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ENTREVISTA

Héctor Sánchez Margalef, investigador del CIDOB: “La izquierda radical debe mirar el mundo de una manera nueva”

Hèctor Sánchez Margalef es experto en políticas europeas y nuevos movimientos políticos.

Neus Tomàs

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Héctor Sánchez Margalef es investigador de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). Licenciado en Ciencias Políticas y Máster en Relaciones Internacionales, sus trabajos se centran en las dinámicas de integración europea, nuevos movimientos políticos y democracia y participación. Considera que una parte de la izquierda radical, que pide no confundir con la extrema izquierda, se ha quedado anclada en una visión antigua de los equilibrios geopolíticos, más propia de la Guerra Fría que del siglo XXI. Y alerta de que si quiere ser relevante en el nuevo orden mundial que se está configurando debe abandonar los viejos lemas.

Escribió hace poco un artículo titulado ‘¿Quiénes son mis amigos? La confusión de la izquierda radical europea en Ucrania’. ¿A qué izquierda se refiere?

Puede englobar distintos partidos. La referencia sería los que están a la izquierda de los que se consideran socialdemócratas. También podríamos identificarlos como los que se ubican a la izquierda tanto del grupo como del Partido Socialista europeo. Es importante diferenciar entre izquierda radical y extrema izquierda aunque sea una distinción más de tipo académica.

¿En qué se diferencian?

En el primer caso, el apelativo de radical es por su compromiso con un cambio sistémico radical. Se trata de una izquierda democrática que subraya todo aquello que no funciona. En cambio, para muchos académicos, cuando se trata de la denominación de extrema izquierda pueden darse elementos antidemocráticos. Además en este segundo caso se entiende que no es contraria al uso de la violencia, cosa que no signifique que la use.

¿Y en qué está confundida?

Una parte de esta izquierda radical aún ve el mundo como si siguiésemos en la Guerra Fría. Adolece de una pereza intelectual a la hora de actualizar la manera en que se analiza el mundo. Después de la Guerra Fría no ha hecho este esfuerzo y sería hora de que lo hiciese porque si no caerá en la absoluta irrelevancia. Está confundida porque se ha quedado anclada en los viejos lemas, reconoce quién es el malo pero es incapaz de señalar los errores que cometen los que considera que eran los suyos.

Pero se puede ser crítico con Putin y a la vez con la OTAN.

Totalmente. Por eso digo que no se trata de maldad sino de pereza. Está claro que Putin es malvado y que la OTAN ha hecho cosas que no tocaban. La pregunta que hay que hacerse es: ¿Si no queremos la OTAN, qué es lo que queremos?

El argumento de esa izquierda es que la UE busca acelerar la militarización de Europa y reforzar el papel de la OTAN. Y lo cierto es que se va a crear una fuerza de 5.000 soldados.

Cierto pero insisto en el error de hacerse trampas. Por muy claro que tengas a dónde quieres ir, tienes que saber también cuál es la realidad a la que te enfrentas y es que tienes una guerra en tus fronteras y quien la ha empezado no ha sido Europa. Es imposible que te vean como una opción política válida si no eres capaz de responder a los desafíos que tienes por delante.

En algunos casos, como el de los Verdes alemanes, se ha producido un evidente cambio respecto al que era su tradicional discurso sobre el pacifismo. ¿A qué lo atribuye? 

Una cosa es querer transformar el mundo y que fuese de una manera acorde a tu ideología y otra es que al final del día tú tienes que gestionar la realidad. Los Verdes han entendido que la situación es extraordinaria y que debían adaptarse al hecho de tener una guerra en Europa en el siglo XXI.

¿Visto ahora en perspectiva considera que Angela Merkel se equivocó en su estrategia con Rusia?

Sí. Querer tener el superávit comercial como fuese es un error. De todas formas, hay que entender, aunque eso no implique justificarla, que también tiene que ver en cómo ha sido la historia de Alemania y su manera de relacionarse en política exterior.

Usted interpelaba a una parte de la izquierda en su artículo pero repasando la hemeroteca se comprueba que los amigos de Putin más bien estaban en la extrema derecha, desde Le Pen a Salvini. 

Es así y se sabe que el Kremlin ha tenido mucha relación con partidos de extrema derecha europeos. Pero en 2014, con la invasión de Crimea, una parte de la izquierda, desde corrientes internas en algunos partidos a creadores de opinión influyentes en este ámbito, se mostró algo comprensiva mezclándolo con el discurso antiOTAN o el debate sobre la expansión hacia el este. Por esa pereza intelectual que comentaba, hay un sector seguramente minoritario en la izquierda que ve a Rusia como la Unión Soviética que para ellos durante la Guerra Fría representaba a los buenos. Y para no estar atrapada en el pasado tiene que actualizar su visión del mundo.

¿Las fotos de Le Pen con Putin, incluso en los programas electorales que tuvo que eliminar, pueden perjudicarla de cara a pasar a la segunda vuelta de las presidenciales?

La ha perjudicado a ella pero creo que todavía más a Zemmour porque se ha hundido más en las encuestas por sus declaraciones sobre Putin.

¿Qué le parece el papel que está jugando Macron, a quien Putin engañó reiteradamente en sus conversaciones previas a la invasión?

Putin ha engañado a todo el mundo. Excepto algunos kremlinólogos que avisaron de que la invasión acabaría llegando, el resto de expertos en relaciones internacionales decíamos que ahora una guerra en Europa era imposible. Si no hubiese sido por la diplomacia americana y británica todavía nos hubiera cogido más por sorpresa a los europeos.

Por citar otros nombres, con quien Putin se fue de cacería fue con Juan Carlos I y quien en 2016 dijo que el presidente ruso “tenía y tiene un proyecto para Rusia” fue Aznar. Muchos de los que ahora reniegan de él lo alabaron no hace tanto.

Eso es muy cierto. Por eso hay que mirar el mundo de una nueva manera y señalar estas contradicciones. La izquierda radical europea tuvo un despertar muy fuerte y tenía razón cuando denunció los fallos de la globalización y que el adelgazamiento de los estados era un problema que acabarían pagando las clases más desfavorecidas. Ahora para seguir siendo relevantes deben señalar cómo el 'establishment' que miraba con buenos ojos a Putin le puso la mano y se la ha mordido. Eso significa que los negocios que Occidente haga con el resto del mundo deben estar sometidos a mejores exámenes, que hay que aplicar las cláusulas de derechos humanos en los tratados internacionales, o acabar con los paraísos fiscales que utilizan también las élites occidentales.

Hay un sector seguramente minoritario en la izquierda que ve a Rusia como la Unión Soviética que para ellos durante la Guerra Fría representaba a los buenos

¿Prohibir la emisión en Europa de medios de propaganda del Kremlin como 'Rusia Today' y 'Sputnik' es un error?

La libertad de expresión es un derecho fundamental y desde esta perspectiva no debería haberse prohibido, aunque confieso que tampoco lo tengo claro. En estos canales no tan solo se glorifica a Putin sino que se pone en duda lo que pasa en Occidente, es decir, cuestionan la democracia o la utilidad de la Unión Europea para los ciudadanos. 

¿La guerra puede ahondar en la división entre los denominados eurocomprometidos y los euroescépticos o por el contrario puede fortalecer el apoyo a la UE?

Los euroescépticos tienen que explicar qué Europa quieren pero hacerlo partiendo de la realidad. Si lo hacen así pueden contribuir a una UE diferente y es importante que se hagan escuchar.

¿Y el hecho de que muchos, también los jóvenes, ya no perciban la guerra como algo lejano qué efectos puede tener? ¿Una mayor inmunidad a los conflictos o un auge del pacifismo?

La UE llevaba mucho tiempo justificándose con las banderas de la paz y la prosperidad. Lo de la prosperidad se podría poner en duda y si no que les pregunten a los griegos y ahora también es más cuestionable que nunca lo de la paz. Esto implica que la UE tendrá que construir una narrativa nueva si quiere estar legitimada a ojos de sus ciudadanos. Veremos si esto servirá para un auge del pacifismo. Lo que sí creo es que algunos movimientos pacifistas tienen deberes. Igual que la izquierda radical no puede limitarse a decir 'OTAN no', el pacifismo no puede quedarse con el rechazo a la guerra.

¿Por qué no basta con decir 'no a la guerra'?

Porque tienes una guerra que te está afectando directamente. Ahora en Ucrania pero no sabes si puede afectar a otros estados. Sé que no hay soluciones mágicas pero a lo mejor se puede revisar en un futuro la cláusula de defensa mutua de la OTAN para facilitar en un futuro una negociación con Rusia. Nadie quiere una guerra pero una vez ya la tienes a lo mejor hay que preguntarse cómo puedes contribuir tras el conflicto a crear un mundo más seguro.

Igual que la izquierda radical no puede limitarse a decir 'OTAN no', el pacifismo no puede quedarse con el rechazo a la guerra

¿Es de los que piensa que estamos ante un cambio de ciclo comparable al posterior a la Segunda Guerra Mundial?

Aún estamos en medio pero sí creo que estamos ante un cambio de ciclo. Hay actores, Rusia y China, que no están cómodos con el orden global liberal, que podríamos debatir si es ordenado, global y liberal, y quieren redefinirlo. Pero para hacerlo se lo están cargando de una manera que ya veremos si tienen legitimidad para cambiarlo. Occidente también ha hecho muchas cosas mal. Debería salir un escenario diferente, no me atrevo a decir cuál ni si será mejor, pero debería ser un sistema en el que todo el mundo pueda sentirse integrado y seguro.

¿Europa debería aprender a valerse más por sí misma en ese nuevo orden mundial?

La respuesta corta es que sí. El problema que tiene Europa es que la vorágine de la inmediatez se la come. Hace un año estaba con la conferencia sobre su futuro, íbamos por un camino, y ahora ya no tiene que pensar solo en los problemas que tiene fuera sino en los que le llegan de fuera. Son 27 realidades, en algunas cosas parecidas y en otras muy diferentes. Cuesta decidir qué quiere ser de mayor pero en algún momento tendrá que hacerlo, decidir a qué puedes renunciar y a qué no, si quiere seguir siendo relevante. Lo que no puede es seguir como ahora, diciendo una cosa y haciendo otra. No puede defender los derechos humanos y a la vez mantener negocios con dictaduras. La izquierda puede tener un papel fundamental aunque debe saber que para cambiar el mundo tienes que entender cómo es el mundo que vas a cambiar.

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