“¿Cómo dices, Artur? ¿Inde-qué?” A un mes de elecciones trascendentales en Euskadi y Galicia y con un descomunal desgaste político a sus espaldas por su atropellada política de recortes, Mariano Rajoy apenas hará mucho más que mover una ceja y esbozar un rictus en su electrizante cita de esta semana con el presidente de la Generalitat. De hecho, eso es lo que suele hacer generalmente el impertérrito jefe del Gobierno español ante los grandes dilemas.
Hoy por hoy, lo único que une a ambos políticos es la enorme papeleta que tienen por delante en sus respectivos escenarios. Sin embargo, uno y otro han tejido sobre tan exiguo vínculo una fructífera alianza de intereses que les ha permitido capear los sobresaltos de esta legislatura de infarto, monitorizada al minuto a través de la delirante gráfica de la prima de riesgo.
Pero la legislatura ha dado un vuelco inesperado tras el brusco giro independentista de la política catalana. De hecho está virtualmente muerta en Catalunya, salvo que los cerebros de La Moncloa encuentren en las próximas horas la clave para satisfacer al presidente de la Generalitat en su reclamación de un nuevo estatuto fiscal y contener de este modo la marea secesionista. Tal y como están las cosas, suena casi a broma.
A estas alturas de la película, una vez legitimada y asumida la reivindicación independentista de la calle, diríase que no hay marcha atrás. La ensoñación popular está en marcha y la política la ha hecho suya. El propio Mas parece haber volado los puentes en su huida hacia adelante, secundado por su partido y jaleado por sus competidores políticos, ante el estupor y desconcierto del establishment político y económico de Madrid.
¡Ay Madrid! Lo malo no es que a veces no entienda o finja no entender las cosas que ocurren al norte del Ebro; lo peor es cuando entiende perfectamente lo que sucede y cavila su respuesta en secreto. He aquí que Catalunya clama por la independencia mientras implora al Gobierno central del Estado un rescate de más de 5.000 millones de euros para poder llegar a fin de año, sin que nadie haya dicho aún cuándo va a llegar. El fantasma de los ‘hombres de negro’ del ministro Montoro cobra ahora toda su carga doméstica.
La ausencia del Gobierno y la solitaria presencia de un observador del máximo rango de La Zarzuela en la ya histórica comparecencia del president en Madrid, el pasado día 13, ilustra la envergadura del envite y la crucial trascendencia de la respuesta. Una semana después del tsunami de Barcelona, el silencio de Rajoy es un estruendo seguido con una mezcla de pánico y resignación por propios y extraños.
En el exterior, acreedores y geoestrategas de ambos lados del Atlántico siguen con expectación la nueva fase del abrupto fin de la “fiesta” en España, anunciado por los feroces sabuesos de The Economist en el ya lejano noviembre de 2008.
Hacia lo desconocido
Efectivamente, Catalunya parece asomarse de forma inexorable hacia el escenario irreconocible de una declaración unilateral de independencia en la próxima legislatura, que arrancará muy probablemente en la primavera de 2013 con la convocatoria de elecciones anticipadas. La orientación y el carácter plebiscitario de la virtual convocatoria no admite muchas dudas: el president ya amaga un simulacro de Agencia Tributaria propia a partir de la red de las diputaciones provinciales –vivir para ver!– y parece decidido a lanzarse a un referéndum a través de la Ley de Consultas aprobada por el Parlament en marzo.
El 'tot o res' (todo o nada) ha tomado definitivamente el relevo de la política del 'peix al cove' (pájaro en mano) practicada por el pujolismo y se ha instalado en el espacio central de la política catalana, otrora habitado por el pactismo y la moderación. Gracias a ello fue posible en su día el consenso que facilitó la transición democrática basada en la ruptura pacífica con la dictadura.
Está claro que en adelante habrá que echar mano de otros valores para alcanzar un nuevo pacto de futuro en los términos que determinen la voluntad popular, el sentido común y el compromiso europeo. De momento solo sabemos que “todo es posible”, según la rotunda aunque extremadamente difusa afirmación del presidente de la Generalitat.
Nada es porque sí. El osado gran salto dado por Artur Mas al acatar públicamente el mandato de la gigantesca manifestación de la Diada, ratificado sin rodeos y en castellano en su cita ante los medios en Madrid, pretende convertir a CiU en la fuerza hegemónica de una virtual nueva Cámara escorada hacia el secesionismo. En este escenario, el PSC podría quedar prácticamente borrado del mapa al verse atacado de lleno en su 'doble alma' (catalanista y españolista) en una de las mayores crisis existenciales de su historia.
La fulminante réplica de Alfredo Pérez Rubalcaba al pulso lanzado por Artur Mas no deja lugar a dudas sobre la firme posición del PSOE ante el giro independentista de la Generalitat, no sin responsabilizar de ello a la política recentralizadora y anticatalanista del PP. Desafiado en las últimas semanas por la insumisión de sectores del ala catalanista del partido, el dirigente socialista catalán Pere Navarro se esfuerza en enarbolar la bandera federalista ante la indiferencia general y la deserción de sus valedores, dentro y fuera de Catalunya.
¿Euskaldunización?
De este modo, la división clásica entre derecha e izquierda, conservadores y progresistas, ya muy debilitada por la banalización de la política y la globalización, dejaría paso a un nuevo hemiciclo poblado en adelante por secesionistas y unionistas, o independentistas y constitucionalistas, en una cierta euskaldunización del escenario político de Catalunya, donde hasta ahora siempre se habían marcado distancias con el modelo vasco.
De hecho, Mas no ha vacilado en ponerse al frente de la manifestación de la Diada no solo por sus dimensiones, la contundencia de su mensaje y el interclasismo de sus participantes, sino influido también por el espectro del PNV amenazado en su propio terreno por el abertzalismo radical (Bildu). Las elecciones vascas del 21-O serán un test importante también en Catalunya, donde la erupción independentista ha reavivado con toda crudeza las tensiones secesionistas de los dos grandes motores industriales del Estado español. Nada menos.
En estas condiciones, la recurrente autoprofecía del “choque de trenes”, citada hasta la saciedad desde la sala de máquinas de CiU y de la Generalitat, pilotada por el todopoderoso Francesc Homs, portavoz del Govern y secretario de Presidencia, cobraría realidad en toda su dimensión política y su inevitable deriva emocional. Que no es poca.
Pero en CiU es la hora de las ideas fuertes y los objetivos ambiciosos y firmes. Homs es a Mas lo que Henri Guaino era a Nicolas Sarkozy, salvando las distancias y sin prejuzgar ningún desenlace o destino. El influyente secretario-portavoz es, junto a Germà Gordò, secretario general del Govern, el gran cerebro gris del viraje de CDC hacia el soberanismo que encumbró a Artur Mas al poder en 2010.
Bajo la jefatura de Oriol Pujol como secretario general del partido, ambos nutren el 'pinyol' de CDC, sector que propugna acabar con la pedagogía de la convivencia en el seno del Estado español y adoptar el unilateralismo como vía de acción hacia la segregación.
Del pragmatismo al mesianismo
La evolución de Artur Mas desde el nacionalismo pragmático heredado de Jordi Pujol hacia un mesianismo patriótico ha sido admitida y descrita implícitamente por el propio interesado al definirse recientemente como una síntesis entre Prat de La Riba, presidente de la Mancomunitat de Catalunya (1914-1925), y Francesc Macià, mítico primer presidente de la Generalitat en la trágica II República.
El tono y la prosa del presidente de la Generalitat, que en sus discursos más solemnes ha pasado del vocabulario y las metáforas de vocación marinera hacia una épica de resonancia militar, parecen avalar esta amalgama entre el templado dirigente de la Lliga Regionalista y el héroe legendario de la rocambolesca operación armada de Prats de Mollò (1926) para proclamar “manu militari” la independencia de Catalunya frente a la dictadura de Primo de Rivera.
La insólita reacción del president al reconocer y asumir el “mandato de la calle” expresado en la Diada choca con el sistemático rechazo, cuando no la descalificación, de las exigencias de las manifestaciones masivas contra los recortes sociales que se suceden en Catalunya.
Desde la primavera de 2011 hasta hoy, el descontento popular reflejado en la calle no ha servido para mover un ápice la agenda del Gobierno, que en su día osó presentarse bajo la presuntuosa etiqueta del 'Gobierno de los mejores', con el indisimulado añadido 'business friendly'.
A medida que se ha ido recrudeciendo la crisis social en Catalunya, el Govern ha sabido trasladar eficazmente a la opinión pública la imagen de que con un sistema fiscal propio la crisis no sería tal, y que el origen de ésta no es otro que el 'expolio' sistemático del Estado, contabilizado en más de 16.000 millones de euros anuales y un déficit fiscal crónico del 8% del PIB.
El peso de esta ecuación sobre un país castigado por la frustración del Estatut y la virulencia de la crisis sobre el tejido productivo y la vida cotidiana de las familias ha sido determinante en la cristalización del sentimiento secesionista. Si a esto se le añade los efectos de la reiterada descripción de España bajo la imagen de un Estado injusto, ineficaz e insolvente, devastado por la corrupción y el clientelismo, no defender hoy la independencia sería simple y llanamente cosa de “imbéciles”.
La “batalla ideológica”
Catalunya, en efecto, llevaría 500 años “haciendo el imbécil” y habría llegado la hora de decir ‘basta’. Así fue resumido en el acto institucional de presentación de la Diada por la periodista Mònica Terribas, bajo cuya dirección TV3 ha alcanzado la mayor presencia e influencia como principal instrumento de formación de la opinión pública catalana. La autoría de la cita corresponde, sin embargo, a Joan Sales, autor del clásico Incerta Glòria, cuyo centenario de nacimiento se celebra este año.
La tormenta de ideas y conceptos no ha hecho más que empezar. El ex conseller Josep Huguet (ERC) no ha vacilado en hacer un llamamiento público para “acabar de ganar la batalla ideológica”. El ex dirigente republicano denuncia que “predominan en demasiadas tribunas de opinión gente que está anclada en el pasado” y anima a los “consumidores” a utilizar la herramienta de la audiencia para “hacer que salten un grupo de tapones que impiden el acceso de intelectuales emergentes que corresponden más a los vientos de cambio que el país y el mundo necesite”.
Casualidad o no, TV3 ha decidido prescindir en su magazine informativo de las mañanas de un grupo de veteranos contertulios entre los que se encuentran periodistas de larga trayectoria como Antonio Franco, Lluís Bassets, Joan Tapia, Lluís Foix, Rafael Jorba y Francesc Valls, así como la ex concejal y ex diputada del PSUC Eulàlia Vintró y el filósofo Josep Maria Terricabras, entre otros. Televisió de Catalunya, al igual que el resto de medios de la Corporación, estrena temporada bajo el nuevo entramado institucional pactado en su día por CiU con el PP en la nueva ley aprobada por el Parlament.
Agenda nacional y agenda social
Lo cierto es que la agenda nacional parece haber desplazado definitivamente a la agenda social en el escenario político, hecho que incuestionablemente sirve los intereses electorales de CiU y consuma su progresiva mutación desde el nacionalismo al soberanismo y su plasmación final en la causa secesionista.
La idea de que el Gobierno de la Generalitat y la coalición en el poder se han visto sorprendidos y desbordados por el clamor independentista del 11-S no concuerda con el derroche de medios y la liturgia institucional perfectamente organizada en el Parlament al término de la gran marcha ciudadana. La mismísima presidenta Núria de Gispert, una histórica de UDC que frecuenta los patinazos con sus declaraciones públicas, ofició con visible devoción el reconocimiento formal de la nueva legitimidad nacida en la calle, así como el carácter vinculante de su reivindicación.
De este modo, la representación popular del Parlament ha sido laminada de facto por el nuevo poder de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y la Associació de Municipis per la Independència, que integra más de medio millar de ayuntamientos. Se trata de dos plataformas de base alimentadas desde la Catalunya profunda por los actores políticos y culturales afines a ERC y CiU, que rivalizan con la emergente CUP (Candidatures d’Unitat Popular) en la causa catalanista. Òmnium Cultural actúa a modo de gran carpa o “punto de encuentro de la sociedad civil” en su camino hacia la plenitud nacional, codo a codo con la Generalitat.
Solo tres años después de la primera consulta popular sobre la independencia de Catalunya que encumbró al pequeño Ayuntamiento de Arenys de Munt y abrió las compuertas de las consultas municipales, el movimiento ha devorado a sus mentores no declarados y ha enterrado el pujolismo en un masivo y festivo funeral de cuerpo presente bajo un impresionante despliegue de banderas esteladas. El histórico fundador de CDC no ha dudado en encabezar el cortejo, decepcionado por el curso de las cosas en lo que va del nuevo siglo.
La explosión secesionista en la fase más cruda de la Gran Recesión, jaleada sin embargo por los medios de referencia con la liturgia y complicidad de las grandes gestas deportivas de los colores locales, abre grandes retos e incógnitas en los próximos tiempos. Pasada la euforia de la gran catarsis colectiva y una vez editados los videos del evento para animar los espíritus y las ventas, el reloj ha vuelto a marcar las horas del difícil día a día.