sin hogar se encuentran y conocen en las calles, en los albergues, en las colas de comedores sociales o cuando se agrupan para compartir su trocito de suelo en rincones o plazas para sentirse, acompañados, algo más seguros. Entre las quejas que comparten están los precios del alquiler y unos albergues públicos con reglas horarias estrictas, poca o nula intimidad, que no alcanzan para todos y que rara vez ofrecen una solución que no sea temporal. Decenas de ellos llevan semanas de asambleas y este jueves presentan, a las 13.00 en la plaça Sant Jaume de Barcelona, un nuevo sindicato con un lema muy claro: “No puede haber gente durmiendo en la calle con 13.000 pisos vacíos y la mitad de hoteles cerrados”. Ya tienen cuenta de Instagram.

El manifiesto lo leerá Albert, un hombre de 47 años que vive en la calle desde hace tres años, después de años sin trabajo y con depresión. Por sus problemas de salud mental, le concederán una pensión de invalidez de 600 euros a partir del mes que viene, con los que espera poder trampear, aunque no las tiene todas: “Con 600 euros en Barcelona es casi imposible poder pagarte una habitación y luego la vida”. Ha dormido en varios rincones de la ciudad, desde Plaça Espanya al entorno del Aquarium de la ciudad, después en la Estació del Nord. “Soy reacio a entrar en un albergue, porque al cabo de unos días te dicen que te tienes que ir y el golpe psicológico es peor, nunca llegas a estabilizarte”, lamenta, por lo que intenta dormir “en lugares seguros”.

“Gracias a las fundaciones, me armo de sacos de dormir y de mantas, pero claro hay personas que mueren en invierno durmiendo en la calle”, agrega Albert. Los sintecho esperan congregar al menos a 40 personas en el acto de este jueves. Entre ellas está Lluís, de 70 años, que tan sólo lleva dos semanas viviendo en un albergue para personas sin hogar de la operación frío de Barcelona. Pero el sábado este dispositivo cerrará y Lluís ni siquiera sabe dónde dormirá el domingo, aunque es optimista por el trabajo que está haciendo la asistenta social para encontrarle solución. Se vio durmiendo en la calle dos días seguidos por primera vez en su vida después de ser expulsado de la habitación en un piso compartido donde pagaba más de 500 euros al mes y en el que está convencido de que quien le realquilaba la habitación obtenía beneficios.

“Me echaron de la noche a la mañana y no tenía dinero para pagar una habitación nueva ni la fianza”, explica. Cobra una pensión de 800 euros al mes y la asistenta social está trabajando para que acceda a otra solución, por lo que confía en que todo “se arregle pronto”. “Pero aunque mi situación pueda ser un poco mejor, seguiré dando apoyo a esta causa porque de cualquier forma, la gente que vive en la calle y yo nos hemos ayudado y es casi imposible pagar un alquiler en esta ciudad”, afirma. 

En el caso de Lluís, buscar una habitación en un piso compartido es muy complicado por la edad que tiene, “y más complicado aún por la pandemia”. Lluís tiene un hijo que le ha ofrecido irse a vivir con él a Granollers, pero no quiere ser una carga y no lo contempla como opción. En el albergue de la operación frío solo le dejan estar durante la noche, así que cuando se levanta pasa el día “en la calle, de plaza en plaza, en las bibliotecas cargando el móvil”. “Yo invito a los políticos a que pasen 24 horas viviendo en la calle y vean lo que se siente, porque es muy duro”, zanja. 

También Fran, que a sus 61 años lleva ocho sin empleo y viviendo en la calle, constata que con la prestación de 400 euros que recibe es imposible acceder a una vivienda. “¿Trabajo? Con mi edad no te quiere ni el apuntador”, asegura este hombre que había pasado toda la vida alternando trabajos en seguridad y en fábricas y que ahora colabora como voluntario en la ONG Barcelonactua. Pocas veces ha dormido en albergues, porque cree que “no siempre son seguros” y porque le gusta ser “libre”, responde como otras personas en su situación sobre las normas de convivencia y horarias que generalmente tienen estos centros, donde no se puede beber alcohol y hay una hora determinada para irse a dormir y levantarse. 

El sindicato, que no estará registrado como tal ni como entidad por el momento, nace como agrupación para dar voz a los sintecho. Uno de los activistas que ha ayudado a las personas sin hogar a organizarse es Santi González, propietario de una pequeña tienda de ropa en el barrio del Raval. “Todo empezó con las dos muertes que hubo durante la oleada de frío en Barcelona. Escuchaba que personas que vivían en la calle decían que había que montar algo, que había que montar algo y con las dos muertes de personas sin techo que hubo en enero se decidieron a organizarse”, explica. González insta a que “Generalitat y Ayuntamiento dejen de echarse la culpa y se sienten en una mesa de trabajo con la población sin hogar para buscar soluciones”.

Además de reclamar condiciones de vida dignas, los fundadores del sindicato también ponen el foco en la derogación de la ley de extranjería, ya que entre la población de calle hay muchos migrantes sin papeles, entre los que se encuentran, recuerda González, “los menores tutelados que cumplen 18 años y pierden su techo y sus ayudas sin un permiso de trabajo”. 

El detonante de la organización de los sintecho en un sindicato fueron las dos muertes coincidiendo con la ola de frío el pasado mes de enero. En conjunto, en 2020 fallecieron 18 personas que dormían en la calle y un total de 70 personas sin hogar (algunas en centros sociosanitarios y hospitales), según estimaciones de la Fundación Arrels. Desde el Ayuntamiento de Barcelona aseguran haber hecho grandes esfuerzos durante la pandemia para acoger a más personas sin hogar en servicios municipales. Recientemente, tres hoteles y residencias de la ciudad facilitaron la suma de 220 plazas de acogida hasta llegar a las 2.700 actuales. El último recuento de la Fundación Arrels, sin embargo, contó a 1.200 personas durmiendo en la calle en julio del año pasado y cifran en 5.500 el total en Catalunya. La fundación Hogar Sí estimó en 30.000 las personas durmiendo en la calle en toda España. 

El consistorio barcelonés alega también que la Generalitat no suma esfuerzos para erradicar este mal, a pesar de que muchas de las personas sin hogar provienen de otros municipios donde no existen tantos recursos. El Govern, por su parte, recalca que destina recursos económicos que gestionan las entidades o los municipios, y en enero de este año firmó un nuevo convenio con Arrels para el traspaso de 900.000 euros en la lucha contra el sinhogarismo. “Es una cifra importante en nuestro presupuesto de cinco millones, nos da un balón de oxígeno para cubrir gastos extra que tuvimos en 2020, pero no queremos abrir ningún recurso que luego tengamos que cerrar”, asevera Ferran Busquets, director de Arrels, sobre el convenio. Busquets lamenta que “los enfrentamientos políticos son uno de los principales problemas para abordar el problema del sinhogarismo”, en relación a las disputas entre consistorio y Govern, y sobre el Sindicat de Sensellar asegura que “todo lo que sean movimientos de personas que están en la calle para tener voz nos parece bien” porque “son colectivos difíciles de movilizar”. 

Nico, migrante de origen rumano de 66 años, ha conseguido un piso social de la Fundación Arrels después de un año viviendo en la calle, pero se suma a la causa del sindicato sobre todo preocupado por el trato que ha recibido de la policía. Según relata, un mosso le agredió en dos ocasiones durante el pasado año tan sólo por cuestionarles. Saca de su pequeña mochila un parte médico de marzo del año pasado donde se registra su dolor en las costillas pero “sin hematomas”, así como una denuncia registrada en SOS Racisme y una hoja de detención de los Mossos, que lo arrestaron “sin estar haciendo nada”, apostilla. Lleva otro papel en el bolsillo que enseña a las autoridades para demostrar que tiene un edema pulmonar que le impide llevar mascarilla. Se marcha junto a Lluís, Albert y Fran de la plaza donde tiene lugar la entrevista y se pierden entre las calles del Raval sin un hogar al que volver, pero ilusionados con el acto de este jueves.

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