La opción por la independencia de Convergencia Democrática es definitiva. Ya no tiene marcha atrás. Del pacto fiscal de hace un año ya no queda ni rastro. Ya no es sólo que el patriarca Jordi Pujol haya dicho que él se ha hecho independentista sino que todo el discurso convergente apuesta por la separación de España y del resto del mundo.
El material que ha elaborado CDC en los últimos días en el que, entre otras afirmaciones, se anticipa que en una Cataluña independiente el paro bajaría diez puntos y se aceptaría la doble nacionalidad de sus ciudadanos, es determinante. Y los militantes del partido lo han interiorizado. Se apuntan y organizan la cadena independentista del día 11 y todas las cadenas que se hacen y deshacen en Cataluña, Londres o Río de Janeiro.
Ser convergente es ya ser independentista. Lo tienen claro los militantes, los simpatizantes y los votantes.Y los votantes que habían optado por CDC cuando no era independentista no son tan fieles com la militancia. Muchos se van. Encuesta que se hace, encuesta en la que CiU se hunde un poco más.
A Unión Democrática no le quedará otro remedio que sumarse al independentismo o romper su histórica coalición con CDC. ERC ya supera claramente las previsiones electorales de CiU. El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Girona Lluís Orriols lo explicaba, con datos y cifras difícilmente rebatibles, en un artículo reciente titulado “El pal de paller (eje) se tuerce”.
Desde ahora y hasta que se celebre la consulta sobre la independencia de Cataluña, CDC irá perdiendo adeptos día tras día. Por eso, los actuales dirigentes del partido sólo pueden confiar en que la consulta se haga lo más pronto posible y que en las elecciones posteriores aún les quede algún votante fiel. Es ciertamente curioso que la debacle electoral que se preveía tras la pérdida del poder de la Generalitat no fuese de gran magnitud y, en cambio, la conversión de Artur Mas al independentismo, haya supuesto el harakiri de CDC y de la coalición CiU.
CDC ha sacrificado el partido a cambio de la independencia de Cataluña. Los independentistas deben agradecérselo.
Si finalmente la independencia no llega, Artur Mas y CDC habrán hecho un doble mal negocio. La única esperanza que CDC tiene como partido de sobrevivir y continuar teniendo un peso electoral importante en Cataluña es, precisamente, que esta independencia no llegue, por culpa de la oposición del Gobierno español o porque los catalanes prefieran continuar vinculados a España con alguna fórmula federalista renovada.
Dicho de otro modo, el federalismo al que CDC y sus portavoces denostan permanente y agriamente, puede ser la única tabla de salvación del movimiento que creó Pujol hace ahora cuarenta años.