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El síndrome del traidor (o cómo evitar otras elecciones en Catalunya)

Puigdemont insiste en que puede ser investido desde Bruselas

Neus Tomàs

El expresidente de ERC Jordi Carbonell, fallecido en el 2016, es el autor de una de las frases que más fortuna ha hecho en la historia reciente de este partido: “Que la prudencia no nos convierta en traidores”. Carbonell la pronunció en la Diada de 1976, la primera gran manifestación catalanista que hubo tras la dictadura. Cuatro décadas después de la histórica movilización de Sant Boi el temor a aparecer ante el electorado independentista como el partido que sacrifica a un presidente de la Generalitat por miedo a la reacción del Estado es uno de los elementos que está condicionando el debate interno en el que ERC está inmersa.

Los republicanos buscan cómo conciliar el compromiso de facilitar la investidura de Carles Puigdemont con la necesidad de garantizar la elección de un Govern y la continuidad de la legislatura. Que Puigdemont no acabará ejerciendo de presidente es un secreto a voces. La cuestión es acordar en qué punto se inmola para evitar que la consecuencia final sea unas nuevas elecciones.

Todo dependerá de cuándo y cómo actúe el Tribunal Constitucional y si el riesgo a una investidura fallida acaba paralizando la legislatura porque se llegue al extremo de no poder elegir después a otro candidato y el tiempo corra directo a unas nuevas elecciones. En principio la decisión se tomará de acuerdo con Puigdemont y la dirección del PDeCAT, que en este caso está más próxima a la prudencia repúblicana que a la determinación del expresident.

“No podemos arriesgarnos a una investidura fallida y que después no exista la posibilidad de investir a otro president”, resume un dirigente republicano partidario de frenar a tiempo. El objetivo es evitar que la prudencia sea vista como una traición por una parte del electorado independentista que el 21D votó para conseguir que Puigdemont fuese restituido como president. Claro que tal vez no contaban que esta vez con votarlo no era suficiente.

El Estado no se moverá ni un milímetro y no piensa abrir ninguna negociación. Si Puigdemont regresa, aunque sea ungido por la mayoría del Parlament, será detenido sin consideración alguna ni por él ni por el cargo que ostente. Por eso de momento no tiene previsto volver a Catalunya, por más que el Ministerio del Interior especule con ello, aseguran fuentes próximas al president cesado.

Puigdemont quiere ser investido y demostrar que cuenta con la legitimidad necesaria para ser restituido en el cargo. Pero, situado en el escenario más que probable de que no pueda ejercer la presidencia, su opción preferida para estar al frente del Govern es Elsa Artadi. Fue una de sus colaboradoras de mayor confianza en el Palau de la Generalitat y no tiene ningún proceso judicial abierto.

Así que ERC deshoja la margarita con Marta Rovira al frente y con un presidente del Parlament, Roger Torrent, que hará lo que ella le pida, sin olvidar que el propio Torrent es de los que se ha posicionado públicamente a favor de acatar lo que recomienden los letrados del Parlament. Y lo dijo ya antes de convertirse en la segunda autoridad de Catalunya.

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