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Francesc-Marc Álvaro: “Torra tiene una visión desfasada, muy nostálgica y poco inclusiva del independentismo”

El periodista y escritor Francesc-Marc Àlvaro.

Neus Tomàs

Se ha escrito tanto sobre el procés que no es fácil aportar una visión que no haya sido ya explorada. Pero Francesc-Marc Álvaro (Vilanova i la Geltrú, 1967) lo ha conseguido en un ensayo que analiza el llamado problema catalán desde la visión de un independentista que es capaz de hacer autocrítica.

Ensayo general de una revuelta (Galaxia Gutenberg) intenta aportar algunas claves para entender qué ha pasado en Catalunya más allá de las emociones. Los apuntes históricos y la descripción de algunos de los hechos clave sirven a este periodista y escritor para analizar el cambio que ha supuesto que más de dos millones de catalanes se definan como independentistas. 

Se ha escrito y debatido mucho sobre qué ha pasado y pasa en Catalunya. Pero, ¿qué es exactamente el procés?

Yo utilizo dos metáforas. Una es la que da título al libro, 'ensayo general de una revuelta', que sugiere la idea de que se preparó una obra que no acaba estrenándose, es decir, el público no acaba viéndola. Cuando ya tenía el título escogido me di cuenta que la había utilizado el exconseller Xavier Vendrell, uno de los integrantes de lo que se denominó 'estat major'. La otra es trampantojo, que es la idea de que el procés representa constantemente un objeto como si fuese real cuando en realidad es una pintura. Crea un objeto óptico. Es un 'como' permanente: como si hiciésemos la independencia, como si tuviésemos la república...

En su momento se habló de la revuelta de las sonrisas. ¿Una ruptura como la que se prometía puede hacerse solo con sonrisas?

Eso es una etiqueta de la narrativa del procés. En mi ensayo lo que digo es que el procés es exitoso cuando hace relato y desastroso cuando hace política. Los lemas, sobre todo al principio, el de la revuelta de las sonrisas o el derecho a decidir, son conceptos que actúan como motor porque son muy potentes. Pero trasladar esta retórica a la política tiene dos tipos de límites. Uno es la dificultad de interlocución con la otra parte, el Estado, que se niega, y el segundo es que cuando los políticos independentistas tienen que transformar este capital político en acción política no lo logran. Es así por muchos motivos: la lucha partidista, las rivalidades de proyectos y liderazgos así como una cierta infiltración populista en el procés.

En el libro alerta del riesgo de idealizar el concepto de pueblo y de la aparición de esos brotes populistas.

Desde el minuto uno el procés tiene una deriva antipolítica por una concepción errónea de lo que es el tiempo en política. No se trata de ir rápido o lento. La política cuando es necesario acelera y cuando toca frenar, frena. Los dirigentes independentistas, empezando con Artur Mas cuando fija un plazo de 18 meses, están de acuerdo en una cosa: tenemos prisa. Esto es letal para el procés porque encorseta cualquier decisión y la subordina a un calendario que se convierte casi en un dogma.

La segunda deriva viene de una idealización del concepto de pueblo que acaba chocando con el funcionamiento de la democracia. Aquella pancarta famosa en la que se leía 'el pueblo manda, el gobierno obedece' es inaceptable para un demócrata porque cuestiona la democracia representativa.

Jordi Pujol hizo bandera de la idea de que Catalunya era un solo pueblo. ¿Lo es o no lo ha sido nunca?

Ese es otro debate. Aquí ya no hablamos de populismo sino de identidad. Yo dedico el último capítulo a las identidades procesadas, a cómo afecta la idea de catalanidad y españolidad al procés. Es un capítulo más de preguntas que de respuestas. Porque esas identidades le afectan pero aún no sabemos exactamente cómo. Hay quien interpreta que el ascenso de Ciudadanos, el partido más identitario del mapa catalán, en las elecciones del 21D cuestiona la idea de un solo pueblo. Yo no comparto ese dramatismo. Ese acenso debemos leerlo para saber si aún es válido, pero también digo que el resultado del 21D no se ha consolidado en posteriores elecciones, en las que hemos visto una recuperación del PSC y los 'comuns'.

Ahora bien, deberíamos aprovechar para ir un poco más y preguntarnos si aquella idea idealizada por el PSUC, Pujol, la Iglesia, los sindicatos... tampoco era tan ideal. Igual tenemos que volver a mirarlo y decir: “Es un solo pueblo pero hay muchos matices”. El independentismo se equivoca porque no tiene en cuenta las lealtades emocionales de una parte de catalanes con España. Catalanes a los que, aunque les expliques que la independencia les mejorará la vida, dicen que se sienten vinculados a España y no quieren cambiar. Está muy bien que el independentismo no sea identitario pero no debe olvidar que hay una parte de catalanes que son identitarios respecto a la españolidad.

¿Por qué considera que Ciudadanos es el partido más identitario del mapa catalán?

Porque su única razón de ser desde que se fundó es impugnar el programa catalanista y los consensos de los que participaban todos los partidos, en algunos momentos incluso el PP.

Hay políticos y medios que antes elogiaban a Albert Rivera e Inés Arrimadas y los tildaban casi de héroes y ahora les critican por su estrategia en el Congreso. ¿Qué ha pasado?

Ciudadanos nace en Catalunya como un partido identitario, básicamente anticatalanista y sin agenda en casi nada más. Después es un partido que da el salto a España donde se presenta aparentemente como liberal, reformista y centrista, sin esconder su centralismo. Y ese mismo partido todavía sufre otra mutación al pasar de bisagra a partido claramente alineado a la derecha.

En el libro cita a Gaziel, quien fue director de La Vanguardia durante la Segunda República, porque ya entonces dijo que Catalunya y España viven una relación imposible basada en un empate de impotencias irresoluble. ¿Si tanto tiempo después estamos debatiendo aún sobre esa relación es porque este conflicto no tiene solución?

Creo que han cambiado cosas. El procés supone un cambio de mentalidad muy profundo. Una parte de catalanes transforman su visión del concepto de soberanía y la relación entre ciudadanía e identidad. Son dos millones que participan de este cambio mental y cultural sin el cual no se entiende todo lo que políticamente ha venido después. Ahora lo que tenemos es un fracaso del procés en los términos en los que nace en el 2012 y a la vez la continuidad del independentismo. Es una paradoja.

Usted es de los que cree que la independencia unilateral es imposible y el referéndum pactado, improbable. Entonces, ¿qué salida le queda a este movimiento?

En octubre del 2017 fracasa el intento de que el Gobierno central se siente a hablar y fracasa una especie de independencia unilateral, que se insinúa y se lleva hasta el ensayo final. Yo me pregunto por qué se decía 'queremos votar' y a la vez se decía 'y si no lo acabaremos haciendo'. Se hicieron dos discursos que se iban cruzando y se acaban encontrando el 1 de octubre. Ese día se quema la bala de plata al hacer un referéndum sabiendo que no será reconocido. También deberíamos preguntarnos por qué el Estado, sabiendo que no sería reconocido por nadie, recurrió a la fuerza.

¿Para demostrar que es un Estado?

Podríamos especular pero creo que ese día el Estado sobreactúa a través del monopolio de la fuerza para evitar que parezca otro 9-N.

En el libro critica que se prometiese una independencia exprés. Ahora el president Torra y algunos dirigentes de JxCat están recuperando ese mensaje.

Hay un sector del independentismo que defiende que aprovechando la sentencia, que se prevé más o menos dura, las protestas sirvan de motor para repetir y culminar lo que se hizo en octubre del 2017. En ese sector estarían Torra, Puigdemont, de una manera más inteligente, y Junts per Catalunya, aunque ese espacio es diverso. En cambio, ERC y otros entornos lo que proponen es protestar y después hacer política.

¿Lo que está diciendo es que Torra y Puigdemont no hacen política?

No, lo que digo, por ejemplo, es que el Govern tiene fecha de caducidad porque en su interior no solo hay dos partidos distintos sino dos estrategias diferentes, dos visiones de cómo hablar a la sociedad y también lecciones distintas del octubre de 2017. ¿Qué recorrido puede tener un Govern en el que el president plantea algo que una parte de sus consejeros no solo no comparten sino que trabajarán en contra de ello porque no están de acuerdo?

¿Qué piensa del president Torra?

Pienso lo mismo que desde el primer día. No es un político, es una elección inadecuada por parte de Puigdemont, y alguien que dentro de las familias del independentismo representa un independentismo menos contemporáneo que otras. Tiene una visión culturalista y un poco vintage. Yo no creo que Torra sea racista ni supremacista sino que tiene una visión desfasada, muy nostálgica y poco inclusiva. No sabe dirigirse a aquellos que no son independentistas. En el momento en el que independentismo necesita ser más inclusivo, Puigdemont va y nombra a Torra. Para un no independentista, el discurso de Torra es muy lejano. Hay otros independentistas que hacen discursos más cercanos.

Se ha dicho que Rajoy creaba independentistas. ¿Torra fabrica constitucionalistas?

Creo que Torra no ayuda a ampliar el perímetro del independentismo.

¿Cómo analiza la evolución de Gabriel Rufián?

Nace como una estrella de Twitter y a partir de ahí se va construyendo como político. Hemos asistido a un work in progress en directo del personaje. Ahora está en la fase de descubrir y ejercer la política de la diversidad que se le reclama a cualquier político y que justamente es la antítesis del tuit. Es un hombre inteligente que seguramente sabrá aprovechar su capital. Creo que se ha dado cuenta de que una cosa es tuitear y otra es hacer política.

¿El independentismo es un movimiento burgués?

No, es un movimiento transversal porque en su interior tiene muchas sensibilidades y entornos. Lo que sí que es cierto es que está articulado entorno a unas capas medias que en el caso de Catalunya también son muy plurales. Los que dicen que es un movimiento burgués se equivocan sobre todo porque no saben qué es la burguesía en Catalunya. Lo que entendemos por burguesía está en contra del procés. Decirlo es un poco ridículo y es desconocer qué es el independentismo.

¿Uno de los errores que han cometido los sucesivos gobiernos centrales es desconocer está transversalidad?

Este es uno de los errores y otro aún más graves desde el punto de vista político es pensar que el independentismo era episódico, un soufflé, algo que pasaría o algo aún más ridículo como era pensar que todo esto lo movía Pujol. Me sorprende que un Estado que tiene profesionales del poder, que tiene gente muy seria trabajando para él, analizase tan mal lo que estaba pasando. Y que no se dan cuenta hasta el 9-N. Eso significa que durante un tiempo el Estado se ha creído la propaganda de sus propios altavoces.

Cita a Pujol pero hay mucha gente que culpa a Artur Mas de la deriva independentista.

Todo lo que sea coger a alguien y convertirlo en el deus ex machina del procés es un poco ridículo. Hay unos actores políticos pero el procés responde a unas dinámicas de cambio cultural en el sentido más profundo. El proceso viene de arriba y de abajo.

Ahora uno de los debates incipientes es si los protagonistas del octubre del 2017 deben ser los mismos que diseñen las nuevas estrategias. ¿Es un error que Puigdemont y Junqueras estén pilotando esta nueva etapa?

Es muy complicado hablar de personas que están en la cárcel o fuera pendientes de órdenes de captura y por lo tanto quiero ser muy respetuoso con sus situaciones personales. Como analista creo que ninguno de los principales líderes del procés podrán ser los que tengan un gran protagonismo en una etapa futura. Esto me lleva a otro de los debates actuales. ¿Artur Mas puede regresar? Es muy difícil. Mas, Junqueras, Puigdemont... independientemente de que algunos sean inhabilitados, su aproximación al futuro es muy complicada. En necesario que el independentismo genere nuevos liderazgos. No es fácil y requiere tiempo.

¿Hasta que no se celebren unas nuevas autonómicas no sabremos qué puede pasar en Catalunya?

Las elecciones repartirán cartas y dirán cuál es la correlación de fuerzas y quien en cada espacio tiene un nuevo aval. Esto es importantísimo. Pondrán en el escaparate nuevas mujeres y hombres para gestionar la nueva etapa. Creo que no veremos en la Generalitat un gobierno solo con independentistas. Veremos colaboraciones entre bloques. Las tendencias llevan a pensar que en una Catalunya futura, las colaboraciones entre independentistas y no independentistas serán visibles también en la gobernabilidad de la Generalitat.

Usted es independentista. ¿Cree que verá algún día una Catalunya independiente?

No me hago este tipo de razonamientos. Como ciudadano votaría sí a la independencia. Como analista, en este libro he tenido que hacer un esfuerzo de distancia. Hay dos millones de personas con pasaporte español que dicen que quieren otra cosa. ¿Qué gobernante español responsable no querrá sentarse a hablar de esto?

De momento ninguno.

Sí, pero ningún gobernante no podrá asumir de verdad su gobernabilidad si no afronta el elefante del secesionismo catalán. Es verdad que desde el punto de vista del independentismo tendrían que ser más, pero son dos millones de personas. No es ninguna broma. El Estado ha parado el procés pero no ha resuelto el problema de Catalunya. El octubre del 2017 rompió la conllevancia orteguiana.

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