La convocatoria de elecciones para abrir el proceso de autodeterminación realizada por el president Artur Mas el pasado martes parece levantar más peajes infranqueables entre Catalunya y España y alejar los “puntos de encuentro” que reclamaba sin demasiada convicción Mariano Rajoy. Sin embargo, historiadores, politólogos y expertos en Derecho Constitucional consultados por eldiario.es coinciden en que, pese a abrirse una nueva etapa de relaciones, aún existen posibilidades de entendimiento. Aunque para que ello sea posible, España necesita creerse y comprender que el órdago de Catalunya va en serio.
“De momento, no creo que la situación vaya a cambiar mucho, excepto para que Convergència consiga la mayoría absoluta en las próximas elecciones”, vaticina con rotundidad el historiador Josep Fontana, quien recurre a cierto sentido del humor para analizar la nueva fase de tensión entre España y Catalunya. “Al menos, todo esto ha hecho reflexionar a gente y algunos se han dado cuenta de que existe un problema que hay que afrontar, y Rajoy no se cuenta entre esos, pero oír a Rubalcaba hablar de federalismo es como una especie de milagro”.
Fontana, profesor emérito de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y autor de la obra de referencia Por el bien del imperio, una historia del mundo desde 1945, opina que todavía es demasiado pronto para predecir hasta dónde puede llevar la iniciativa de Artur Mas. “En un país que atraviesa una grave crisis económica y social como este, puede pasar cualquier cosa, pero hay que ver hasta qué punto coincide el camino de la gente con la táctica y la estrategia de Mas”, señala.
Con el paso cambiado
En cambio, Agustí Colomines, uno de los historiadores más comprometidos con el nacionalismo catalán, cree que se ha abierto “una nueva etapa” que ha pillado con el paso cambiado a Madrid. “En España aún se piensan que Mas es Pujol y no lo es, y programas satíricos como Polonia dan una imagen distorsionada de él, pero Mas tiene una línea de pensamiento propio y una voluntad firme”.
Colomines, catedrático especialista en temas identitarios de la Universitat de Barcelona (UB) que además preside la Fundació CatDem, creada por Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) para refundar la Trias Fargas, que ha sido involucrada en el escándalo de financiación ilegal de partidos que se desprende del caso Millet, considera que “Mas se ha negado a pasar a la historia como el president que veía como se hundía la Generalitat y ese es el riesgo real, ante la imposibilidad de lograr un sistema de financiación justo, ha decidido pasar página”.
La inventiva del catalanismo
Más comedido se muestra Enric Argullol, catedrático de derecho administrativo de la Universitat Pompeu Fabra, quien observa que todavía hay posibilidades de acercamiento entre Barcelona y Madrid. “El catalanismo político siempre ha tenido un hilo conductor y no es otro que su capacidad de inventiva de fórmulas nuevas, pues las ideas de la Mancomunitat de Prat de la Riba o del Estatut durante la República, con la recuperación de una institución olvidada como la Generalitat, fueron en su momento ideas nuevas”.
No obstante, Argullol, especialista en organización administrativa y comunidades autónomas, ve difícil que se pueda mantener la misma estructura de “encaje” de Catalunya en España y aboga por un cambio de mentalidad, que rompa con la inflexibilidad que se ha instaurado “desde el 2000, con la mayoría absoluta de Aznar”. “Las constituciones que perduran en todo el mundo son las que tienen interpretaciones flexibles y en España, con el PP, cuando se trata de temas catalanes, no se hace ninguna lectura flexible”, apostilla.
Síntomas de agotamiento
El auge del independentismo catalán obliga a reflexionar a España y, en especial, a las izquierdas, reflexiona Cesáreo Rodríguez-Aguilera, catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona (UB), ante cambios de “gran envergadura”. “Se abre una nueva etapa y el sistema político aprobado en la transición presenta síntomas de agotamiento, pues no sólo es el tema catalán, sino que también hay un crisis de la representación política, una crisis de la monarquía y un replanteamiento del modelo autonómico, que ha durado 35 años”, interpreta Rodríguez-Aguilera.
Estudioso de los nacionalismos en España y Europa, Cesáreo Rodríguez-Aguilera critica que la derecha española, encarnada por el PP, no sea federalista pese a los conservadores de muchos países como Estados Unidos, Bélgica o Alemania lo sean. “La solución en España pasa por un federalismo asimétrico, pero ahora es necesario que en Catalunya se convoque una reférendum con una pregunta clara, para que la gente hable y se acepte, pues en Catalunya se han alumbrado expectativas difíciles de concretar”, afirma.
Federalismo poco creíble
Algunos expertos en federalismo, como Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la UB, advierten que se puede haber hecho tarde para que esa opción sea viable. “El federalismo debería ser creíble y hasta ahora no lo ha sido, porque aunque ahora el PSOE hable de federalismo, nunca se lo ha creído, y hay que recordar, por ejemplo, que en la reciente fiesta de la rosa en Barcelona, antes de la manifestación del 11-S, Rubalcaba vino y no habló de federalismo”.
Arbós entiende que la situación solamente puede arreglarse con gestos públicos y notorios, como que en la conferencia de presidentes autonómicos se reconozca que hay comunidades como Catalunya que están haciendo un esfuerzo de solidaridad que debería revisarse o que “un presidente socialista como Patxi López dejase claro que no le importaría que Catalunya pudiera tener un modelo de concierto como el vasco, algo que le parece que le molesta cuando se habla”.
El lenguaje utilizado hasta ahora por Artur Mas sigue admitiendo cierta ambigüedad sobre el proyecto político que quiere liderar CiU y el ejercicio del derecho de autodeterminación no implica, necesariamente, la independencia, pero Madrid todavía tiene que demostrar que se toma en serio las nuevas aspiraciones catalanas, respaldadas por más de un millón y medio de personas que salieron a la calle para rechazar la actual relación con España.