Y Forcadell la lió
Carme Forcadell es una presidenta del Parlament atípica. A diferencia de todos sus antecesores, no había ocupado cargos políticos destacados pero en cambio simbolizaba el poder de los movimientos independentistas. Un poder que superaba las siglas partidistas pese a que Esquerra la cuenta entre los suyos.
Forcadell, a diferencia del que ha sido su mano derecha hasta hace unos meses, Lluís Corominas (PDECat), no conocía el reglamento de la Cámara ni falta que le hacía, como se ha demostrado hoy. Porque si fue la elegida para presidir el Parlament fue para que llegado el día D, o sea, este miércoles, cumpliese con su cometido, por ilegal que fuese a ojos de la oposición, pero también de los propios letrados de la Cámara.
En la mayoría soberanista nadie dudaba de que a Forcadell no le temblaría la mano, aunque hay representantes de otros grupos que aseguran que en las diferentes reuniones de la Mesa que se han celebrado este miércoles ha quedado probado que no sabía cómo argumentar el pucherazo parlamentario.
Tampoco en el hemiciclo, pese a intentar transmitir seguridad, ha logrado frenar el caos. Ha acabado repartiendo palabras y pausas sobre la marcha, ha convocado la Mesa pese a haberse negado, ha rechazado la lectura del dictamen de sus propios letrados porque en él se advertía de que se estaban traspasando los límites fijados por el Constitucional y ha permitido que el texto se publicase en el boletín del Parlament como por arte de magia para evitar poner en riesgo a ningún funcionario.
Forcadell, en su anterior vida como presidenta de la Assemblea Nacional, exigió a Artur Mas que pusiese las urnas. Y lo logró. Fue escogida para presidir el Parlament y cumplió con su propósito: cambiar el reglamento de la Cámara para adaptarlo a las necesidades de Junts pel Sí y la CUP. Forcadell, la segunda autoridad de Catalunya, la única que junto a Puigdemont tiene el trato de 'molt honorable', y una presidenta que este miércoles, a ojos de muchos, se ha desautorizado para ocupar este cargo.