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Sobre este blog

La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

La naturaleza se abre paso en Chernóbil

Central nuclear de Chernóbil

Lucía María de la Fuente

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Una de las mayores catástrofes que ha ocurrido en la historia es el accidente de Chernóbil el 26 de abril de 1986, cuando grandes cantidades de materiales radiactivos fueron liberados al exterior, causando miles de muertes y dejando secuelas hasta hoy en día. Actualmente, tras el estreno de la serie 'Chernobyl' y su flamante éxito, vemos cómo permanece hoy en día.

Pero, ¿qué ocurrió en realidad? La central situada al sur de la actual frontera entre Ucrania y Bielorrusia estaba compuesta por cuatro reactores RBMK, los cuales no llegaron a utilizarse en las regiones más occidentales. Un día antes de la tragedia, se dieron órdenes de realizar el mantenimiento del reactor 4, lo que hizo que los trabajadores aprovecharan ese tiempo inactivo para probar si dicho reactor podría enfriarse en el caso de que el suministro eléctrico de la central no funcionara.

Durante este experimento, algunas normas de seguridad no se siguieron completamente, lo que dio lugar a un incremento de potencia en el reactor. Intentaron apagarlo, pero fue demasiado tarde. Se produjeron dos explosiones consecutivas, lo que dejó el núcleo al descubierto, el cual era altamente radiactivo. Los reactores estaban en llamas, que hicieron que se liberara el grafito que contenía a los materiales del núcleo. Esto, junto con el combustible nuclear, acabó en la atmósfera y depositado posteriormente en la superficie.

Bomberos, mediciones y sarcófago

Los bomberos llegaron para sofocar el fuego ya que todavía no se creía que el núcleo había explotado y que, por lo tanto, el peligro era mínimo. Además, la radiación se iba midiendo en cada momento, pero no con el aparato adecuado, ya que la radiación superaba con creces todos los límites. Esto ralentizó la evacuación de las ciudades cercanas como Pripyat, ciudad donde habitaban los trabajadores de la central.

Lo que vino después no fue nada agradable, ya que miles de personas murieron, y las que sobrevivieron sufrieron grandes consecuencias que hoy todavía permanecen. Aumentó considerablemente el número de cánceres en la zona, sobre todo en los niños que bebieron leche contaminada.

Años más tarde salió a la luz que dichos reactores no eran seguros y que la central tenía problemas de diseño, lo que aumentó las posibilidades de que esto ocurriera. Este dato permaneció oculto debido a asuntos políticos (recordemos que Chernóbil pertenecía entonces a la antigua Unión Soviética).

Seguidamente se construyó un sarcófago donde se contienen los materiales radiactivos por al menos cien años, aunque tuvo que ser reforzado recientemente. En el año 2000 se cerró definitivamente la central, ya que hasta este año algunos reactores seguían funcionando y ahora es un reclamo turístico.

Pastillas de yodo como salvación

Algunos de los supervivientes a la catástrofe deben su vida al yodo. Sí, exacto, al yodo. Tras ingerir el yodo, este hacía que, si de algún que otro modo la radiación pasaba a nuestro cuerpo, no causase estragos, y así expulsarlo salvando nuestra vida, al menos temporalmente. De hecho, estas pastillas se siguen utilizando en quimioterapia.

Una nueva moda: turismo radiactivo

Parece increíble pero Chernóbil a pesar de estar totalmente deshabitada, recibe miles de visitas al año, y debido al reciente éxito que ha tenido la serie que habla sobre este hecho, el turismo cada vez está aumentando más. La visita ronda los 100-150 euros desde Kiev, donde puedes estar un día viendo los efectos que ha tenido esta explosión. En ella se puede ver la zona de exclusión y pasear por las calles de la ciudad, llegando incluso a poder entrar en el sarcófago puesto recientemente para observar el arco que lo forma.

Además la visita incluye la visita a Pripyat, donde entre la maleza se pueden percibir todos los edificios tal y como quedaron tras la evacuación. Lo único, que para poder ir el turista debe firmar un papel donde exime a la agencia de toda responsabilidad en el caso de tener secuelas de salud (no olvidemos que la radiación sigue presente en árboles, suelo, agua y en todo material que estuvo expuesto). Lo más impresionante es cómo los turistas arriesgan su vida para hacerse la mejor foto y subirla a las redes sociales, llegando incluso a saltarse las medidas de seguridad. Pueden ser las mejores fotos tomadas, pero ¿hasta qué precio están dispuestos a pagar?

Vida radiactiva

Mucha gente afirmaba que ya no volvería a haber vida allí tras el desastre ocurrido, pero quizás se referirían a la humana, ya que, tres años después, los árboles crecieron y muchos animales como perros, zorros, caballos salvajes andan por ahí sueltos, siendo ya los propios dueños del lugar. La esperanza de vida es corta, pero lo suficiente para abrirse la naturaleza un nuevo camino. ¿Un consejo? No intentes tocarlos, ya que son radiactivos.

Ahora, más de 30 años después de este terrible suceso, solo cabe esperar que no vuelva a ocurrir de nuevo, ya que puede acarrear graves consecuencias no solo a las generaciones presentes, sino también a las futuras.

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