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Phillippe Martínez: “Hace 30 años que pedimos a Bruselas la Europa social y siempre tienen otras prioridades”

Phillippe Martínez, secretario general de la CGT francesa  foto: Robert Bonet

Tomeu Ferrer

Phillippe Martínez es el secretario general de la CGT de Francia. Se podría decir que lidera el sindicato más potente del país vecino. Hijo de republicanos españoles exiliados, nació en Surennes (cercanías de París) y ha trabajado en la Renault. Participó el 10 de febrero en la jornada de CCOO titulada: “El sindicalismo confederal por una Europa social”, junto con Ignacio Fernández Toxo, secretario general de CCOO y Joan Carles Gallego, su homólogo en Catalunya.

Martínez recibe a Diari del Treball justo después de comer. La han llevado a un restaurante popular de Barcelona donde ha tomado el menú, dicen sus acompañantes de CCOO. Responde en castellano y piensa cada palabra. El que fue considerado el mayor enemigo del Presidente Hollande, que protagonizó cuatro meses de revuelta en la calle, no quiere que por causa del idioma se le malinterprete. A la pregunta de si la han tratado bien en Barcelona responde con picardía: “si te llamas Martínez, aquí siempre te tratan bien”.

¿En qué punto está la aplicación en Francia de la Ley del Trabajo, que su sindicato combatió en las calles durante más de cuatro meses de movilizaciones y que el Gobierno ha aprobado por decreto?

Ahora empiezan las negociaciones en las empresas. Tenemos que ver, empresa por empresa, como hacemos para evitar que muchos de los artículos de la ley se apliquen.

¿Algún aspecto en concreto?

El tema de las horas extras. Podemos hacer movilizaciones localizadas en las empresas para evitar que cambie su evaluación. La batalla contra la ley del trabajo tiene otra forma hoy. La ley ya se ha introducido con decretos y la lucha se mantiene ahora en las empresas para evitar que se apliquen aquellos puntos más negativos.

España sufrió una reforma laboral que el señor Rajoy calificó de “extremadamente agresiva”. Francia, salvadas las distancias, se enfrenta a medidas similares, ¿les ha servido para algo la experiencia que han tenido sus compañeros españoles?

La experiencia de otros sirve, porque en Francia nos decían: “la situación mejora en España”, pero los compañeros de CCOO nos dicen realmente si las cosas van mejor o van peor. Sobre empleo lo que se aplica es parecido a lo que nos quieren aplicar en Francia. El paro baja, un poco, pero los tipos de contratos cambian, es decir, son puestos de trabajo precarios, con salarios bajos. En Francia el 85% de los contratos nuevos ya son precarios.

España, Francia, Italia, parece que hay una agenda neoliberal en marcha. ¿No sabemos si hay una estrategia conjunta para enfrentarse a ellos?

Ya hace mucho que se da una hegemonía liberal en Europa, pero las cosas ahora son mucho peores. Cada país hace casi lo mismo, pero no es culpa sólo de Bruselas, que no hace nada para detener este movimiento. El problema que tenemos es que cada país tiene una situación distinta respecto a algunas cosas. Algunos países están en esta política neoliberal y desreguladora, más avanzados que otros.

La situación de los jóvenes en España es que uno de cada dos está en paro. En otros países esto no se ve igual porque el paro de este colectivo es un poco más bajo. La responsabilidad de los sindicatos es decir a los que trabajan y los que no trabajan que no hay que aceptar la peor solución: que para intentar salir de la crisis no debemos caer todos en la crisis. Por eso hay que tener encuentros como la que hemos tenido hoy en Barcelona para hacer frente a políticas gubernamentales similares y a la posición de Bruselas. Ver qué discurso podemos poner en marcha juntos. Por ejemplo, el coste del trabajo o el coste del capital son temas que podemos examinar desde varios países europeos. Nos dicen que el problema somos los que trabajamos, no son los que ganan dinero mientras ven a los otros trabajar. Tenemos que hablar y ver cómo podemos elaborar una respuesta similar en varios países, porque casi en todos los países tenemos los mismos problemas.

En España, la reforma laboral la hizo un partido de derechas, en Francia el partido socialista, ¿eso duele más?

Es igual. Para los trabajadores las consecuencias son las mismas. El problema es que en Francia, el presidente habló mucho antes de las elecciones de las que habría que romper con el poder financiero y cuando un señor de izquierdas dice cosas así y hace lo contrario, es como consecuencia, peor.

En alguna intervención usted ha hablado de fijar en Europa algunas reglas comunes, por ejemplo respecto a subsidios o fiscalidad. ¿Cree que esto se podría incluir en el pilar social europeo que está por desarrollar?

Se habría de incluir, porque muchos hablan de la Europa social. Los sindicatos lo pedimos, pero los gobiernos y Bruselas dicen que hablaremos más adelante, y hace 30 años que dicen que ya hablaremos, porque siempre pasa por delante en las prioridades una crisis del capital, de los bancos, o de lo que sea ? Y dicen: no es el momento de hablar de la Europa social. El resultado de esto es la situación que viven los pueblos de Europa hoy. La Unión Europea ha crecido con los países del Este y todos tenemos los mismos problemas. La consecuencia de esto es lo que ha pasado en Gran Bretaña, donde el pueblo ha votado salir de Europa.

En una entrevista anterior, usted marcaba una cierta distancia sobre la Renta Mínima de Inserción (RMI)

Mire, nosotros, CGT, pensamos que el trabajo es la mejor manera para conocer gente, socializarse. La gente que no tiene trabajo y vive sola, no tiene una vida social. El trabajo es necesario, pero un trabajo con el que te puedas ganar la vida. Ello no obsta para que no tengan que dar ayudas a los que no tienen trabajo, también tienen que vivir, comer, tener una vivienda. Son dos cosas diferentes pero el trabajo es esencial para todas las personas.

Vemos que en las presidenciales francesas muchas fuerzas políticas que se presentan, lo que hacen es copiar el programa del Frente Nacional. Desde su punto de vista, esto supondría sumar a la política neoliberal, el elemento racista que significa el partido de Le Pen.

Sí, como no quieren romper con un sistema liberal, siguen el discurso del Frente Nacional, que usa palabras que pueden parecer fáciles de entender. Dicen que si das trabajo a la gente que no es de tu país habrá más trabajo para los que son del país. Esto es muy peligroso, primero porque es mentira: todos los que trabajan en el país pagan impuestos, compran cosas y eso es positivo para la actividad del país.

El Frente Nacional viaja sobre discursos fáciles, como antiguos partidos que antes dijeron cosas parecidas en otros países y épocas, los partidos de extrema derecha. El problema es que los partidos tradicionales siguen a rueda de este partido extremista y racista.

Pero hay un elemento agravante, los atentados que han afectado Francia los años 2015 y 2016 y en España también, los atentados, con mucha gente herida y con muchos muertos. Estos hechos los utilizan algunos para decir, ven, ¡eso es a lo que nos llevan los extranjeros!

Uno de los problemas que hay desde el punto de vista sindical en España y también en Francia es la falta de afiliación sindical. Tengo entendido que si no hay implantación sindical en una empresa, puede ocurrir que no tenga convenio o que no se haga cumplir, ¿es así?

Si no hay presencia sindical, no hay acuerdo de empresa. Francia es el país del mundo con más gente protegida por convenios colectivos, un 97%. Ahora bien, si estás en una empresa donde no hay sindicato, ¿como puedes conocer tu convenio? Muchas empresas no aplican los acuerdos colectivos si no hay sindicato para hacer defender los derechos de los trabajadores. Es un problema.

Para nosotros la cuestión es poder estar en todas las fábricas, pero en Francia el 80% de la gente que trabaja afirma que tiene miedo a afiliarse, por qué esto no es seguro para mantener su trabajo o para tener una buena carrera profesional en la empresa. Cuando hablas de miedo a estar en un sindicato se suele pensar en otro país que no Francia.

Como afronta CGT su relación con los jóvenes, ¿hace unos años se decía que los sindicatos sólo se preocupaban de los trabajadores industriales fijos, ¿esto es así todavía?

Las empresas han cambiado muy deprisa. En una misma empresa puede haber trabajadores sujetos a diferentes convenios y situaciones legales. Muchas veces, casi siempre, son los jóvenes los que son precarios y están poco tiempo en la empresa. Si no los vas a ver justo cuando empiezan no los vuelves a ver más. Si no hablas con ellos de sus problemas se van y sólo los ves pasar. Es un problema que estamos tratando de solucionar. Por ejemplo, hacemos sindicato de comunidad de empresa de modo que cualquiera que sea el contrato que tengas puedes estar vinculado al sindicato. Miramos por los jóvenes que son trabajadores autónomos económicamente dependientes, que debemos conocer y organizar. Debemos demostrar que una garantía individual no es una garantía. En este sentido, por ejemplo, los conductores del sistema de taxis Uber empiezan a venir a vernos, porque se dan cuenta que no ganan nada, trabajan mucho y no tienen a nadie para defenderlos. Tenemos mucho, mucho trabajo en esta dirección.

Durante su mandato, marcado por una oposición de meses a la calle contra la reforma de la ley del trabajo, ¿muchos jóvenes quizás han vuelto a ver CGT como un referente?

No sólo eso, hemos sumado a los estudiantes en las manifestaciones. Ellos dicen que mañana serán los trabajadores del país, ¿y si no tenemos reglas colectivas qué haremos?. Si no tenemos contratos fijos, ¿qué haremos?. Esto nos ha permitido conocer mejor y más los problemas de los jóvenes que entrarán al mercado laboral. En Francia es habitual que los estudiantes compaginen el trabajo con el estudio. Un sobre dos estudiantes trabaja para pagarse los estudios. Trabajan, por ejemplo, en restaurantes de cocina rápida, y en esos lugares hay sindicatos de CGT. Pero como sólo pasan o trabajan los fines de semana algunas veces nos olvidamos de hablar con ellos.

Antes de la campaña electoral en Francia, Fillon hablaba de despedir 500.000 funcionarios. Si esto se lleva adelante, ¿como quedarían los servicios públicos de su país?

Es un hecho distintivo de Francia tener unos fuertes servicios públicos. Es símbolo de igualdad entre la población. Sea cual sea el lugar donde vivas tienes correo, tienes estación de ferrocarril, tienes hospital, etc. Eliminar servicios públicos y funcionarios es reconocer que en algunos territorios los ciudadanos no tendrán los mismos servicios que debería aportar la administración. Y estos no son los valores de la República francesa.

Además, dar la concesión de los servicios públicos a una empresa privada hace que el empleado trabaje para el Estado o el ayuntamiento al servicio de la población. En una empresa privada, quien trabaja lo hace bien, pero trabaja para un patrón y para los accionistas. No es el mismo objetivo.

En Europa hay gente que afirma que gobierna el trío de Goldman Sachs: Junker, Draghi y Barroso.

No sé quién lo decía, pero en muchos países mandan los bancos, y peor, mandan organizaciones no reconocidas democráticamente. Se escucha más a la presidenta del FMI que al director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que es una institución de la ONU. Los estados han construido organizaciones internacionales reconocidas por muchos países pero se escuchan cada día más la OCDE o el FMI, que no son organizaciones de la ONU.

Desde su punto de vista, como responsable de un sindicato de la Confederación Europea de Sindicatos, ¿que debería hacer la Unión para volver a ser atractiva para los ciudadanos?

Lo que debería hacer Europa es hablar de los problemas de la gente de Europa, de los trabajadores, o de los que no tienen trabajo. Es lo que decía antes, cuando tocará hablar de la Europa social? Si Bruselas trabajara más sobre buscar un salario en el ámbito europeo, habría una visión positiva, si dijera que hay que invertir en investigación para crear nuevo empleo, de eso hablaría la gente. Hay que decir que si lo que propone Bruselas es siempre visto como negativo por parte de los europeos, esto se convierte en una autopista para los partidos antieuropeístas y xenófobos.

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