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“Es imposible encontrar un coche de sustitución si vas en silla de ruedas”

Albert Faura, dentro de su vehículo adaptado para conducir con las manos, el pasado noviembre en Barcelona.

Pol Pareja

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Cuando Massimo Perone tuvo que llevar su coche al taller, se vio de repente condenado a encerrarse en casa durante días. “Me sentí detenido, un recluso”, explica desde Tarragona este hombre de 49 años, con una incapacidad completa que le obliga a ir en silla de ruedas. De poco le sirvió su seguro a todo riesgo con coche de cortesía incluido en la póliza para este tipo de situaciones. Le respondieron que no disponían de vehículos de sustitución adaptados a sus necesidades.

“¿De qué me sirve que me des un vehículo que no puedo conducir?”, le preguntó a su agente de seguros. No fue capaz de obtener una respuesta convincente.

En España hay más de 55.000 conductores con movilidad reducida expuestos al mismo problema: no pueden obtener un coche de sustitución si se les estropea el suyo porque ninguna aseguradora dispone de vehículos adaptados. Alquilar uno también es una quimera, explican varios conductores entrevistados y asociaciones de afectados, y se conocen pocos lugares en el país donde se ofrezca un vehículo de este tipo.

“Da igual el seguro que tengas o la marca de coche que te hayas comprado, es el mismo drama”, explica Anxo Queiruga, presidente de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE). “Nos resulta imposible encontrar coches adaptados cuando viajamos o tenemos nuestro vehículo en el taller”.

El coste de adaptar un coche para personas con movilidad reducida depende de lo necesite el conductor. Puede costar desde los 4.000 euros que requiere una adaptación básica, en la que tanto el acelerador como el freno se colocan en un aro junto al volante, hasta los 30.000 euros que requieren las personas con menor movilidad que solo pueden conducir mediante un joystick. 

Desde las asociaciones de personas con movilidad reducida consultadas entienden que cierto tipo de adaptaciones son muy costosas y no pretenden que estén disponibles en todos lados, pero sí creen que tanto las marcas como las aseguradoras podrían hacer un esfuerzo para ayudar un poco más a este colectivo. 

“No costaría demasiado que hubiera un vehículo en cada Comunidad Autónoma con las adaptaciones básicas”, explica Albert Carbonell, presidente de la entidad MIFAS de personas con movilidad reducida. “No es pedir demasiado y encima son coches que también podrían utilizar el resto de conductores que no tienen ningún problema de movilidad”.

Desde MIFAS explican que en algunos lugares como EE.UU., por ejemplo, las empresas de alquiler te adaptan cualquiera de los vehículos requeridos si se avisa con suficientes días de antelación, algo que resulta imposible en nuestro país.

El mejor ejemplo de la falta de estos vehículos de alquiler en España es que, tras consultar a media docena de personas con movilidad reducida o representantes de estas asociaciones, todas hablan del mismo coche: uno que está en las Islas Canarias y que, si se pide con suficiente tiempo, se puede mover entre las distintas islas del archipiélago.

¿Por qué en las Canarias? “Los hoteles de ahí hace tiempo que tienen claro que el turismo accesible es un buen negocio”, señala Carbonell, que explica que entre las personas con movilidad reducida de Europa es un destino que cuenta con muchos adeptos.

Buena parte de las principales aseguradoras del país no han respondido a las peticiones de comentario para este reportaje. Solo Mapfre y AXA han accedido a comentar la situación. En la primera explican que disponen de un “protocolo” para estos casos y “se estudia cada caso en particular”. Añaden que, en caso de no poder ofrecer este tipo de coche, “estudian las alternativas para poder cubrir las necesidades” del asegurado. 

Desde AXA aseguran que trabajan para que “en la medida de lo posible” se ofrezcan los vehículos que sus clientes necesitan, pero admiten que “no siempre es posible” debido a “la flota disponible”. Explican que en estos casos acuden a “otras fórmulas” como el alquiler de vehículos, a pesar de que los afectados aseguran que esta posibilidad es muy remota.

Tanto Carbonell como Queiruga, de COCEMFE, lamentan que ni siquiera hay un registro nacional de cuántos vehículos de este tipo hay disponibles en España. “No hay información disponible”, explica Quiruga, que tras mucho negociar logró que su seguro le pague los desplazamientos mediante un taxi adaptado cuando su coche está en el taller. Reconoce, sin embargo, que su caso es una excepción. “Lo conseguí porque tenemos un grupo de empresas con casi un centenar de vehículos asegurados con la misma compañía”, admite. “No me podían decir que no”, remacha.

Soluciones peligrosas

Albert Faura, vecino de Barcelona de 56 años, ha sufrido la falta de soluciones por partida doble. A la ausencia de vehículos adaptados de sustitución o para alquilar se le sumó la crisis de suministros en la industria automovilística. Llevó su Toyota Yaris a reparar y no se lo devolvieron hasta pasado un mes. 

“Yo hago muchas cosas, no soy de quedarme en casa”, explicaba recientemente en el barrio de Gràcia, donde reside, antes de ir a jugar un partido de tenis en silla de ruedas. “Me vi obligado a buscar una alternativa para no quedarme encerrado”.

Faura aceptó el coche de sustitución que le ofrecieron en el concesionario a pesar de no estar adaptado a sus necesidades. La alternativa para conducirlo fueron unos bastones que compró en Amazon por 180 euros. Con estos dispositivos frena y acelera con la mano mientras con la otra atiende el volante. “No sé ni siquiera si son legales”, admite.

El primer día que los usó viajó hasta Girona. Todo fue bien por la autopista hasta que, al salir de la carretera, el coche que tenía delante frenó en seco. Le dio un golpe y tuvo que pagar los 300 euros de la franquicia de su seguro por haber dañado el coche de sustitución. “Los siguientes días me di unos cuantos golpes más por culpa de estos bastones”, señalaba el día de la entrevista. 

Marisé Ibañez, de 46 años y también en silla de ruedas, explica que cuando se ha visto en una tesitura parecida no se ha atrevido a conducir con las palancas. “Supone poner en riesgo al resto de la humanidad solo porque no nos ofrecen un vehículo en condiciones”, explica esta mujer desde Figueres (Girona). “Yo cuando he dejado el coche en el taller ha sido porque sabía que esa semana no lo necesitaría”, añade. 

Si hay tantos potenciales afectados, ¿por qué hasta la fecha apenas se ha reivindicado esta cuestión dentro del colectivo? La mayoría de respuestas apuntan hacia la resignación de un grupo que en su día a día tiene que superar obstáculos uno detrás de otro.

“La vorágine del día a día se nos come”, apunta Queiruga. “Afrontamos un montón de situaciones delicadas, necesitamos personas que nos ayuden para todo… Cada uno tiene sus propios problemas y reivindicaciones y solo nos damos cuenta de esto cuando ya tenemos el coche en el taller”.

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