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El 'pacto de las masías': cómo Aragonès y Jordi Sànchez encauzaron en 48 horas una investidura encaminada al fracaso

Pere Aragonès y Jordi Sánchez acuden a dar los detalles del acuerdo alcanzado

Arturo Puente

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El viernes todo estaba roto y el lunes se ha anunciado el pacto para un gobierno de coalición que evita la repetición electoral en Catalunya. Lo que ha ocurrido entre medio de ambas fechas es un largo fin de semana en el que los líderes de ERC y Junts se han puesto al frente de las negociaciones, por primera vez en solitario, y se han conjurado para cerrar un pacto bajo el convencimiento de que cualquier alternativa era un desastre para ambos. 

Durante el sábado y el domingo, Pere Aragonès y Jordi Sànchez han hecho una maratón negociadora, durante 48 horas de vértigo en las que se han encerrado en dos masías fuera de Barcelona y en absoluto secretismo. El resultado llegó el domingo a media tarde, cuando pidieron a sus equipos de comunicación que redactaran un comunicado que ha cogido por sorpresa a todo el mundo, exceptuando media docena de personas que ya estaban al corriente de las conversaciones. 

Pere Aragonès tenía como objetivo llegar a la presidencia pero, también, no ser el líder incapaz de articular en un Govern el mejor resultado electoral del independentismo. Jordi Sànchez necesitaba un acuerdo para quitarse el estigma de fracasar en las conversaciones y, sobre todo, conseguir un reparto de carteras que pudiese contentar a los sectores más duros de Junts, un partido aún en construcción.

Al secretario general de Junts las últimas curvas de la negociación le habían descolocado. A su entender, las cosas iban bien a finales de abril, cuando consiguió que Aragonès se involucrara en dos reuniones mantenidas en Lledoners. El sábado 1 de mayo ambos equipos negociadores salen de la prisión con la sensación de que el pacto está a punto. Han hablado de la estrategia independentista, el programa del Govern y el reparto de carteras, y las divergencias se han limado. Pero a lo largo de la siguiente semana todo se hunde. ERC tiene la impresión de que Junts vuelve todo el rato a la casilla inicial porque no tiene incentivos para seguir. “Constatamos que solo avanzan mediante presión”, explica una voz del equipo negociador de ERC. Así que presionan.

El sábado 8 de mayo Pere Aragonès convoca una comparecencia con pompa ante la sede de su partido en Barcelona donde anuncia que da por rotas las negociaciones para un Govern de coalición y se propone formar un Ejecutivo en solitario. “No es una táctica negociadora”, afirma, tras recordar las palabras del propio Sànchez asegurando que Junts podría prestar a ERC cuatro votos si los necesitaba para una investidura. Al partido de Puigdemont le pilla de sopetón el giro y lanza mensajes confusos sobre sus condiciones para votar una presidencia, mientras ERC anuncia el inicio de unas conversaciones con los 'comuns'.

Tras ese golpe, la guerra entre las dos grandes formaciones se recrudece, aunque nunca llega a romperse el hilo entre los líderes. Ambos saben que el último documento que se habían intercambiado la primera semana de mayo es realmente un borrador muy avanzado y que, pese a la tormenta, el acuerdo no está tan lejano. Pero las intentonas que se dan tras el golpe en la mesa de ERC no fructifican. El martes, en una de las reuniones con los decibelios más altos, Junts deja claro a Esquerra que solo le dará sus votos para una investidura si hay coalición de gobierno. El miércoles, en el encuentro promovido por la CUP, los partidos rebajan las espadas y todos muestran voluntad de conseguir un acuerdo “de mínimos” que evite las elecciones, aunque sin concretar más.

La semana laboral acaba con una relativa tregua mediática pero sin haber dado más pasos públicos adelante. Sin embargo, aunque ambos líderes han tenido agendas apretadas, han seguido intercambiándose papeles. El último de ellos, el jueves, cuando Sànchez envía a Aragonès una propuesta completa. Los republicanos la estudian y, el viernes por la tarde, cuando quedan menos de 12 días para la repetición electoral, el jefe de ERC decide proponer a Sànchez un último encuentro presencial “mano a mano”, del que solo estén informados los estrictamente necesarios y apartado de la prensa, para sellar el pacto. El secretario general de Junts acepta.

De El Soler de n'Hug a Can Magarola

El lugar elegido es la masía El Soler de n'Hug, situada a las afueras de Prats de Lluçanès, y propiedad familiar de Isaac Peraire, miembro de la Ejecutiva de ERC y de la máxima confianza de Aragonès. Allí se citan por primera vez el sábado a las 10 de la mañana para mantener por primera vez una conversación en solitario y tan larga como haga falta sobre el acuerdo para formar un nuevo Govern. Por parte de ERC diversas personas conocen la cita, entre otros el presidente del partido, Oriol Junqueras, la secretaria general, Marta Rovira, y los miembros del equipo negociador. Por parte de Junts, en cambio, Sànchez no informa a la cúpula de su partido. “Solo Puigdemont sabía que estaba negociando”, traslada Sànchez después.

Los dos dirigentes abren la negociación hablando de la estrategia independentista, hasta el momento una de las cuestiones que más les habían dividido. El acuerdo se hila sobre la base que ya se había planteado en Lledoners semanas antes: un órgano de coordinación con los tres partidos y dos principales entidades soberanistas, que estén “coordinados” con el Consell per la República, pero no subordinados al organismo de Carles Puigdemont. No llegan a atar nada definitivo, pero hablan mucho y avanzan en la mayoría de los puntos.

Comen en la propia masía para no perder el tiempo y evitar miradas indiscretas. También tienen tiempo de caminar por el terreno de los Peraire, para desconectar un rato. Por la tarde le hincan el cuchillo a los temas programáticos y de estructura de Govern. En algunos momentos, los dos negociadores paran para hacer alguna llamada. “Contactan con diversas personas para conocer algún aspecto técnico concreto sobre el Govern u otras cosas, pero en ningún momento le dicen a nadie que están reunidos uno con el otro”, explican fuentes conocedoras del encuentro.

El clima es positivo y el documento se va cerrando, pero en seguida comienza a hacerse tarde. A las 20:30 deciden que es hora de marchar pero, como están satisfechos con el camino recorrido, deciden volver a citarse al día siguiente. Al salir de El Soler de n'Hug, Sànchez sí informa a algunos miembros de su equipo negociador y les explica que ha vuelto a quedar el domingo y que están a punto de cerrar un acuerdo.

La cita del domingo se produce en otra masía, pero en este caso mucho más cercana a la vivienda de Pere Aragonès: Can Magarola, en la localidad de Alella. Allí llegan a las 9:30 del domingo y, como el día anterior, comen y realizan algunas llamadas. Durante el domingo cierran flecos, algunos tan importantes como la composición del Govern. Junts aún intenta ese último día que Interior y Justicia sean una única cartera, una opción que ERC rechaza y se acaban manteniendo por separado –la primera para los republicanos; la segunda, para los de Puigdemont–. También acaban pactando una solución salomónica para los fondos europeos, que dependerán de una comisión interdepartamental, aunque estarán adscritos a Junts.

A las 18:30 horas, ambos tienen un acuerdo. Sànchez se lo comunica a Carles Puigdemont, a su equipo negociador y a otros destacados dirigentes de su partido, como la presidenta del Parlament, Laura Borràs. Aragonès hace lo propio con los suyos, que siempre han estado informados puntualmente de por dónde discurrían las negociaciones. A toda prisa, ambos partidos convocan a los equipos de comunicación y les piden que trabajen durante la noche para redactar un comunicado conjunto que se lanzará a primera hora de la mañana. No hay un minuto que perder porque, después de tres meses de negociación a la desesperada, en dos días a solas Aragonès y Sànchez han desatascado un pacto que parecía imposible.

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