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Pussy Riot con sobrasada

Roger Sànchez

Seguro que todo el mundo conoce o a todo el mundo le suena el caso de las Pussy Riot, las integrantes del grupo de música ruso, condenadas por entrar en la iglesia del Cristo Redentor de Moscú y hacer una 'misa punk'. Fueron declaradas culpables de “socavar el orden social” mostrando una “absoluta falta de respeto a los creyentes”. La petición era de tres años y fueron condenadas a dos. Todo ello pasó en febrero de 2012, en Moscú, que está a unos 3600 km de Barcelona por carretera o unos 3000 km por aire. Y como digo, seguramente todo el mundo las conoce.

Dos años más tarde, en febrero de 2014, en plena lucha contra la 'ley Gallardón' de contrarreforma de la ley del aborto, varias militantes feministas entraron en la iglesia de San Miguel de Palma. Entraron con una pancarta contra la nueva ley del aborto mientras se celebraba una misa. Ahora se enfrentan a una petición de cuatro años de prisión.

Palma se encuentra a poco más de 200 km por aire y menos de una hora de vuelo -menos con Vueling, pero eso es otro tema. Incluso, compartimos idioma propio. De todo ello, hace menos tiempo. Y las peticiones de prisión son superiores. Pero estoy convencido de que ni la mitad, ni una cuarta parte de la gente que conoce el caso de las Pussy Riot conoce el caso de las Feministas de Palma. Y no será sólo por la falta de acciones solidarias, porque siempre se puede hacer más: es, sin duda, porque la acción de las feministas de Palma es un torpedo directo a la línea de flotación del sistema patriarco-capitalista que nos rige, por un lado, y su sustento ideológico-cultural, del otro.

Vamos, que con la Iglesia hemos topado. Lo vimos también esta primavera con la convocatoria católica contra un cartel de Endavant donde se veían a la Moreneta y a la Geperudeta besándose, reclamando la libertad sexual y amorosa. Y lo vemos, sobre todo, cuando las feministas de Palma señalan directamente una piedra de toque dentro del engranaje capitalista: el derecho al propio cuerpo.

La autodeterminación del propio cuerpo a la hora de decidir si se quiere parir más mano de obra y cuidarla gratuitamente abre una brecha que puede reventar el funcionalismo del patriarcado dentro del sistema capitalista. El derecho al propio cuerpo retorna a las mujeres su categoría de sujetos que no sucumben a presiones, mitos y estructuras económico-culturales ni a derechos robados por el Estado.

La autodeterminación del propio cuerpo es la puerta a la desobediencia feminista que decide qué quiere ser y qué no, qué papel quiere jugar en su vida en igualdad de condiciones a la otra mitad de la humanidad, los hombres. El aborto libre y gratuito es la garantía para todas las mujeres, también las de clase trabajadora, puedan abortar en condiciones óptimas y no sólo de manera ilegal o en el extranjero, quien se lo pueda pagar.

Una de las funciones de los grandes medios de información es generar realidades, manipular: tapar y tergiversar o aumentar y magnificar. Aquí, interesaba que Rusia apareciera como la gran represora, mientras se niega la misma situación en casa, aunque sea aún más escandalosa. No olvidemos que la petición de cuatro años de prisión la hace el obispado y no la fiscalía. Tal es el poder de la iglesia para ocultar su papel represor: el ético-moral, durante siglos, y el judicial, ahora también.

Ironías de la vida, después de cuatro años esperando, la fecha del juicio ha sido fijada para el 29 y 30 de septiembre, justo después del 28S, día internacional por la despenalización del aborto. Que a día de hoy todavía tengamos que salir a la calle para reivindicar lo muestra la poca evolución de nuestra sociedad. Que sea la iglesia que más pena pida, demuestra como de atrasada está esta institución. Que los medios de información sean silenciadores de esta clamorosa situación demuestra aún más los poderes fácticos que mueven los hilos por detrás.

Las feministas lo tienen claro: lo volverían a hacer. Y ante la posibilidad de pedir perdón oferta por el obispado para retirar la demanda, se negaron. Por dignidad y convicción. Por ello, tenemos que salir a la calle mientras haya una sola mujer luchando por los derechos inalienables de la mitad de la humanidad.

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