El trabalenguas de Casado
En la entrevista que Pablo Casado concedió a RAC1 antes de las elecciones del 14F aseguró que entendía perfectamente el catalán no solo porque tiene familia en Catalunya sino porque ha pasado vacaciones en Girona. Algunos medios le afearon que hubiese preferido que la entrevista fuese en catalán y no en castellano (se le dio la opción de escoger). En una de sus respuestas afirmó que el catalán es “una lengua estupenda que nunca se tiene que utilizar políticamente”. Ese nunca, en boca del líder del PP, sonó a relativo, por los antecedentes que su partido acumula en su estrategia de alimentar conflictos lingüísticos y porque, como se ha demostrado este fin de semana, Casado sí está dispuesto a utilizar políticamente esa lengua tan estupenda.
El escenario era el Palau de Congressos de Palma y el motivo, la clausura del 16 congreso de los populares en las Illes Balears. En una interpretación de la “libertad lingüística” solo superable por Isabel Díaz Ayuso, Casado proclamó: “Aquí en Balears no habláis catalán. Habláis mallorquín, ibicenco, menorquín, formenterés”.
Si se hubiese leído una de las ponencias que el PP ha aprobado en ese mismo congreso hubiese descubierto que en el punto 293 se reconoce que “el conocimiento y uso del catalán es un factor de mejora de la comunicación” y que “debe considerarse un mérito en los procedimientos de selección del personal del Servicio de Salud” en esa comunidad. Sí, se refiere al catalán porque tiene reconocido el estatus de lengua propia y oficial junto al castellano, y no solo en los documentos internos de este partido.
Casado no es filólogo ni falta que hace. Aficionado como es a prometer el cumplimiento de leyes, aunque eso no signifique habérselas leído antes, sabría que el artículo 4 del Estatuto de autonomía balear lo deja bien claro: “La lengua catalana, propia de las Illes Balears, tendrá, junto con la castellana, el carácter de idioma oficial”.
Quien sí es filólogo, además de periodista, es Magí Camps, que recordaba este lunes que el Diccionario de la lengua española, elaborado por la RAE y otras 22 academias de países hispanohablantes, es el que sirve de referencia incluso en litigios judiciales. Según este diccionario, el catalán es la “lengua romance que se habla en Cataluña y en otros dominios de la antigua corona de Aragón”, el balear es la “variedad del catalán que se habla en las islas Baleares”, y el mallorquín es la “variedad del catalán que se habla en Mallorca”.
No parece tan complicado de explicar ni de entender ¿no? A no ser que ni la Constitución, que en su artículo 3 reconoce las lenguas oficiales que fijen los estatutos de autonomía de las respectivas comunidades, el Estatuto de les Illes Balears y los propios documentos del PP, no sean razones suficientes para mentir diciendo que en esa comunidad no hablan catalán. Si Casado hubiese querido ponerse riguroso, habría podido recurrir al Diccionari de la Llengua Catalana, que reconoce que esta lengua tiene dialectos y subdialectos como los que él citó. El mallorquín, menorquín e ibicenco se incluyen en el bloque del catalán oriental.
El discurso del líder del PP pareció rememorar el espíritu de José Ramón Bauzá, el expresidente balear que inició una cruzada contra el catalán hasta el punto de que argumentó que dejaba el partido por la tibieza de los populares en la defensa del castellano. Durante su etapa en el Gobierno cambió la ley de normalización lingüística, consiguió que las películas de la televisión autonómica, IB3, se emitiesen solo dobladas al castellano y dejó sin subvenciones a entidades que consideraba “pancatalanistas”. El ahora eurodiputado de Ciudadanos, lejos de rebajar sus ataques, sigue haciendo bandera de ellos.
La actual presidenta balear, Francina Armengol, ha intentado recuperar el camino desandado por el PP en esta comunidad y garantizar el reconocimiento que el catalán debe tener en tanto que lengua también oficial. Por ejemplo, la Ley de Protección de las Personas Consumidoras y Usuarios pretende garantizar los derechos de los ciudadanos catalanoparlantes a recibir información en su lengua, algo que ha desatado en las últimas semanas una campaña en contra de los mismos medios que más han combatido también la defensa del catalán en Catalunya.
La estrategia de los populares en Illes Balears no es muy distinta de la que han aplicado en la Comunitat Valenciana donde también niegan la unidad de la lengua pese a que académicamente está demostrada. A raíz del discurso de Casado en Palma, se ha recuperado en las redes el texto del documento 'La lengua de los valencianos', elaborado en 1975, y ratificado en 1980, por la Real Academia Española (RAE) y la Real Academia de la Historia (RAH). Lo firmaban entre otros, José María Pemán, Miguel Delibes, Antonio Buero Vallejo, Luis Rosales, Miguel Batllori o Camilo José Cela, nombres ilustres de la literatura española, no sospechosos de alimentar el pancatalanismo, y que proclamaron sin ninguna duda que el valenciano es una variante dialectal del catalán. “Es decir, del idioma hablado en las Islas Baleares, en la Cataluña francesa y española, en una franja de Aragón, en la mayor parte del País Valenciano, en el Principado de Andorra y en la ciudad sarda del Alguer”, afirmaron.
Como decía Don Camilo, lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una. Sirve también para las falsedades de los políticos sobre las lenguas.
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