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“Las cifras acaban con las letras y hoy prevalece el espectáculo frente a la ética periodística”

Victor López FOTO: Raquel Gamo

Raquel Gamo

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Víctor López (La Coruña, 1979) escritor y reportero de informativos de Antena3 ha cultivado durante casi dos décadas su gran vocación de “contar historias” como corresponsal en Grecia, San Marino, Benin, Inglaterra, Perú o Estados Unidos. En un momento de zozobra de la prensa en el que ‘prima el espectáculo frente a la ética’, el periodista conversa con eldiarioclm.es sobre ‘El día que nos robaron el mando’ , su último ensayo acerca de la crisis del periodismo en televisión; la dictadura de las audiencias, la telebasura, el ‘egoerciano’ de los jóvenes periodistas. López, que en la actualidad trabaja en una obra sobre la figura del escritor Manu Leguineche, considerado como el padre de los reporteros de guerra asegura que “hacen falta muchos ‘Manus Leguineche’ en este oficio donde hay un afán por figurar y hacerse rico”.

En su última obra, ‘El día que nos robaron el mando’ se habla de la progresión que ha seguido la televisión en los últimos años, ¿Cuáles han sido esos cambios principales? ¿hacia dónde se dirige este medio de masas?

El principal cambio ha sido el tecnológico. Implica una adaptación de nuestro oficio a esa nueva tecnología, que puede ser positiva, si se gestiona bien. El problema viene cuando el periodismo se confunde con las fake news y el periodismo ciudadano. Es el periodismo 3.0 y aquí tiene que quedar claro quién es el periodista y quién está detrás de la información. Además la crisis económica trastocó el modelo de hacer televisión primando la dictadura de las audiencias por encima de la calidad y el rigor en la información.

La crisis política ha acentuado el poder de los grandes grupos económicos que condicionan la línea editorial y los contenidos televisivos y eliminan otros puntos de vista. Por último, la crisis de valores que establece el límite de nuestra dignidad profesional. Se ha banalizado la profesión periodística. Es el egoerciano. Los periodistas de ahora priman la visibilidad frente a hacer un buen reportaje o entrevista. Cuando pregunto a los becarios quién es Manu Leguineche, nadie sabe contestar. No se respeta una profesión cuando no se conoce su pasado. La televisión se dirige hacia el beneficio industrial, hacia esa competencia voraz de ganar la partida de las audiencias por encima de la calidad informativa.

¿Qué mensaje transmite este ensayo sobre la salud de la televisión al lector?

Es una reflexión autocrítica necesaria en esta profesión, porque considero que no se están haciendo bien las cosas. Los periodistas estamos acostumbrados a criticar todo menos a nosotros mismos. En uno de los capítulos del libro, Alicia Gómez Montano dice que un periodista se tiene que acostar cada noche con un 51% de dignidad. Eso significa que has hecho bien tu trabajo, mientras que si te quedas en el 49% algo no has hecho correctamente y entonces debes replantearte tu profesión. Se pretende analizar las circunstancias actuales y sacar conclusiones en positivo que ayuden a recuperar ese mando. Es necesario hacer buena televisión y recuperar el poder sobre lo que quieres ver y sobre lo que quieres informar.

¿La irrupción de las redes sociales ha desprestigiado el oficio de periodista?

Más que desprestigiar al periodismo, las redes sociales han hecho que cambien las reglas del juego. Aportan aspectos positivos al oficio, pero introducen el factor del intrusismo profesional y de las fake news. No hemos digerido aún cómo funcionan las redes sociales. Es fundamental diferenciar una información rigurosa de otra anónima que muchas veces se convierte en viral. Eso es caer en la red. Pero si se gestionan bien, las redes sociales pueden beneficiar a la profesión. Pienso en las facilidades que corresponsales como Diego Carcedo hubieran tenido para mandar sus crónicas de haber podido manejar las redes sociales en su tiempo.

El escritor y político canadiense Michael Ignatieff afirmó durante la entrega de un galardón de la Asociación de Periodistas Europeos en 2012 que “el periodismo es un negocio que mira más a la cuota de mercado que a la verdad” y que “nadie hay más cautivo de su propia tiranía que un periodista”, ¿qué opina de estas afirmaciones?

Estoy totalmente de acuerdo, porque estas declaraciones resumen la tesis que defiendo en el ensayo. Alude a cómo las cifras están acabando con las letras. Vale más el rédito de una información que el fondo de la información. Prima la estética sobre la ética periodística.

¿La telebasura y el entretenimiento han acabado con la ética periodística?

La telebasura ha cambiado las prioridades de las cadenas de televisión. Preocupa más el espectáculo, la pirotecnia audiovisual y el ‘rifi rafe’ que el análisis profundo y moderado de las informaciones. Se podría combinar una forma responsable de informar y hacerla amena al espectador. Algunos formatos antiguos como Informe Semanal se podrían recuperar y estoy seguro de que funcionarían perfectamente. ¿Por qué se tiene que ofrecer una telenovela necesariamente después de la comida? Los medios han de entretener, pero creo que se puede entretener, formandoe informando.

Ha afirmado en alguna entrevista que el espectador busca la telebasura y la infobasura, ¿en qué se diferencian? ¿qué influjo tienen en la audiencia?

La telebasura y la infobasura comparten el fondo de impactar para lograr audiencias y buena cuota de pantalla. La diferencia es que una trata sobre programas de entretenimiento y otra sobre programas de información. A un empresario audiovisual no le interesa ni la formación ni la información, solo obtener un buen share. Pero detrás de un medio de comunicación hay una responsabilidad social que no debemos perder. Vale todo por la audiencia. Y esa pérdida de valores conviene reivindicarla.

Usted defiende que un periodista ha de ser crítico con la realidad que le rodea. ¿Se ha perdido el valor crítico y el rigor en la información?

En televisión se ha perdido mucho el rigor y el poder crítico. La televisión pública existe para informar. En cambio las cadenas privadas tienen su espacio de noticias que cada vez importan menos al empresario. Hay bloques de deportes donde ya no se ofrece información deportiva. Las tertulias son otro claro ejemplo. No ofrecen información. Son un show. Lo tertulianos son opinólogos. Recuerdo que Alfonso Rojo me decía en el libro que él no es Alfonso Rojo en las tertulias, sino que interpreta un personaje. Afortunadamente en prensa sigue habiendo buenas informaciones.

Ha trabajado en cine, publicidad y televisión, ¿qué faceta profesional le llena más? ¿por qué?

He trabajado algo en publicidad y una de mis pasiones es crear cortometrajes de corte social. Pero mi vocación es contar historias con una cámara de televisión o con un bolígrafo escribiendo un libro. No importa cómo cuentas la historia, sino que transmitas un mensaje, que es la esencia del periodismo. Se trata de escuchar a las personas y creo que la entrevista es el género periodístico por excelencia.

¿Cuál ha sido su mejor experiencia como reportero de televisión?

Recuerdo con cariño una experiencia que me marcó profesionalmente. Fue un viaje que realicé junto al padre Ángel a Benin en 2005. Era por aquel entonces el octavo país más pobre del mundo. Durante cuatro días tuve la oportunidad de comprobar aquella realidad social; recorrí hospitales, vi enfermedad y esos reportajes te cambian la vida. Aprendes a valorar todo lo que tienes. Viajar para informar es sensacional por lo que aportas a quien te escucha y lo que te enriquece como persona.

Frente a la alineación que los medios hacen de la opinión pública, ¿qué le parecen que se fomente el debate con coloquios como en el que participó en Azuqueca sobre la crisis informativa en televisión?

Es estupendo que algunas instituciones apuesten por este tipo de actos que enriquecen a la sociedad. Es un gran acierto que el público conozca la visión de profesionales de la información y, en mi caso, como reportero de televisión. Fue un placer conocer a periodistas, participar y compartir experiencias e inquietudes con personas interesadas en nuestro oficio. Es bueno que la gente cuestione la realidad, haga preguntas y se plantee con un espíritu crítico cómo estamos haciendo nuestro trabajo en los medios.

¿Qué vinculación mantiene con Guadalajara?

Guadalajara es una de las provincias más desconocidas de España. La descubrí gracias a mi cuñado, Javier Lizón, que es fotorreportero de EFE y me fascinó. Antes había ido a Brihuega para conocer al escritor Manu Leguineche. Desde aquel día que visité la Casa de los Gramáticos, me une un vínculo emocional con esta tierra y sus gentes. Es bonita y te atrapa.

Manu Leguineche está considerado como el padre de los reporteros de guerra, ¿en qué se distinguen el reporterismo que él cultivo del actual desde su experiencia?

La esencia del periodismo de Manu y su generación en cuanto a valores y forma de entender el oficio apenas se parecen al reporterismo actual. La tecnología y la forma de informar de hoy distan mucho de la manera en que periodistas como Leguineche informaban. Eran gente culta, erudita, que se documentaba y cuando informaban, sabían de lo que hablaban. Elaboraban crónicas bien contadas. Sentían inquietud por informar. Hoy los valores han cambiado.

La formación de las nuevas generaciones de periodistas es pobre, no respetan la historia del oficio y hay un afán desmedido por figurar y ganar dinero. El periodismo no te hace rico, pero te enriquece personalmente, porque te permite conocer gente y viajar. Esa es la grandeza de nuestro oficio que representó Manu y su generación y que debemos salvaguardar. En las redacciones se ha perdido el compañerismo de antes y como decía Leguineche parecen hospitales. Hacen falta muchos ‘Manus Leguineches’ en este oficio.

Está trabajando sobre la figura del escritor vasco, que murió en 2014 ¿qué enfoque ha dado a la obra? ¿Cuál es el objetivo?

Resituar la figura de Manu Leguineche a la posición que merece y que nunca debió abandonar en este oficio. Es un recorrido vital que construyo, a través del testimonio de todos sus amigos y con el que pretendo dar a conocer a los jóvenes periodistas su intrahistoria personal y profesional, que enriquece y es inspiradora. Manu fue un personaje genial que enarboló los valores del periodismo. Es un espejo en el que tenemos que fijarnos para mirar hacia el futuro. La obra saldrá a la luz en unos meses.

¿Cuáles son sus proyectos a medio plazo?

No parar de hacer cosas que me enriquezcan como escribir o crear algún documental. Ser feliz llevando a cabo mi vocación que es contar historias.

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