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Ya no se anuncian alquileres de menos de 800 euros en Barcelona: “Llevo dos años buscando y he perdido la esperanza”

Yamila Chein, en la vivienda que comparte actualmente en Barcelona a la espera de encontrar un piso para ella sola que pueda pagar

Pau Rodríguez

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No hace tanto tiempo, en una ciudad como Barcelona era posible encontrar pisos de alquiler a 800 euros. De hecho, era lo que se pagaba de media en 2016. Pero hoy esa cifra está más cerca de lo que cuesta una habitación en la capital catalana. Lo sabe bien Yamila Chein, que a sus 40 años trata de buscar una vivienda para ella sola que no se trague todo su sueldo. “Lo que sale es muy poco y a veces el anuncio dura menos de una hora en las webs. Si no los ves al momento, te quedas fuera”, describe esta mujer. “Es agotador”, remacha.

A la espera de ver cómo afecta al mercado el tope de los precios del alquiler, que debería entrar en vigor en Catalunya a mediados de marzo, existe una enorme brecha entre las mensualidades máximas que buscan los inquilinos en Barcelona y las ofertas que les muestran los principales portales inmobiliarios. Y no es solo en la capital catalana. En todo el área metropolitana, donde viven más de cinco millones de personas, el 54% de quienes buscan alquiler se ponen un umbral de 800 euros, a pesar de que solo el 3% de los pisos están por debajo de ese precio en las webs de anuncios, según un estudio del Observatori Metropolità de l’Habitatge (OH-B) a partir de una encuesta y de los datos que explotan Habitaclia y Fotocasa. 

Yamila Chein forma parte de esa mayoría de barceloneses que sigue esperando una oportunidad por debajo de los 800 euros. Aunque está a punto de tirar la toalla. “Empecé hace más o menos dos años y a veces creo que he perdido la esperanza”, reconoce. A su edad, no quiere resignarse a compartir piso eternamente, dice, “como si fuese una universitaria”. Pero al mismo tiempo tampoco está dispuesta a gastarse más del 50% de su salario en la vivienda.  

Mientras tanto, sigue registrada en los principales portales inmobiliarios y le llegan a diario correos electrónicos con ofertas. “Los mails los puse en spam, porque ya no lo podía soportar. Y las alertas del móvil no me las quito por si me llega uno que me gusta y tengo que llamar rápido”, relata. La última vez que le pasó, hace un mes, es lo más cerca que estuvo de alquilar un piso, en el barrio de Sant Andreu. “Era un estudio pequeño, pero espectacular. Llamé ilusionada, pero antes de visitarlo me hicieron saber que se lo daban a otra persona con un salario más alto”, lamenta. 



Por si fuera poco, la falta de oferta de vivienda asequible en municipios tan tensionados como Barcelona no se limita a los precios por debajo de los 800. Tampoco es fácil encontrar de menos de 1.000. Si en la ciudad los primeros suponen poco más del 2% del total, si se le suman los segundos se quedan cerca del 11%. Es decir, que únicamente uno de cada diez anuncios de alquiler está por debajo de los 1.000 euros, según el estudio del OH-B. 



“Esta distancia entre lo que demanda la población y la oferta es lo que se conoce como crisis de accesibilidad a la vivienda en las ciudades contemporáneas”, describe Carles Donat, codirector de este observatorio público. “Es el resultado de la separación entre los ingresos de los hogares y lo que cuesta la vivienda. En Catalunya, por ejemplo, en los últimos 20 años el precio medio del alquiler ha aumentado el doble que los salarios”, sentencia. 

Para Eduardo González de Molina, investigador en políticas de vivienda de la University College of London (IIPP), esta brecha es una de las expresiones más claras de la crisis de la vivienda y del fallo del mercado, que “no es capaz de ofrecer un producto a amplias capas de la población”. “A los que tienen menos ingresos uno asume que el mercado nunca llega, y para eso está la Administración, pero es que aquí se está fallando a la franja más amplia”, alerta. “Cuando aumenta la demanda de un bien, debería aumentar también la oferta, y no es así”, añade. 



Con todo, los expertos consultados añaden otro aspecto que no hay que olvidar cuando se analiza el mercado del alquiler: los precios que aparecen en los portales (tanto Habitaclia y Fotocasa, objeto del estudio, pero también Idealista o Pisos.com) acostumbran a ser más elevados que la media. “En esas webs no sale la oferta que tiene mejor relación calidad-precio, que es la que a menudo ni siquiera llega a las inmobiliarias y se mueve por el boca-oreja”, constata Donat. Por comparar, los anuncios de Habitaclia en Barcelona muestran un precio medio de 1.860 euros mensuales en el tercer trimestre de 2023, mientras que para el mismo período, el alquiler medio real de la ciudad –el que se mide a partir de las fianzas que se depositan en el Instituto Catalán del Suelo– fue de 1.171 euros. 

Por otra parte, para radiografiar la demanda de vivienda, desde el OH-B recurrieron a una encuesta hecha por el GESOP, porque consideraban que los datos de las búsquedas de los portales no eran lo suficientemente representativos. De la encuesta se desprende que una de cada tres personas que busca alquiler, el 35,3%, lleva más de un año en ello. “Hay una parte  que está tiempo buscando, son los que intentan mejorar sus condiciones actuales”, constata Donat, “pero a la vez hay mucha gente que no puede espera, bien por divorcio, bien porque llega de fuera”.

La demanda que renuncia a los portales

El investigador González de Molina explica además que existe la “demanda invisible”. “Es sobre todo la gente joven que vive con su familia y que ni siquiera se plantea buscar, porque ha escuchado que Barcelona es demasiado cara”, expone. “Son los que solo se lo pensarán si encuentran un buen contrato”, dice.

Álex Luque, de 39 años, es uno de esos inquilinos barceloneses que ha renunciado a las webs de anuncios. “Hace tiempo que no los miro. Hace años también tuve que buscar piso y todo lo que encontraba era de 900, 1.000, 1.200…”, se queja. Ahora vuelve a estar en esa misma tesitura, después de una separación, pero de momento solo busca en la web de la Borsa de Viviendas de Alquiler de Barcelona, una plataforma pública que intermedia entre propietarios e inquilinos con la condición de que los precios sean asequibles. 

“He buscado también habitaciones”, añade Álex, “pero todo lo que encuentras es una de 500 euros y en Cornellà”. “Y no me da la gana marcharme de Barcelona, porque es donde tengo la familia y porque no tengo ni coche ni moto”, prosigue. Esto último le duele especialmente: “Lo dicen los especuladores, que hay que irse a vivir fuera de la ciudad, pero ellos seguro que tienen piso en el centro”.

¿Logrará la regulación de los alquileres disminuir la brecha entre oferta y demanda? Donat, del OH-B, no se atreve a hacer vaticinios. Mientras estuvo vigente la ley catalana que los limitaba, entre 2020 y 2021, los precios bajaron ligeramente, pero durante una época de pandemia que dificultaba los análisis. Con la Ley de Vivienda actual, cuando se apruebe la declaración de las 140 ciudades tensionadas en Catalunya, los nuevos contratos no podrán ser superiores a los anteriores. Y, para los grandes propietarios, las rentas podrían incluso disminuir si están por encima de lo que marque el índice de Precios de Referencia ya disponible. 

“El índice debería contribuir a que bajen los precios, aunque seguro que no será una disminución inmediata ni tan pronunciada como queremos y necesitamos”, expresa Enric Aragonès, del Sindicat de Llogateres de Barcelona, que ha hecho un llamamiento a los inquilinos a que no firmen nuevos contratos antes de que entre la medida en vigor. “Esperamos que cambie la tendencia, aunque sabemos también que el tope solo será efectivo si la gente se planta cuando su casero les quiera subir la mensualidad”, advierte el activista. 

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