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Sobrevivir al Patronato, las cárceles franquistas de adolescentes: “Nos reprimían el doble por ser mujeres”

Mariona Roca fue internada en el Patronato con solo 17 años

Oriol Solé Altimira

Barcelona —

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Mariona Roca es una de las supervivientes del Patronato de Protección a la Mujer que todavía vive para contarlo. Estuvo varios meses encerrada contra su voluntad en un edificio de las monjas Adoratrices, que en realidad servía de cárcel franquista para adolescentes y lavaba el cerebro a las jóvenes para implantar en ellas la represión y la moral patriarcal nacionalcatólica. Su único ‘delito’ (al Patronato se llegaba sin siquiera haber sido juzgada) fue interesarse por los ambientes antifranquistas. Tenía 17 años.

La entrada de Roca en el Patronato es el punto de partida de ‘Els buits’, un corto documental dirigido por las cineastas Marina Freixa (su hija), Sofía Esteve e Isa Luengo. La obra ha cosechado ya el premio Biznaga de plata al mejor cortometraje documental del festival de Málaga y el premio del público del D’A de Barcelona, y se podrá ver en la Mostra Internacional de Films de Dones que acaba de arrancar en la capital catalana.

‘Els buits’ es un documento único y un ejercicio de memoria democrática de primera magnitud para conocer no solo la realidad, silenciada durante décadas y todavía muy desconocida a día de hoy, del Patronato, sino también el camino de una superviviente y la huella familiar que deja la represión de una dictadura. 

“Hubo silencio entonces y hubo silencio después: muchas mujeres no quisieron hablar nunca del Patronato porque su paso por ahí castigó enormemente su autoestima y su moral”, reflexiona Roca, en conversación con elDiario.es y las tres directoras en uno de los espacios donde está grabado el documental: el salón de su casa, que se convierte en testigo de una conversación madre-hija llena de verdad, trascendencia y cariño y que sirve como hilo conductor del corto.

La palabra, además de romper el silencio, sirve para restituir la memoria olvidada de Mariona Roca y otras víctimas del Patronato. “Para explicar lo que pasó tenía que haber alguien que hablara y alguien que escuchara, no solo por el silencio social y político que ha rodeado siempre al Patronato, sino también entre las propias familias”, expone Luengo. “La transmisión oral de la memoria tiene incluso una función reparadora que no hace ninguna institución”, agrega Esteve.

Creado en la posguerra, las víctimas iniciales del Patronato fueron las mujeres que ejercían la prostitución, para después ampliar el abanico de represaliadas a toda aquella joven considerada “descarriada” por sus familias o por el régimen. Lo mismo daba besarse en un cine, llevar minifalda o militar en el antifranquismo. “En el Patronato confluyeron los tres pilares de la represión franquista: Estado, Iglesia y psiquiatría”, destaca Freixa.

Así se cumplió en el caso de su madre. El día a día en el Patronato era una concatenación cruel de rezos, misas y trabajos forzados (desde coser ropa a limpiar, sin cobrar una peseta). Así hasta que las jóvenes se daban cuenta de su 'pecado' y pedían hora para confesarse. Sin confesión, no se salía del Patronato. Esto en los mejores pronósticos. Los peores terminaban en ingresos en clínicas psiquiátricas donde se sometía a las jóvenes a tratamientos y medicación contra su voluntad.

“Nos reprimían el doble por ser mujeres, y por el mismo motivo también se ha tardado tanto en conocer lo que pasaba en el Patronato. Muchas mujeres que estuvieron allí no sabían ni cómo se llamaba la institución”, rememora Roca. “Se trataba de deshumanizarnos, de anular cualquier sentido crítico para tener bajo control total nuestro cuerpo y nuestra mente”, añade.

A Roca le resultó imposible establecer cualquier vínculo con las otras adolescentes encerradas contra su voluntad. Las Adoratrices lo impedían. “Primero ya nos desterritorializaban: si eras de Madrid, te ibas a Barcelona; y si eras de Barcelona, como yo, a Madrid”. “No conozco ni pude saber nunca quiénes eran las chicas que estuvieron conmigo en el Patronato. Castigaban a la chica que se me acercaba, la encerraban en una celda. De repente, las chicas desaparecían, no sabías nunca qué les pasaba. Era muy perverso”.

Investigaciones como las realizadas por Carmen Guillén o Consuelo García Cid han permitido poner un poco de luz en el horror que fue el Patronato, pero sigue sin haber una cifra oficial de las jóvenes que pasaron por esas cárceles de la moral franquista. Las estimaciones realizadas apuntan a un número muy alto, toda vez que se han constatado por lo menos 142 centros, en su mayoría ligados a órdenes religiosas, que servían al Patronato para internar a las adolescentes. Por comparar con la actualidad, en España hay 92 cárceles.

“Al principio del documental teníamos miedo de equivocarnos y poner que por el Patronato pasaron miles de mujeres, pero es así”, expone Esteve. Ni cifra oficial, ni perdón del Estado ni de las instituciones religiosas. Pero 'Els buits' también quiere ser una herramienta para romper este silencio.

“Queremos hacer memoria histórica, que el documental sirva para legitimar y pedir una comisión de investigación en el Parlament sobre el Patronato, reclamar responsabilidades a las órdenes religiosas y que las supervivientes puedan tener un espacio de encuentro y perdón público”, asevera Freixa, que ve un ejemplo en el modelo reparativo que Irlanda impulsó por los abusos en las lavanderías de las Magdalenas.

El primer paso será intentar que las supervivientes del Patronato tengan su propia mención en la ley de Memoria Democrática catalana que tramitaba el Parlament y cuyos trabajos se retomarán con la nueva legislatura. “Las mujeres que pasamos por el Patronato todavía no estamos en ninguna ley de memoria democrática”, constata Roca, que lamenta no solo el silencio del Estado, sino también de la Iglesia que fue de la mano con el franquismo.

“Las órdenes religiosas fueron el brazo ejecutor del Patronato, no han reconocido nada y todavía reciben dinero del Estado y trabajan con mujeres y niños. Dicen que fue hace muchos, pero nosotras aquí seguimos”, señala Roca. Las mujeres que sobrevivieron al Patronato ya han hecho lo más difícil: romper el silencio.

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