Este año hemos iniciado el nuevo curso en la universidad sin la presencia del profesor Francisco Fernández Buey. A principios del pasado mes de septiembre moría a causa de una enfermedad cruel después de combatir con uñas y dientes por su vida. Paco Fernández Buey era un profesor excelente, un ciudadano comprometido y un intelectual brillante y generoso.
En 2009 reunió sus escritos sobre el movimiento estudiantil y el mundo universitario en un libro titulado Por una universidad democrática (El Viejo Topo), apropiándose el título del manifiesto aprobado -en la famosa Caputxinada, en marzo de 1966 – por parte del recién creado Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (SDEUB), y que fue redactado principalmente por Manuel Sacristán, su maestro y amigo.
El libro de Fernández Buey, que fue uno de los principales dirigentes del SDEUB, nos recuerda la lucha por abrir las puertas de la enseñanza superior a las clases populares y para conseguir la participación de estudiantes, profesores y personal de administración y servicios en el gobierno de una universidad autónoma (siguiendo el modelo del período republicano).
Hoy los que mandan en los gobiernos de España y de Cataluña, el PP y CiU, quieren hacernos retroceder medio siglo atrás, cuando a la universidad sólo iban uno de cada veinte jóvenes y las autoridades académicas eran impuestas por el gobierno. El conseller Andreu Mas-Colell lo ha dicho sin rodeos: el gobierno debe asegurar la enseñanza primaria (no el resto) y debe cambiar (con el PP, ya que es ley estatal) el modelo de “gobernanza” de las universidades pasando página al modelo de autonomía universitaria.
Asimismo el todopoderoso Eduardo Serra (persona clave en el ministerio de Defensa con los gobiernos del PSOE y del PP, y amigo del Rey) no se mordía la lengua en la entrevista de Jordi Évole de este domingo cuando afirmaba que haber facilitado el acceso a la universidad de muchos jóvenes había sido un error inmenso. El gobierno, según Serra, había malbaratado el dinero pagando los estudios universitarios a los pobres cuando lo que convenía era garantizar la defensa del país y, por tanto, gastar dinero en armamento.
Todo apunta a una Cataluña independiente pero sin autonomía universitaria y sin recursos (a pesar de la desaparición del expolio fiscal) para las universidades públicas. La demanda de formación universitaria (sobre todo procedente de los nuevos países emergentes) se convertirá en el gran negocio de los próximos años y con el objetivo de hacer caja, antes hay que zarandear nuestro modelo universitario público, de calidad y democrático, al que se dedicó toda su vida en cuerpo y alma el malogrado Paco Fernández Buey.
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