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La universidad se abre a las empresas: cómo son los grados duales que ya impulsan algunas facultades

Alumnos de Formación Profesional Dual

Pau Rodríguez

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La formación dual desembarca poco a poco en las universidades españolas. Este modelo, implantado desde hace años en la Formación Profesional y también en universidades vascas y catalanas, que consiste básicamente en poder recibir parte de las enseñanzas directamente en una empresa, cuenta ahora con cobertura legal para todo el sistema. El real decreto de organización de las enseñanzas universitarias, aprobado a finales de septiembre, abre la puerta definitivamente a esta opción. 

Aunque hay un puñado de universidades españolas que ya venían explorando esta vía formativa, con mayor implantación en ámbitos técnicos e industriales, el decreto establece un marco general para todos los campus que quieran desarrollarlo. Las titulaciones oficiales podrán tener una mención dual siempre que el porcentaje de créditos que se desempeñen en la empresa –u otras entidades colaboradoras, como la Administración– sea de entre el 20 y el 40% en el caso de los grados y del 25 al 50% en los másteres. Además, se deberán cumplir otros requisitos, como la firma de un convenio entre ambas partes, en la que se fije el proyecto formativo y los mecanismos de tutoría y de supervisión, y la existencia de un contrato y una remuneración para la actividad laboral que lleve a cabo el estudiante.

Este modelo bebe sobre todo de la experiencia de la Formación Profesional Dual, muy presente en países como Alemania o Francia y que ha ganado adeptos en España en la última década, sobre todo por la mayor tasa de inserción laboral que garantiza. En tan solo dos cursos –con datos del 2019 y 2020–, el número de estudiantes de esta modalidad ha aumentado un 46%, de 22.586 a 32.919, con más de 1.000 institutos involucrados. En Grados Superiores como Industrias Alimentarias, Química o Fabricación Mecánica, los de la dual suponen entre el 13 y el 15%, pero es que en comunidades como Catalunya este porcentaje ya supera el 20% de media en todos los estudios.

En la universidad, los datos son testimoniales, pero van al alza. En Murcia, sus tres campus trabajan para grados duales de cara al curso 2021-2022. En la Universidad de Burgos existe una formación dual a través de la cátedra de la patronal del metal. En Catalunya ha sido la Universitat de Lleida (UdL) la que ha abierto camino con dos grados y cuatro másteres duales, vinculados a una cincuentena de empresas. Y luego está el País Vasco, que ha desarrollado un protocolo para validar estos estudios a través de su agencia de calidad del sistema universitario, UNIBASQ, y dispone este curso de 41 de estas titulaciones (27 de grado y 14 de máster). 

Elevada empleabilidad

“Hay una serie de garantías que hay que cumplir. Más allá del convenio entre universidad y entidades, se asigna un tutor académico y un mentor en la empresa y se hace un proyecto de formación para cada alumno”, explica Laura Vozmediano, vicerrectora de Grado e Innovación Educativa de la Universidad del País Vasco. Según asegura, la tasa de empleabilidad de los que salen de los grados duales es casi del 100%. Esta es una de las principales bazas de quienes defienden el modelo, puesto que garantiza personal cualificado a sectores que lo necesitan y un fácil acceso a un primer puesto de trabajo. 

“No se trata tanto de poner en práctica lo que has aprendido, sino de aprender directamente de los proyectos que se desarrollan en la empresa”, sostiene Ferran Badia, vicerrector de Planificación, Innovación y Empresa de la UdL y autor del informe Promoción y desarrollo de la formación dual en el sistema universitario catalán. Este trabajo fue encargado por la Asociación Catalana de Universidades Públicas (ACUP) para facilitar su difusión. 

Pero el salto a la universidad de este modelo, que está en vías de consolidación en la FP, no está exento de polémica. Algunos estudiantes se oponen a su desarrollo, al entender que ya existen demasiados problemas con las prácticas curriculares como para añadir nuevos frentes. Mientras tanto, también hay profesores que cuestionan si los grados universitarios, donde se deben impartir enseñanzas más generales, son el espacio formativo adecuado para este nivel de profesionalización y de vínculo con la empresa.

Supervisión de las empresas

Sobre lo primero se ha pronunciado la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de las Universidades Públicas (CREUP), que directamente exige la retirada del artículo 22 que regula las menciones duales. “Actualmente ya hay fallos con las prácticas. Ahora mismo no hay un seguimiento adecuado para comprobar si el estudiante recibe la formación que debe adquirir en la empresa”, apunta Nico Hernández, de la coordinadora. “No hay control y muchas veces acaban haciendo labores de personal de la empresa y sin cobrar”, añade. 

Este es quizás uno de los mayores riesgos si se extiende rápidamente el modelo, según valora Raül Ramos, profesor de la facultad de Economía y Empresa en la Universitat de Barcelona. “Debe existir un cambio cultural y empresarial suficiente como para que la tutorización sea la adecuada desde la perspectiva académica. Y en los grados hemos visto que se dan situaciones asimétricas, con centros de trabajo que se implican mucho y otros en los que no cumplen al 100%”, expresa este economista.

Aun así, Ramos ve posible un crecimiento de este modelo si se hace mediante planes piloto que evalúen su funcionamiento y una estrategia que vaya más allá de los acuerdos entre empresas y universidades. “No nos olvidemos que la etapa postobligatoria también debe estar orientada a la inserción laboral, no se puede vivir alejado de esto”, aduce este economista.

¿Debe orientarse un grado a la profesionalización?

En este punto, la pregunta no es tanto si los campus deberían vivir o no de espaldas al mercado, sino si los grados universitarios –no ya los másteres– deberían estar tan vinculados a las demandas de los sectores económicos. Para Albert Corominas, catedrático de ingeniería jubilado de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y miembro del Observatorio del Sistema Universitario (OSU), este camino es un error. “Lo que se supone que hacen las universidades es formación académica, que es un tipo de formación que no es mejor ni peor que la profesional [FP], pero tiene finalidades y características distintas”, expone. Y recuerda que el propio real decreto de organización de las enseñanzas universitarias estipula que las enseñanzas de los grados deben ser “básicas”, “transversales” y “generalistas”. 

“Desde un punto de vista de la especialización puede tener sentido”, añade Corominas en referencia a los másteres,  “pero sin exagerar”. Además, este catedrático señala también que el hecho de que sean menciones puede provocar que los estudiantes pasen de la dual a la normal a medio grado, generando situaciones “incoherentes”. Por ejemplo, que se saltaran determinadas asignaturas. Un “agujero formativo”, según lo describen desde el CREUP.

Badia defiende por su parte que ningún estudiante que realice el itinerario dual dejará de adquirir los conocimientos o competencias “troncales”. “Lo esencial del grado lo cursa todo el mundo, con prácticas y trabajos que se evalúan igual que cualquier otro estudiante. Simplemente una parte delas competencias se adquieren en las empresas a través de proyectos diseñados conjuntamente con ellas”, abunda este profesor de la UdL. 

De lunes a miércoles, en la empresa

Para entender cómo es un grado dual, un buen ejemplo es el del grado de Ingeniería de Innovación de Procesos y Productos, del Instituto de Máquina-Herramienta (IMH), adscrito a la universidad vasca UPV y pionero del modelo dual desde hace más de dos décadas. “Es el primer grado dual del Estado”, resalta Ixaka Egurbide, director gerente de este instituto de formación. 

Estos estudios cuentan con una cincuentena de plazas, la totalidad de las cuales hace el modelo dual. A diferencia de otras titulaciones, aquí la estancia en las empresas comienza ya en el segundo trimestre del primer curso. Las firmas son Danobat, RPK, Etxetar… Y muchas son pymes del sector de la mecánica, la manufactura y la fabricación avanzada. 

A partir de esa fase, los estudiantes van de lunes a miércoles a la empresa y, los jueves y viernes reciben clase en la universidad. Pasan aproximadamente un 50% del tiempo en cada espacio, aunque los créditos de la parte dual son solo 66 de los 240. “El primer trabajo es una reunión entre el tutor de la empresa, el de la universidad y el alumno, para definir el perfil de ingeniero que se quiere desarrollar y sus competencias asociadas”, describe Egurbide, que asegura que la participación de la empresa debe ser constante. Cada semestre se hace una evaluación conjunta entre ambos tutores.

A nivel global, quizás la incógnita que queda por desentrañar de este modelo es el contrato laboral de los estudiantes. En las prácticas universitarias existen contratos que deben cotizar a las seguridad social, aunque no están sujetos a remuneración. En la dual, el real decreto no lo aclara del todo: “La actividad formativa desarrollada de forma dual en la universidad y la entidad colaboradora se alternará con una actividad laboral retribuida, a través de un contrato para la formación dual universitaria”, señala, y remite a su mención en el Estatuto de los Trabajadores. Los expertos, sin embargo, creen que habría que desarrollarlo con más detalle. 

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