El empuje de Sánchez pone al alcance del PSC el granero catalán de votos perdido hace una década
El PSC recuperó hace unas semanas el conocido eslogan electoral de 2008 de “si tú no vas, ellos vuelven”. Si hace una década el cartel lo protagonizaron Mariano Rajoy, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana, ahora los socialistas colocaban a Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal. Más allá del guiño, la recuperación de aquella campaña era toda una declaración de intenciones: como pasara entonces con José Luís Rodríguez Zapatero, el empuje de Pedro Sánchez ha vuelto a poner al alcance del socialismo catalán la victoria en las elecciones generales.
Los socialistas catalanes acuden a estos comicios habiendo dado un acelerón en las encuestas. Tras varios meses de reinado absoluto de ERC en los sondeos, el CIS de febrero colocaba a la ministra Meritxell Batet en cabeza. Un movimiento al alza que detectaban también otros pronósticos y que en el partido achacan a la polarización entre el Gobierno de Sánchez y el bloque de derechas. La delegada del Gobierno, Teresa Cunillera, ahondaba en esta idea asegurando que el 28-A se elige entre “trifachito o Gobierno construido sobre la base del PSOE”.
La Catalunya que había sido granero tradicional de votos para el socialismo español vuelve a estar al alcance del PSC gracias a que hay un Gobierno progresista que defender. Pese a eso, el coordinador de la campaña y secretario de organización del PSC, Salvador Illa, quiere huir del mensaje de la polarización. “Nosotros, a diferencia de Ciudadanos y los independentistas, no nos sentimos cómodos en la confrontación”, explica Illa, que ha optado por un mensaje en positivo que saca pecho de las políticas sociales desplegadas en por el Gobierno de Sánchez en estos ocho meses.
“Ahora bien, nosotros no vamos a esconderle la realidad a la gente: solo hay dos opciones, Sánchez y su Gobierno o retroceder 40 años con un 155 permanente”, subraya el coordinador de la campaña de los socialistas. En el PSC saben que centrar el mensaje en un dilema a rojo o azul entre ellos y el bloque de derechas es especialmente letal para sus rivales catalanes, que quedan cautivos.
Eso obliga a que el resto de candidaturas catalanas luchen por la visibilidad. Tras las primeras encuestas a la baja, ERC ha optado por colocar a Oriol Junqueras como cabeza de lista, un puesto que se daba por hecho que ocuparía Gabriel Rufián. En Comú Podem, que ganó las generales en 2015 y 2016 pero que ahora puede irse a la tercera posición, ha priorizado tratar de seducir a un electorado lejano al PSC con la propuesta de corte soberanista de Jaume Asens. Ciudadanos, por último, también ha querido reforzar su candidatura sacando a Inés Arrimadas del Parlament y colocándola como puntal de Rivera.
Un voto de 'sí' al Gobierno
A diferencia del cambio en las candidaturas de todos sus rivales, la del PSC apenas se ha movido respecto a las últimas generales. Vuelven a apostar por Batet, ahora convertida en ministra de Política Territorial, y por una identificación sin matices con el proyecto de Sánchez. La carta de reclamar el apoyo de los votantes catalanes para un Gobierno socialista asediado por una derecha es precisamente la misma que utilizaron en 2008, con un Zapatero que se jugaba el Ejecutivo. En aquel momento, otra ministra del Gobierno hacía campaña por Catalunya, la hoy fallecida Carme Chacón. Obtuvo más de un millón y medio de votos, rompiendo todos los récords.
La fórmula que intentarán ahora no será muy diferente de la de Chacón: convertir la papeleta del PSC en una papeleta de 'sí' al Gobierno y de 'no' a la derecha. Pero, para que sea un plebiscito, hace falta que el Ejecutivo tenga presencia importante en suelo catalán, algo que no es tan fácil. El equipo de campaña catalán aún está tratando de cerrar las visitas que hará Sánchez y los ministros, pero ya pueden avanzar que tienen previsto uno de sus acto más importantes el jueves 25, a tres días de los comicios, con la participación del presidente de Gobierno.
En el partido están seguros de que, con la bandera de Sánchez, pueden comerse una porción importante del electorado de En Comú Podem y también arañar entre los votantes de Ciudadanos que vieron con recelo su foto con Vox. Pero, además, cuidarán también la frontera con los independentistas, acusándolos de querer acudir al Congreso a “bloquearlo”, como ya hicieron cuando impidieron la tramitación de los Presupuestos. Y, para demostrarlo, cargan contra la lista de JxCat, copada por los afines a Carles Puigdemont y que jubiló al ala moderada del PDeCAT.
Combustible para las municipales
Once años después, el PSC tiene al alcance de la mano volver a ganar las elecciones que nunca perdía, las generales. Pero eso no quiere decir ni mucho menos que el partido se haya recuperado de una década negra en la que llegó a tocar suelo en 2015. El principal reto electoral del partido ocurrirá este mayo y será revalidar los ayuntamientos en los que gobierna e, incluso, mejorar algunos resultados. Para esto consideran que un buen resultado en el Congreso, y si puede ser uno malo de Ciudadanos, es fundamental.
Los socialistas han puesto en práctica una política de pactos locales basada en pactos amplios tanto a izquierda como a derecha, y negociando el apoyo de los independentistas si era para colocar a un alcalde del PSC. Temen, sin embargo, que un crecimiento del partido de Inés Arrimadas pueda hacerles daño en algunos de sus feudos, como L'Hospitalet de Llobregat o Tarragona. Mantener esas alcaldías quizás no sea difícil por la falta de una oposición unida, pero la fragmentación podría obligarles a tirar de pactos aún más complicados e inestables.
Más complicadas son las cosas en Barcelona, donde Jaume Collboni, aunque aspira a crecer, tiene sus aspiraciones atrapadas en la dura competición a tres que protagonizan Ada Colau, Manuel Valls y Ernest Maragall. Con todo, la mejoría general experimentada por su partido también estira hacia arriba sus expectativas. Las encuestas le dan ahora hasta seis concejales, viniendo de cuatro. De cumplirse todo ello, el PSC podría certificar tras el ciclo electoral que su larga depresión de 10 años por fin ha terminado.